CAKRAVARTINLOKA I

Ante la insistencia de sus amigos en Svayambhuh, Lilith se había decidido a ir a la fiesta. La vida social significaba una de las primeras obligaciones en el espacio cerrado de una mandala, y Lilith se sentía cansada de la sensación de estar bajo vigilancia. Tras su estancia en el sistema de Akhyaloka tenía ganas de divertirse.

Svayambhuh era una mandala del sistema de Cakravartinloka, y un importante centro del tráfico intersistemas; por ello sus dimensiones eran de las mayores. Y allí el lujo primaba sobre la funcionalidad.

La elegante mansión de Lucas Vahyalaya se alzaba en la cubierta superior, en el borde interior del gigantesco toroide, una extensa zona que en una mandala ordinaria se hubiera dedicado a actividades agrícolas. Allí, en cambio, la ocupaba una encantadora y exclusiva zona de parques y jardines, que recibía luz cenital a través de los «vidrios de invernadero» que formaban el techo.

Amplios espacios se abrían en el piso, entre los jardines. Desde ellos se podía contemplar a vista de pájaro la cubierta media, destinada a viviendas alineadas a lo largo de las paredes. Estas se encontraban formadas por montañas construidas con roca asteroidal, y los inquilinos de las graciosas casitas que trepaban por sus faldas tenían la impresión de vivir en las laderas de un hermoso valle de montaña.

El fondo del valle se hallaba ocupado por bosques, destinados a la renovación del aire, lagos y riachuelos artificiales. Estos, a diferencia del exclusivo nivel superior, eran de uso público. También se iluminaban por la luz reflejada en el complejo sistema de espejos que se extendía por los flancos del enorme anillo que era Svayambhuh.

Bajo la cubierta media se extendía la inferior: un mundo de instalaciones industriales o de soporte de vida, verdaderas «tripas» del pequeño mundo artificial.

Lilith se había vestido con su mejor sari y una suave blusa de encaje; su maquillaje corporal, dorado y azul, armonizaba con su corto cabello rubio, suavizando sus facciones levemente angulosas. Atravesó las puertas del salón de Vahyalaya.

—¡Kalyanam[9], querida Lilith, felices los ojos que te ven y la boca que te habla!

Un elegante y pulido nagaraka[10] se acercaba a ella, con una esmeralda incrustada en la aleta de la nariz y con las pinturas corporales de estilo «Brazos Espirales» (azul, violeta, blanco) últimamente de moda. Esto hizo que Lilith tuviera dificultades para reconocerlo.

—Ah, kalyanam, esto… ¿Hasmi?

—¡Hasim, cielo, Hasim Jondanu! —el aludido estampó un beso succionante en cada una de las mejillas de Lilith…— Hace taaanto que no te dejas ver por Cakravartinloka. ¿Qué tal está la mejor bioquímica del Imperio? ¿Mucho trabajo?

—Sí. He estado trabajando últimamente en otra mandala, cerca de Akhyaloka, en un equipo de ingeniería ambiental.

—¡Ah! Muy interesante —sonrió Hasim…— ¿Un asunto serio?

—Algo. Querían un medio para controlar su población de hormigas. Ya sabes lo que pasa en poblaciones tan pequeñas: se desmadran con facilidad. Lo conseguimos con unas nuevas feromonas.

—Tú siempre trabajando duro. Pero aquí estás, y tan guapa como de costumbre. No debemos desaprovechar este momento. ¿Una copa ahora y un orgasmo a cero-g luego? ¡Camarero, una copa de soma para esta hermosa dama!

Lilith tomó la copa de pseudozafiro.

—Gracias. A tu salud.

Hasim soltó una breve carcajada.

—No durará mucho con el mejunje que nos sirve ese ustra[11] de Lucas Vahyalaya, aunque se agradece la intención. ¡A la tuya!

Hasim apuró su copa de alucinógeno de un trago, mientras Lilith tomó un sorbo.

—¿Y qué tal está el más rico bioquímico del Imperio?

—¡Oh! —la amenazó burlonamente con la mano, de uñas reflectantes…— Mala, mala, mala. Desde que mi tío tuvo la amabilidad de morirse sin hijos… bien, ya no tengo que preocuparme de mi contrato. ¡Son mis patronos los que tiemblan ante mí y mis abogados!

El patrón actual de Hasim era nada menos que Khan Kharole. La imagen del enérgico senapati[12] temblando ante aquel relamido nagaraka hizo sonreír a Lilith. Hasim interpretó mal la sonrisa.

—Aquí está de nuevo Lilith «Fuego de Nova», alegría de la promoción del 4960. ¿Eh?

—Sí.

—He oído decir que has estado lejos. Bastante lejos, en el Límite.

