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El diablo pone sus tentaciones para

arruinar y para destruir…

SAN AMBROSIO

Si sabes en dónde buscar y cómo hacerlo, y si tienes la capacidad de hurgar en cualquier sitio que desees, entonces descubrirás que el cibermundo está lleno de lugares en los que puedes encontrar cualquier información perteneciente a todo tipo de gente. Tenemos, por ejemplo, la base de datos del AND Nacional, el Registro Civil (en donde se registran nacimientos, casamientos y fallecimientos), el Registro Nacional de Salud, la Agencia de Conductores y Licencias Vehiculares, el Servicio de Identidad y Pasaportes… Vaya, la lista es inagotable. Además, si al igual que yo, puedes hackear todos estos sitios sin problema alguno, entonces no te será difícil encontrar todo lo que pueda existir respecto a una persona.

Pero aquella noche, cuando me recosté en medio de la oscuridad, usé todos los buscadores posibles y hackeé todas las bases de datos que se me ocurrieron, y, a pesar de eso, no pude encontrar información reciente sobre Howard Ellman. Al menos, no sobre el Howard Ellman que estaba buscando. Había un Howard Ellman en San Francisco que era abogado; otro que había escrito un libro llamado Cirugía artroscópica de hombro; otro que era un consumado diseñador y arquitecto con licencia… había cientos de Howard Elmmans alrededor del mundo, pero ninguno tenía vínculos con Crow Town. Escaneé millones de correos electrónicos, millardos de mensajes de texto, y nada. Revisé registros telefónicos, impuestos del Ayuntamiento, recibos de gas y electricidad, el padrón electoral, cuentas bancarias y de crédito, y nada. Tampoco sirvió de mucho cambiar las letras del apellido y buscar Elman, Elmann, Ellmann, porque continué sin encontrar nada.

Al menos ningún dato actual.

Pero de pronto, hackeé la Computadora Nacional Policial (CNP) y encontré un registro criminal de Ellman. La información no estaba actualizada del todo porque la última entrada se había registrado en julio de 2002. tampoco había muchos detalles, pero contenía lo suficiente para darme cuenta de que Davey no había exagerado al decir que Ellman era «un tipo muuuy malo de verdad».

Nombre: Howard Ellman

Tipo étnico: Caucásico

Altura: 1,85mts

Peso: 83kg

Color de ojos: Azul claro

Señas particulares/ tatuajes, etc: Ninguno

Dirección: Se desconoce

Fecha de nacimiento: 10/01/1971

Lugar de nacimiento: Addington House, Conjunto habitacional Crow Lane, Londres SE15 6CD

Ocupación: Se desconoce

Vehículos registrados: Ninguno

Sentencias/ Advertencias/ Arrestos: Arrestado sept. 1989, marzo 1990, abril 1992 por asalto agravado, todos los cargos fueron retirados subsecuentemente. Arrestado marzo 1993, oct. 1995, julio 2002 por abuso sexual, demandas retiradas, cargos retirados.

Comentarios adicionales: Se sospecha su participación en fondeo/ importación/ suministro de drogas de Clase A, pero no se ha comprobado. También es posible que esté involucrado en prostitución organizada, tráfico de armas, préstamo ilegal de dinero y tráfico de gente. Se le conoce como «El Diablo», «Hellman», o «Hell-Man». Este individuo es sumamente peligroso y se le debe aproximar con extrema precaución en todo momento.

No había fotografías en el archivo de la CNP, pero había un vínculo a los registros de custodia computarizados de la estación de policía del Barrio de Southwark. Cuando entré a esos registros encontré una imagen en JPEG de una fotografía tomada para fichar a Ellman cuando tenía veintitantos años. Era un hombre con rostro anguloso, labios delgados, cabeza rapada y una mirada desalmada. En su cara no había rastro alguno de emoción: no había miedo ni ira, ni nada. Nada en absoluto. Era el rostro de un hombre que podía acabar con una vida con la misma facilidad con la que respiraba.

En la oscuridad de mi cuarto, en la luz de la oscuridad que estaba dentro de mi cabeza, estudié ese rostro durante un largo tiempo. Y entre más lo miraba, má me intrigaba saber por cuántos crímenes tendría que responder Howard Hellman, cuánto dolor había causado, cuánto sufrimiento…

Recordé las palabras de angustia de Lucy: «Me arruinaron, Tom. Esos malditos me arruinaron por completo».

Y entonces me pregunté cuántas vidas más habría arruinado Ellman.

Eran las 03:34:42 cuando salí del departamento y cerré con cuidado la puerta. Caminé de puntillas por el corredor, hice una pausa para ponerme los zapatos y luego continué hasta el ascensor.

Mi iPiel brillaba.

Traía la capucha puesta.

Mi corazón era de hielo.