LA CÚPULA

Los infantes recorrían Hebabeerst sin tener más que una vaga idea de su situación. En un momento dado, el sargento se detuvo y escuchó su radio.

—Sí… sí, mi teniente. Comprendido —a sus hombres.— Parece que ya saben dónde está Chait Rai. Hay una especie de cúpula de vidrio, y debajo hay un salón. Buscar cualquier subida hacia el techo. ¡Aire!

Siguieron registrando, en busca de alguna escalera; y fue Bilhana quien la encontró. Ascendieron hasta una escotilla.

Salieron al techo de la Ciudad. Estaba cubierta por un enrejado metálico, del que colgaban unos trapos.

—¡Por el diente de Buda! —exclamó el Cerebro.— Fijaos en eso.

Los trapos eran pieles humanas puestas a secar. Los infantes se detuvieron horrorizados, y Bilhana sintió el vómito ascenderle a la garganta.

—Eso es cosa de Chait Rai.

—Hijo de Putana…

—Espero que alguien tenga una cámara. Será una buena prueba en el juicio.

—Si es que Chait Rai vive para ir a juicio.

—Para eso hay que cogerlo —dijo el sargento.— Vamos hacia la cúpula.