—Sí.

—Circularon rumores inquietantes sobre vuestro viaje, ¿sabes?

—¿Sí?

Hasim miró a su alrededor. Nadie parecía escuchar su conversación, pero el nivel de ruido les obligaba a hablar casi a gritos. Tomó a Lilith por la cintura.

—¿Qué tal si salimos a la terraza?

—De acuerdo.

Hasim condujo a Lilith a través de los invitados, como un remolcador a una nave averiada a través de un cinturón de asteroides. La mayoría eran importantes personajes de la Marina Imperial, o bien comerciantes, banjaras[13] o Jagad-Seth[14], que frecuentaban Svayambhuh por motivos de trabajo; aunque también había bastantes oficiales de la Marina de la Utsarpini, con suntuosos uniformes blancos de gala. La actitud de los otros invitados hacia ellos era de una deferencia cortés.

Hasim vio la mirada de Lilith hacia los oficiales yavanas.

—Parecen extrañamente desnudos sin maquillaje corporal, ¿verdad? He pensado que podría diseñarse alguno adecuado para ellos.

—No creo que sus jefes lo permitan.

—Lo permitirían si fuera «gris Armada» —Hasim celebró su ingenio con una nueva carcajada. Sin embargo, había bajado la voz al decir esto.

Las puertas de vidriamante se abrieron al detectar su proximidad. La mansión se encontraba situada cerca del borde, y a través de los enormes paneles de vidrio se podían ver los gruesos cables metálicos de los que pendía el enorme toroide de Svayambhuh. En el firmamento brillaban los soles de Akasa-puspa, y en primer plano destacaba Cakravartinloka, el planeta capital del Imperio. Las ciudades de su lado nocturno resplandecían como topacios, pese a que la luz artificial era innecesaria en la mayoría de los planetas de Akasa-puspa.

La atmósfera de Svayambhuh era agradablemente fresca. Lilith se sentó en un banco de piedra, agradecida.

—¿Y qué hay de vuestro viaje? —preguntó Hasim.

—Oh… Bien.

—¿Sólo eso? —Hasim aparentó contristarse—. Vamos, encanto. De repente trasladan tu contrato a la Marina… te embarcan en la nave de fusión Vijaya. ¿Luego? Luego desapareces una temporada.

—Las estrellas están lejos.

—Y de repente reapareces… ¿Y cómo? ¡En la nave Vajra, un velero de la Utsarpini! Y la mitad de los tripulantes de la Vijaya y la Vajra… muertos. No creo que sepas los rumores que corrieron.

Lilith guardó silencio.

—Y nada más llegar, os encerráis… ¿o tal vez os encerraron? en un mutismo absoluto. Ninguna declaración pública. Sólo una nota del mahattara[15] de Transportes, anunciando la destrucción de no se qué rickshaws[16], garantizando que el problema se había resuelto y garantizando también la seguridad del transporte en lo sucesivo. El viejo Kautalya, el peswha[17] de Kharole, viene en visita oficial. Se entrevista en primer lugar con el adhyaksa[18] Sidartani; y luego… ¿quizá contigo y los oficiales supervivientes de la Vajra y la Vijaya?

Lilith siguió callada.

—Y… tal vez sea coincidencia, pero a continuación suceden un montón de cosas.

—¿Ah, sí? —preguntó Lilith…— Me gustaría saberlas. He estado muy aislada allá en Akhyaloka, y hace tiempo que no escucho lo que se murmura por ahí.

—Esta vez no son murmuraciones, querida —Hasim se inclinó confidencialmente—, sino diplomacia. Entrevista de Kharole con el Jagad-Guru[19], Su Divina Gracia Srila Bhagavata…, mucho más diplomática que la anterior, puesto que esta vez no acabaron a tiros. Su Divina Gracia abdica «por motivos de salud». Y muere dos meses estándar después.

—Sin duda era cierto. —Pero no probablemente como todo el mundo cree, pensó Lilith.

—Y, sin pausa para tomar aliento, es elegido Moisés Kovoor como Jagad-Guru. De este modo cambiamos un simha[20] por un khara[21].

—¿Desde cuándo te preocupa la religión, querido Hasim?

—Querida Lilith, me preocupa dónde está el poder.

—Y el dinero.

—Uh… bueno, gracias a la generosidad de mi difunto tío (quiera Dios que se haya reencarnado más rico de lo que era), esto no me inquieta tanto últimamente.

Lilith alzó una rutilante ceja.

—¿No?

—El apetito viene comiendo —reconoció Hasim—; aunque ahora ya no me preocupo más que cuando el saldo de mi cuenta tiene menos de siete dígitos a la izquierda de la coma decimal.

