La mirada del almirante Paryagat recorrió los rostros de los comandantes de la flota, reunidos en el Nrisimha para conferenciar. Conforme a la tradición, todos llevaban las pinturas de guerra, la mayoría en colores rojo, blanco y negro. El motivo más repetido era la línea zigzagueante, que convencionalmente representaba un rayo.
Uno llevaba la cara pintada en dos partes asimétricas roja y blanca, con una ancha línea zigzagueante negra separándolas. Otro se había pintado rayos negros sobre fondo blanco convergiendo sobre los ojos; otro llevaba sobre la frente una cabeza de un animal feroz, negra, de colmillos blancos y roja lengua; y así sucesivamente.
—Bien, caballeros; —dijo— ustedes ya saben el plan. La flota se dividirá en dos. El Asura Nama, los acorazados Leviatán y Akbar, cuatro fragatas y cuatro destructores entrarán en la Esfera.
Hizo una pausa, pero ninguna emoción se reflejó en los pintados rostros de sus oficiales. Escuchaban tranquilamente, como si el almirante expusiera el menú de la cena. Prosiguió.
—El resto de la flota permanecerá fuera de la cáscara, apartados de la abertura polar. Encontrarán los detalles en las carpetas que tienen delante. No difieren en mucho de los que ya hemos establecido, excepto en una cosa: la fragata Manyu transportará los infantes, incluyendo los ksatryas, y se dirigirá a la Tierra en vuelo propulsado. A estas alturas es inútil la discreción.
Sonrió. Una risita se elevó en torno a la mesa.
—El resto de la flotilla de avanzada le seguirá a menor aceleración, de modo que cuando la Manyu orbite la Tierra, habrá media hora luz de distancia entre ella y la flotilla. La Manyu desembarcará a sus infantes, y tiene dos misiones.
»Primero, encontrar y traer a bordo al doctor Jonás Chandragupta.
»Segundo, y más difícil, capturar a Chait Rai para llevarlo al Imperio y juzgarlo. Probablemente, allá en Cakravartinloka lo quieran como ejemplo, para desanimar a los amotinadores en potencia; lo que no es mala idea.
»Por los informes de la anterior expedición, no creemos posible que encuentren allí resistencia por parte de los amos de la Esfera. Su misión será la más fácil, comandante Sridhar.
El almirante sonrió; sin embargo, no el comandante Sridhar. Alzó la mano para preguntar.
—Disculpe, mi almirante, pero los planes de los ksatryas respecto a Chait Rai no son capturarlo. Ellos… bien, ya sabemos lo testarudos que pueden llegar a ser.
—Comprendo su preocupación, Sridhar —dijo el almirante.— Pero los ksatryas deben desembarcar; es una condición que el comandante Chan Zar me ha impuesto.
Los comandantes murmuraron coléricos. «Indisciplina… qué se creen esos… intolerable». El almirante esperó con paciencia a que acabaran.
—Me temo que no nos queda otro remedio, señores. Como usted ha dicho, son gente muy testaruda, capaces de amotinarse si no les dejamos desembarcar los primeros. Por Kamsa, es irritante que la defensa del Imperio dependa de los mercenarios yavanas, pero no tenemos otras tropas. Aún podemos agradecer que los tengamos…
Hizo una pausa.
—En otras circunstancias, yo sería feliz si cogieran por su cuenta a Chait Rai y lo molieran para hacer salchichas; sin embargo, nuestras órdenes son preservar su vida —suspiró.— Creo que este pequeño detalle pasó inadvertido a quien elaboró esta misión. Por tanto, debe usted intentar que nuestros hombres lo cojan antes que los ksatryas.
—Perdón: ¿«intentar», mi almirante? —dijo Sridhar.
—Exactamente. Debe usted hacer todo lo posible para traerlo vivo, y no digo más. ¿Alguna otra pregunta?
Nadie dijo nada. El almirante se levantó, y los oficiales hicieron lo mismo.
—Entonces, todos a sus naves y buena suerte.