QUINCE

Escuchar a Baback tocando es una de las pocas cosas que me hacen sentir mejor y, como ya he tomado la determinación de pegarle un tiro a Asher Beal y pegarme yo otro, no quiero arriesgarme a verlo en acción con su violín. Me temo que su música me seduciría, me engañaría para seguir viviendo un día más, como ha hecho tantas otras veces. Así que al entrar en el auditorio, digo:

—Baback, hoy no me quedo.

—¿Qué? —dice, fingiendo estar horrorizado.

Lleva unos tejanos de color oscuro, unas Vans de cuadros y una camiseta de Dos colgaos muy fumaos, y se me ocurre que ha cambiado muchísimo. Aunque sigue siendo muy diferente del resto de alumnos, se ha americanizado.

—¿Y por qué estás faltando a la tradición, si no te importa que te lo pregunte?

En lugar de responder, saco su regalo de la mochila —un sobre envuelto en papel rosa— y digo:

—Esto es para ti.

Mi voz suena atronadora y el enorme auditorio vacío me hace eco. Él me mira a los ojos y dice:

—¿Qué es?

—Quiero que sepas que disfruto una barbaridad escuchándote tocar el violín, y que los mediodías que he pasado perdido entre las notas… Bueno, dejémoslo en que no tienes ni idea de cuánto me ha ayudado el violín durante los últimos años. Si no te hubiese escuchado, la mayoría de días hubiesen sido insoportables. Tienes un verdadero don y espero que nunca dejes de tocar. Quiero darte algo que exprese mi gratitud, para que sepas que aprecio tu música más de lo que crees. A lo mejor parece que simplemente estoy dormido al fondo de la sala, pero para mí significa mucho más que eso: gracias a tu música tengo un aliciente diario, es como tener un amigo. El mejor amigo que tengo en el instituto, quizá. Así que quería darte las gracias por eso.

Me doy cuenta de que se me están humedeciendo los ojos, así que me miro los pies y estiro el brazo para ofrecerle a Baback el rectángulo de color rosa.

Coge el sobre y dice:

—¿Por qué me dices esto justamente hoy, Leonard?

—Necesitaba darte esto. Es un regalo.

—¿Por qué está envuelto en papel rosa?

—El color no tiene nada que ver.

—¿Me estoy perdiendo algo? —pregunta.

Tengo la vaga esperanza de que se dé cuenta de que es mi cumpleaños, pero no estoy seguro del motivo. Aun así, me emociono pensando que él podría adivinarlo.

Abre el papel y el sobre, lee el cheque que he extendido a nombre de Democracia Verdadera en Irán y dice:

—¿Es una broma o qué?

—¿Qué? No, en absoluto. Es un cheque para ayudar a los que luchan por la libertad en tu país.

—¿De verdad piensas que voy a picar?

—Son mis ahorros para la universidad: no voy a ir. Ni siquiera he hecho la selectividad.

—¿Por qué te burlas de mí? ¿Acaso sabes cómo es la vida para la gente de Irán? Esto no es un chiste, Leonard. Hay cosas que no se pueden tomar a broma.

—Ya lo sé. El cheque es de verdad, te lo juro por dios. Envíalo a la causa y lo verás. Espero que el dinero ayude en la lucha: son todos los ahorros que iba a destinar a la universidad. Mis abuelos me dejaron un montón de dinero.

—No entiendo por qué te pasas tanto.

—Creí que te alegrarías…

Él suspira y se pasa las manos por el pelo, que hoy lleva suelto hasta los hombros.

—Mira, te agradezco que me defendieses en segundo y agradezco esta… ayuda. Sé que estás un poco girado; que vas a tu bola. Y me parece bien. Pero yo nunca te he hecho nada, nunca me he portado mal contigo y, aun así, llegas y me insultas con un cheque falso de miles de dólares. Mis padres han pasado por millones de… no tienes ni idea de lo mal que lo ha pasado mi familia y… Ya sabes a qué me refiero —dice mientras guarda el violín en la funda—. Hoy no voy a tocar. Y tampoco quiero que me vuelvas a escuchar. Eso de que estés sentado todos los días al fondo de la sala me empieza a parecer raro.

—El cheque es de verdad —digo.

—Muy bien, Leonard.

—Que te estoy hablando en serio, joder. ¡El cheque no es falso! No seas gilipollas. Ve al banco ahora mismo y verás que estás siendo un imbécil.

—¿Qué haces con ese gorro? —dice—. ¿Te has cortado el pelo?

Lo miro y me doy cuenta de que en realidad no le caigo bien.

Tenía razón: en cuanto das el primer paso para conocer mejor a alguien de tu edad, todo lo que te parecía mágico se convierte ante tus ojos en un montón de mierda.

Me mira como si me odiara, como si mi cara le diese asco, y quiero que deje de hacerlo.

—Deberías hablar con alguien —dice—. Con la psicóloga o algo.

—He intentado hablar contigo y mira lo que he conseguido.

—Escucha: es obvio que tienes problemas, Leonard, y lo siento. De verdad. Pero hay gente con problemas peores que los tuyos, te lo aseguro. Sal de este pueblo de vez en cuando y verás que tengo razón. Lo que tú tienes son problemas del primer mundo.

Sale por la puerta y de pronto caigo en que debe de haberse cabreado de lo lindo, porque es la primera vez que no ensaya a la hora de comer estando el auditorio vacío. La primera vez en tres años.

Cojo el cheque que no se ha querido llevar, me siento en uno de los asientos rojos, que más que asientos son un artículo de coleccionismo, y me pongo a cavilar sobre lo que ha dicho: que hay gente con problemas peores que los míos. Tardo un total de tres segundos en llegar a la conclusión de que es un comentario de mierda. Como si los habitantes de Irán fuesen más importantes que yo porque se supone que su sufrimiento es más agudo.

¡Y una mierda!

Me gusta pensar en el auditorio incluso cuando no hay música de violín.

Quizá Baback no me haya hecho falta nunca.

Quizá sea como el resto.

Aquí se está mejor a solas.

Es más seguro.

¿Cómo se cuantifica el sufrimiento?

Es decir, que el hecho de vivir en una democracia no garantiza que vaya a vivir una vida sin problemas.

Ni mucho menos.

Comprendo que desde un punto de vista socioeconómico soy relativamente privilegiado, pero también lo era Hamlet y un montón de gente infeliz.

Apuesto lo que quieras a que en Irán hay gente más feliz que yo, personas que desean seguir viviendo, independientemente de quien esté al mando de la política; mientras, yo me siento como una mierda en un país supuestamente libre y quiero deshacerme de esta vida a cualquier precio.

Me pregunto si Baback se arrepentirá de haber menospreciado mi sufrimiento cuando vea las noticias esta noche.

Espero que, de algún modo, se sienta responsable; que tenga tantos remordimientos que se ponga enfermo.