La pistola nazi P-38 de la segunda guerra mundial tiene un aspecto cómico colocada en la mesa de la cocina junto al bol de gachas de avena. Parece un utensilio anacrónico, steampunk. Pero si uno se fija bien, junto a la empuñadura hay estampada una diminuta esvástica con el águila encima, y eso significa que de broma no tiene nada.
Hago una foto de la mesa con el iPhone y pienso que lo mismo podría servir de prueba que como pieza de arte moderno.
Mientras miro la composición en la pequeña pantalla me descojono, porque el arte moderno es un montón de mierda.
Un bol de gachas de avena y una P-38 a su lado como si fuera una cuchara: una foto así puede ser arte moderno, ¿verdad?
Lo dicho, un montón de mierda.
Pero también tiene su gracia.
He visto cosas peores expuestas en museos de arte de verdad, como por ejemplo un lienzo completamente blanco atravesado por una finísima línea roja.
Una vez le hablé a Herr[2] Silverman del cuadro de la línea roja; le dije que yo mismo lo podría haber hecho y él me respondió con su tono superconfiado: «Pero no lo has hecho».
Admito que la contestación fue buena y tenía su punto artístico, y además es verdad.
No volví a abrir el pico.
Así que aquí estoy, creando arte moderno antes de morir.
Puede que cuelguen mi iPhone en el museo de arte de Filadelfia y muestren la foto de las gachas nazis.
Podrían titularla Desayuno de un asesinato adolescente o algo igual de impactante y ridículo.
Apuesto lo que quieras a que la noticia correrá por el mundo del arte como la pólvora. Mi pieza de arte moderno se haría famosa en un abrir y cerrar de ojos.
Sobre todo después de haber matado a Asher Beal y de haberme volado la tapa de los sesos[3].
El valor de las obras de arte siempre aumenta cuando se asocia al artista con mierdas como cortarse una oreja a lo Van Gogh, casarse con una prima adolescente igual que Poe, hacer que tus seguidores maten a alguien famoso, como hizo Manson, hacer que disparen tus cenizas postsuicidio desde un enorme cañón como Hunter S. Thompson, que tu madre te vista con ropa de niña como a Hemingway, llevar un vestido hecho de carne cruda como Lady Gaga o que te hagan cosas atroces y acabes matando a un compañero de clase antes de reventarte la cabeza como voy a hacer yo esta tarde.
Mi asesinato/suicidio convertirá Desayuno de un asesinato adolescente[4] en una obra de valor incalculable, porque la gente quiere que los artistas sean diferentes a ellos en todos los aspectos. Si eres aburrido, agradable y normal —como solía ser yo—, no cabe duda de que suspenderás la asignatura de plástica y serás un artista bastante deficiente el resto de la vida.
Las masas no te valorarán.
Te olvidarán.
Eso lo sabe todo el mundo.
Todo el mundo.
Así que la clave es hacer algo que, en la mente de la gente normal, te diferencie para siempre del resto.
Algo importante.