—¿Has aceptado algún buen contrato? —por primera vez Lilith pareció interesarse por aquel voluble parlanchín.

—Sí —dijo muy satisfecho Hasim—, y tiene relación con el tema que tratas de rehuir.

—¿Yo? —la bióloga fingió asombro. Hasim no hizo caso.

—Porque, una vez Su Actual Divina Gracia instalado, Kharole vino aquí, a Cakravartinloka… ¡y no finjas que eso no lo sabías!

—No pienso fingirlo —sonrió Lilith—. ¿Y a qué vino?

—Ese yavana había tenido la osadía de coronarse ¡nada menos que Emperador!

Por vez primera, el locuaz Hasim se sentía realmente escandalizado, a pesar de la acción eufórica del soma. Lilith le rectificó.

—No fue él, sino Srila, quien le coronó.

—Claro, claro —el elegante científico sonreía ferozmente—; y el pobre Kharole no rehusó, para no entristecer a Su Divina Gracia.

—Pero, por amor de Krishna, ¿cómo podía hacerlo? Era un honor; y al mismo tiempo, una trampa. ¡Ese buitre de Srila lo sabía! ¡En realidad, Kharole quedó en una posición inferior por esto, pero no podía renunciar!

Lilith se detuvo, sorprendida de su vehemencia. Cinco años estándar atrás le hubiera importado un ardite quién ceñía la corona. Hasim notó esto.

—Te has vuelto muy amiga de los yavanas… oh, no te ofendas. Kamsa[22] y Putana[23], ¿quién no lo es ahora? Vaya, si yo mismo he aceptado un trabajo en la Utsarpini.

Lilith lo sabía, aunque fingió ignorarlo.

—No me digas.

—Pues sí; —se ufanó Hasim—. Kharole en persona, ¡nada menos!, me rogó que dirigiese el nuevo departamento de Bioquímica en la Universidad de Vaikunthaloka. Y con un sueldo de fábula.

—¿Has estado allí?

—Sí, el último año y medio… en realidad regresaré pronto. No está mal el sitio, ¿sabes? Me trataron como a un subandhu[24]. Lo hacen con cualquiera que venga del Imperio. Quizás te parezca gracioso, pero en la Utsarpini se tiene más libertad que aquí.

—No me parece gracioso.

—Y estos yavanas… no son tan malos como creía. Yo me los imaginaba llenos de piojos, comiendo con los dedos, eructando y engullendo el vino por barriles. Pero no.

—Ya lo sé.

Hasim arqueó las cejas.

—Ah, sí; has sido algo más que amiga de ese científico yavana… cómo se llama… Jonás Chandragupta.

—¡Eso no te importa!

—Parece que a ti sí —sonrió Hasim—. Vamos, no te enfades. Allí en Vaikunthaloka es famoso. Me han dejado varios de sus libros. ¡Me han fascinado! Tengo que reconocer que son la cosa más original que he leído últimamente. Te lo digo de veras.

Hasim parecía sincero. Lilith se calmó… un poco.

—En los últimos tiempos se ven muchos yavanas por aquí —continuó Hasim—. Oficiales, diplomáticos; estudiantes, muchos estudiantes. Y graduados de universidades. No me extraña que te sintieras atraída por Chandragupta.

Lilith sonrió con su afilada sonrisa.

—Parece que a ti también te atraen los yavanas. ¿Qué te ocurre, querido? ¿Estás en la fase homo de tu ciclo, como cuando nos conocimos en la Universidad?

Hasim acogió la pulla con toda calma.

—Bueno, cada cual tiene su vida, encanto. Tú, yo, Kharole, el Emperador… como te decía, Kharole vino a Cakravartinloka y ya sabes lo que ha hecho.

—No lo sé. Recuerda que no tengo noticias de lo sucedido en estos últimos tiempos.

—¿No? ¡Pero si ha sido lo más sonado! ¿Te interesa saberlo?

—Te mueres de ganas por contarlo, así que no te diré que no.

—Pues bueno —Hasim hizo una pausa teatral—; se presentó aquí con su flota en pleno…

—Eso ya lo sabía.

—…y nadie se le opuso. ¿Puedes creerlo? Nuestra Marina no hizo intento por detenerle. Aterrizó sin problemas. Bueno, algunos partidarios de Whoraide trataron de oponerse y… —Hasim hizo un gesto de degollar con un dedo— les aplicó un poco de tusnimdanda[25].

—Por lo que a mí se refiere, estuvo bien hecho. No muchos la van a llorar —dijo Lilith.

—Y acto seguido —concluyó Hasim con tono dramático— ¡renunció a la jefatura de la Utsarpini y a la destartalada corona imperial que le ciñó Srila!

—¿Nada más?

