Abro mi regalo de cumpleaños en el bosque de detrás de casa de Asher Beal y reparo en lo fría y pesada que es la P-38. Espero a que mi objetivo[54] llegue a casa.
Llevo unas semanas haciendo reconocimientos y sé que los jueves mi objetivo llega a casa después del entrenamiento de lucha libre, aproximadamente a las 17:53. Normalmente va a su habitación, que está en la planta baja, y se queda allí una hora antes de cenar.
El objetivo acostumbra a navegar por internet mientras llega la hora del rancho, momento en el cual se reubica en la cocina.
El brillo de la pantalla del portátil ilumina la cara del objetivo y le hace parecer un alienígena o un demonio o un pez dentro de una pecera iluminada, y observar la expresión vacía del objetivo iluminada por la pantalla ayuda a visualizar el acto de matarlo: la extraña luz lo deshumaniza de forma efectiva.
He practicado el tiro desde el borde del bosque usando la mano como pistola.
Pero hoy me voy a acercar sigilosamente hasta la ventana, voy a disparar un tiro a bocajarro a través del cristal y voy a introducir el brazo por entre los afilados colmillos de vidrio para meterle seis balazos más —mezclando disparos al pecho y a la cabeza— y asegurarme así de que el objetivo ha sido neutralizado. Después escaparé en dirección al bosque, donde acabaré con mi segundo objetivo con la bala de la recámara antes de que llegue la policía local y el FBI.
Ese es mi plan.
Todo lo que tengo que hacer es esperar a que el objetivo encienda la luz de la habitación: esa es la pieza de dominó que desencadenará los acontecimientos.