Me revolví, semi adormilado y bostezando. ¡Qué absurda pesadilla había tenido! Yo trataba de quemar a los colmeneros con un gran velero de luz y una nave angriff, y ellos reaccionaban vaporizando ambas naves espaciales y…
Me desperté de repente.
Había una oscuridad completa a mi alrededor. Y sin embargo, podía ver.
No sé cómo explicarlo; un ciego de nacimiento que adquiere la vista debe sentir algo parecido.
Estaba en una especie de caverna de piedra. Un corredor tubular se extendía ente mí, curvándose a los cinco metros. Sus paredes despedían un suave resplandor… iba a decir «anaranjado», aunque no es la expresión adecuada. Yo sabía qué era el color naranja; sin embargo, éste era un color más frío (¿?).
Estuve no sé cuánto tiempo inmóvil, ordenando mis pensamientos.
¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Finalmente decidí que debía hacer algo. Me deslicé ingrávido <todavía estamos en el espacio> por el corredor.
Yo llevaba mucho tiempo a cero g. Por ello, la naturalidad con que hice este movimiento me pareció algo habitual.
El corredor se hallaba desnudo de toda característica. Se estrechó como un embudo, hasta una salida esfínter similar a la que había visto en el asteroide colmena, con Lilith, tanto tiempo atrás.
(¡!)
Entonces era eso.
a) dónde estaba = una colmena.
b) cómo había llegado hasta aquí = los colmeneros.
Aquello habría debido aterrarme, aunque por alguna razón no era así. La puerta esfínter se dilató.
(¡¡!!)
Un maravilloso paisaje aparecía ante mis ojos. Parecía algo salido de las páginas de un cuento infantil de hadas.
Lugar: un mundo diminuto, donde el horizonte parecía estar al alcance de la mano.
Suelo: roca desnuda, de color gris sucio.
Objetos de interés: una fantástica floresta verde/plata, de árboles del grosor de la muñeca de una mano humana. Los tallos crecían y se ramificaban recursivamente… (¡¿?!).
¿Recursivamente? Qué forma rara tengo de expresarme.
Los árboles crecían y se ramificaban; las ramas a su vez crecían y se ramificaban en ramas que a su vez crecían y se ramificaban en ramas que a su vez crecían y se ramificaban en ramas que…
(¿¿??). Algo raro le pasaba a mis pensamientos.
La selva verde/plata se extendía sin límite aparente. Los tallos crecían kilómetros y kilómetros (por supuesto: sin gravedad, la energía necesaria para hacer circular la savia = 0 aproximadamente).
(¿¿??). Parpadeé, desconcertado.
Los tallos eran verdes, provistos de una gruesa cutícula. No parecían muy sólidos; sin embargo, tampoco <cero g > lo necesitaban.
Las hojas o flores eran grandes espejos parabólicos que concentraban la luz sobre una pelota <fotosíntesis> de verde casi negro.
De los tallos brotaba una pelusa transparente. Era otro medio de captar luz; aquellos pelos eran unas fibras ópticas que absorbían la luz. El agua que, en lo profundo del tallo, llenaba los vasos leñosos, conducía también la luz por el interior del vegetal.
(¡¡!!). Un momento. ¿Cómo sé eso?
Parecía como si mi cerebro tuviera un huésped. Un huésped que pensaba en cuatro dimensiones o algo así.
No sólo eso. También veía de un modo anormal. Los árboles eran de un color invisible (¿?). La roca era del color que antes llamé naranja-frío.
Había muchas rocas naranja-frío por doquier. A lo lejos formaban un muro casi continuo. Así que…
(¡¡¡¡!!!!)
árboles + ingravidez + asteroides = la cáscara
la cáscara ==> tengo que decírselo a Oannes
Busqué la radio. De repente me di cuenta de que no llevaba la escafandra imperial. De hecho, no llevaba ninguna clase de escafandra.
¿En el vacío y en traje de Adán?
vacío + traje de Adán = yo
vacío + traje de Adán = colmenero
pero (colmenero = yo) ==> absurdo…
Un colmenero se me acercaba por la derecha, en ángulo de 270 grados (¡¡¿¿??!!). Yo lo veía sin mover la cabeza.
—¿Cómo estás, Jonás? Yo.
Ese «yo» era algo más que un simple pronombre. Era saludo, y señal de identificación, y (metáfora: número de teléfono), y…
Nombre: Axzel.
Rango: Vigilante de la Galaxia.
Personal: Era (feliz-pero-no-completamente) con su trabajo. En los últimos milenios había tenido que soportar los reproches de sus amigocolegas debido a sus más osadas teorías sobre el comportamiento humano que habían fracasado estrepitosamente y no gozaban del beneplácito de…
Tuve un repentino acceso a estos y otros muchos datos. ¡Mi pobre cabeza!
Y otra cosa: me vi a través de sus ojos.
Mi cuerpo era similar al suyo. Cubierto por una gruesa cutícula, que formaba un traje del espacio natural. Tenía brazos, pero no piernas (claro: sólo yo entre los humanos no las echaría de menos). Las manos, mis manos, eran de una delicadeza inusitada.
En cambio tenía un largo y magnífico rabo prensil.
De mi espalda brotaban seis tubos de los que salían cortos tentáculos, que parecían mecerse al ritmo de una brisa inexistente.
Mi rostro se hallaba adornado por un hocico de cerdo; sin embargo, los dos orificios no eran un olfato, inútil en el vacío, sino un tejido sensible a la radiación infrarroja. Su posición impedía que fueran engañados por el calor de mi propio cuerpo.
No me sorprendí en lo más mínimo al verme con esa pinta. Inconscientemente, ya lo sabía.
Yo era un colmenero.