Con indiferencia, Lilith bebió de su copa.

—¿Te parece poco? Ahora manda la Utsarpini su hijo el joven Bairam, como asaf-ja[26]. Kharole, fatigado por años de esfuerzo y lucha, con las sienes ceñidas tanto de laurel como de canas (cito las palabras textuales de nuestro amado Emperador en su discurso de bienvenida), se ha establecido aquí —hizo una pausa no menos teatral que la anterior—. El Emperador, felizmente liberado de su encierro, tuvo a bien concederle un título de subandhu y un palacio… y un permiso para tener un pequeño ejército a su lado. Pero Kharole se mantiene en contacto con su hijo, y nadie duda de que sigue gobernando la Utsarpini a distancia.

—¿Para qué haría eso?

Hasim sonrió con astucia.

—Ahora tiene la Utsarpini… y el Imperio. Nuestro Augusto Emperador no podría mantener el trono ni un día estándar bajo su augusto e imperial trasero sin las tropas de Kharole; ni sin los nuevos y leales tantrins[27] imperiales, reclutados entre la infantería de Marina de la Utsarpini. Comparado con eso, ¿qué son los títulos?

—¡Kamsa!

—No critico a Kharole; y no sólo porque paga mi bien ganado sueldo. A decir verdad, creo que el Imperio está mejor con él que con Whoraide.

—Posiblemente tengas razón.

—Y todo eso ha sucedido —recapituló Hasim— ¡un año estándar apenas después de vuestro regreso! ¿Qué tendrá todo eso que ver?

—Nada. Y dime, ¿cómo sabes tantas cosas?

Hasim se echó a reír.

—¡Verdaderamente has estado aislada! Todo ello es del dominio público. Hace cosa de un mes, el gobierno explicó que se había enviado una expedición a cierto lugar del Límite, con el fin de investigar las desapariciones de los rickshaws. Una expedición formada por un velero de la Utsarpini y una de nuestras naves de fusión. Todo está en los periódicos, incluso los nombres de los tripulantes (tú, nuestro amigo Ab Yusuf Rhon y Jonás Chandragupta) y también la lista de bajas. Puedes comprobarlo.

Lilith no tenía necesidad de hacerlo. El plan comprendía revelar algunas de los detalles menos inquietantes del viaje al cabo de un plazo prudencial. Hasim decía la verdad: en aquello no había secreto.

En aquello nada más.

—Pero lo que no dijeron los periódicos —insistió Hasim— fue lo que pasó con los rickshaws. Ni se dijo nada sobre la destrucción de la Vijaya. Todo lo que los periodistas pudieron sacar fue la declaración oficial. El resto es Alto Secreto. Tuvieron que contentarse con eso.

Lilith guardó silencio. Miró el fondo de su copa.

—¿Qué pasó allí, en el Límite? ¿Quién destruyó la Vijaya? ¿Qué relación tiene con lo que está pasando aquí y en la Utsarpini?

Lilith siguió callada.

—Vamos, Lilith; —Hasim no podía abandonar su irritante melosidad ni siquiera entonces— ¿piensas que soy un agente provocador, o un espía? Soy tu compañero de cuarto en la Universidad.

El silencio continuó. Hasim se enfureció de repente.

—¿Isitva[28]? ¡Esos vid-varahas[29] te han condicionado! ¡Svas[30] hijos de una asura[31] sifilítica… !

—No fueron ellos, Hasim —dijo lentamente Lilith.

—¿Qué?

—Fui yo quien lo pedí.

—¡¿Quéee?!

—No puedo revelar nada. Ni quiero.

Hasim la miró en silencio. Parecía entre horrorizado y fascinado.

—No insistiré más. Pero…

—¿Pero qué?

Hasim volvió a exhibir su repugnante sonrisa.

—No hablando, me has convencido que hay algo realmente grande en todo esto. Está bien, no te presionaré más; pero ¡es la cosa más excitante que he visto desde que se cargaron al viejo Emperador! Kalyanam, cielo.

Se marchó soplando un beso sobre las puntas de sus dedos. Lilith se puso en pie irritada, pero se volvió a sentar.

Uno que sospecha, pensó. Dejó la copa vacía en el suelo.

¿Cuántos hay como él? ¿Qué ocurrirá cuando los rumores empiecen a extenderse? Aquel bocazas de Hasim Jondanu lo contaría «confidencialmente» antes de acabar la noche. Un bien relacionado nagaraka no tiene nada que temer del Servicio de Inteligencia Imperial.

¿O sí?

Lilith suspiró. Tal vez hubiera hecho mejor quedándose en la Esfera, como Jonás.

Y tal vez Jonás pensase en estos momentos que hubiera hecho mejor marchándose.