por Kot Dohin
Las recientes y extraordinarias experiencias vividas en los últimos años, como consecuencia del descubrimiento de la Esfera, han abierto para nosotros nuevos horizontes en todos los campos de la Ciencia. En el terreno de la Física, hemos contemplado algo que parecía imposible: efectos cuánticos a escala macroscópica. Esto es algo tan asombroso como el descubrimiento de un universo cuyas leyes se apartasen de las del nuestro.
Preciso es señalar, no obstante, que algunos efectos cuánticos son perceptibles macroscópicamente. Por ejemplo, los superconductores.
Tome usted un metal ordinario: hierro, plomo o cobre. Usted sabrá sin duda que los metales ofrecen una resistencia al paso de la corriente eléctrica; parte de la energía se transforma en calor. Las estufas eléctricas se basan precisamente en eso.
Enfríe usted ese metal. A medida que la temperatura baja, la resistencia es menor. Pero, a cierta temperatura, la resistencia es cero. No significa esto que la resistencia sea muy pequeña, casi cero; la resistencia es exactamente cero. La temperatura a la que se logra esto (generalmente muy baja) es una barrera del tipo sí-no. Unos grados antes, el metal tiene una resistencia mensurable. Bajando unos grados, pasa sin transición a cero.
O tomemos el caso de la superfluidez. El helio es un gas; si lo enfría, se convierte en líquido. A pocos grados sobre el cero absoluto, sus propiedades cambian drásticamente y sin transición; se convierte en «superfluido». Su viscosidad es cero: sería el aceite lubricante ideal. Puede filtrarse a través de poros que no dejan pasar ni el mismo hidrógeno, una molécula de menor tamaño. Puede usted tener dos corrientes de helio superfluido atravesando un tubo, ambas en direcciones contrarias. Si hace usted girar un recipiente lleno de helio superfluido, el líquido no girará… al principio. Si aumenta usted la velocidad de rotación, en un momento dado el líquido empezará a girar.
Estas extraordinarias propiedades no son explicables por los principios de la física clásica, sino por los de la física cuántica.
El principio de indeterminación.
Este es uno de los más fundamentales en mecánica cuántica. Se suele expresar diciendo que «no se puede medir al mismo tiempo la posición y velocidad de una particula», pero esto no es exacto.
No lo es, porque una particula subatómica no tiene una posición y velocidad exactamente definidas. Tiene un conjunto de probabilidades de posición y de velocidad. (Hablando propiamente, no se trata de velocidad, sino de momento: producto de masa por velocidad). Un electrón o un fotón no tienen una posición dada, es decir, expresable con tres números reales, como señalaríamos la posición de una pelota o un avión que cruzase el aire.
Esto es así, porque en mecánica cuántica, posición y velocidad no pueden representarse por un número. Cada variable tiene una «dispersión» de valores. Una particula no tiene «posición». Tiene varias posiciones posibles, cada una con una probabilidad. Posición y velocidad están relacionadas: si la posición está exactamente definida, su velocidad no, y a la inversa.
Puede suceder que uno de estos valores puede tomar un valor «agudo» (sin dispersión), pero a costa del otro. Si la posición está determinada, la dispersión de la velocidad se vuelve casi infinita, y viceversa. Por ejemplo, si usted coloca una placa fotográfica en la trayectoria de un electrón, podrá conocer su posición… en efecto, pero su velocidad se volverá «incierta». Podrá adoptar infinitos valores.
No crea que esto es pura especulación. Usted y yo existimos gracias a esto.
Nuestros cuerpos están formados por átomos, constituidos a su vez por un núcleo con carga positiva y una capa de electrones con carga negativa. Puesto que se atraen, en buena lógica deberían juntarse… y los átomos como los conocemos no existirían, ni usted, ni yo.
Imaginemos lo que pasaría si un electrón se «desplomase» sobre el núcleo. Su velocidad estaría exactamente definida, porque sería cero. Pero su posición, no. El electrón se «desparrama» en torno al núcleo, y no cae, por tanto. Esto es lo que sucede, por eso no se habla de electrones «en órbita» en torno al núcleo, sino de «nubes electrónicas» envolviendo al núcleo. Puesto que un electrón no tiene posición definida, no puede orbitar.
El efecto túnel.
Puesto que una particula no tiene una posición definida, sino probabilidades de posición, puede, literalmente, estar donde no está. Si usted toma un cable eléctrico, lo corta, y une los dos extremos del corte por un disco de aislante, la corriente no pasará, conforme; pero si el disco es muy delgado, algunos electrones pasarán a su través como un fantasma a través de los muros de un castillo.
No es pura especulación, repetimos. El reloj digital que probablemente lleva usted en su muñeca contiene circuitos integrados formados por transistores. Los electrones pasan por ellos por efecto túnel. Las gafas polarizantes que usted luce en verano dejan pasar fotones de luz por efecto túnel.
El efecto túnel macroscópico.
Al parecer, los Eternos pueden aplicar el efecto túnel a objetos macroscópicos. ¿Qué sabemos sobre el efecto túnel macroscópico? Sabemos exactamente esto: existe.
Nuestras únicas pruebas de ello son el testimonio del doctor Chandragupta, que compartió durante horas el cuerpo y la mente de un Eterno. Según sus declaraciones, «una nave espacial puede franquear un millón de años luz en exactamente cero segundos, sin gastar apenas energía. Para un observador exterior, el salto se realiza a la velocidad de la luz. Un salto de un millón de años luz dura un millón de años para un observador exterior y cero para el sujeto». Esto concuerda con lo que predice la teoría de la relatividad, y con la vieja norma: «lo que no está prohibido, está permitido».
Las otras pruebas son las observaciones de la III Flota durante su estancia en la Esfera. Observamos varias cosas inexplicables: asteroides que aparecían y desaparecían. Asteroides que eran atravesados sin sufrir daño por potentes rayos de particulas. Y luz solar concentrada que destruyó dos acorazados a través de un muro opaco de asteroides.
No hay otro modo concebible de explicar estos tres fenómenos, excepto los vagos recuerdos del doctor Chandragupta. El autor de estas líneas hubiera dado diez reencarnaciones como Jagad-Seth por haber estado en su lugar; aunque no se atreve a garantizar que él sí hubiera podido entenderlo.
Cómo pueden hacerse estas cosas, no lo sabemos… y quizás tardaremos mucho en saberlo. Pero es posible. La probabilidad de que usted se traslade instantáneamente a otra galaxia es muy pequeña; incluso lo es si se tratase de un electrón de su cuerpo. No puede confiar en eso para viajar muy lejos sin moverse de su sillón. Pero la probabilidad es mayor que cero.
(Revista Vidyayam, mes de Kahi de 4980 dfi)