El conocimiento es poder.
FRANCIS BACON
Meditationes Sacrae. De Haeresibus (1597)
Todavía no estoy seguro de que, efectivamente el conocimiento sea poder, pero cuando Ellman se quedó parado frente a Lucy con el cuchillo en la mano, viéndola con esa mirada vacía de malevolencia, de deseo y de cualquier otra emoción, bueno, pues en ese preciso momento me bastó con el conocimiento.
Mi iCerebro tenía conocimiento.
Sabía…
Hechos, noticias, información…
Y por otra parte, yo sabía que tenía que hacer algo con ese conocimiento porque Ellman ya estaba inclinado sobre Lucy, quitándole la cinta y entonces pude ver que ella lloraba.
Yo también lloraba.
—¿Tom? —dijo Lucy entre sollozos.
Su voz era apenas perceptible debido al miedo; tenía el rostro pálido y grisáceo por la conmoción, pero cuando nuestras miradas se encontraron, me di cuenta de que en sus ojos todavía se ocultaba aquella fortaleza y que, a pesar de todo, estaba tratando de sonreírme.
Yo le devolví el gesto.
Ellman la abofeteó.
—Demonios, no lo mires a él —le dijo con bastante calma—. Mírame a mí, ¿me escuchaste? No quiero que despegues los malditos ojos de mi.
Lucy lo miró con abominación, y él, como si nada, levantó el cuchillo que tenía en la mano y se lo acercó al rostro.
—Si te quedas hincada y no dejas de mirarme, tal vez decida no cortarte, ¿comprendes?
Lucy no dijo nada, solo continuó mirándolo. Supe que no tenía intención de perder sin luchar, y eso significaba que yo tenía que actuar de inmediato, antes de que ella hiciera algo y la mataran. Tenía que mirar dentro de mí y usar todo lo que poseía: los iSentidos, el iConisimiento, los iPoderes y mi iSer. Tenia que enfocarlo todo al mismo tiempo en un instante imperecedero, en el instante de mi única esperanza final.
Cerré los ojos.
El iConosimiento ya estaba ahí… Si una batería de litio se sobrecarga, este metal blindará, es decir, se adheriría al ánodo y eso provocará que se comience a generar oxígeno en el cátodo. El oxígeno resulta altamente inflamable y por lo tanto, representa un riesgo de incendio —las iNoticias también estaban ahí…—. Un hombre falleció cuando su teléfono celular explotó y le cortó una arteria importante del cuello… los reportes locales indican que esta es la novena explosión de un celular registrada desde el 2002 —y también ya había registrado la bodega e identificado la posición de los seis teléfonos celulares. El de Ellman continuaba en el bolsillo de su saco, el de Hashim estaba en el bolsillo trasero de sus jeans, el de O’Neil, en el bolsillo delantero de sus pants, el de Tweet estaba prendido en su cinturón, el de Gunner estaba en el bolsillo de su camiseta y el de Marek en el bolsillo frontal de sus jeans.
Abrí los ojos.
Ellman ya estaba más cerca de Lucy. Ella seguía de rodillas y no había dejado de mirarlo. O’Neil se había levantado de su silla y estaba por ahí cerca. En los ojos se le podía ver una emoción enfermiza. Con una sonrisa gélida, Ellman apuntó el cuchillo hacia la parte superior del camisón de Lucy y ella arremetió contra este. Pero Ellman estaba preparado, por lo que retiró a toda rapidez la mano en la que tenía el cuchillo y luego le dio a Lucy una bofetada con la otra mano. Cuando la vi gritar y caer de nuevo sobre las rodillas, le grité:
—¡Lucy! No me mires, no voltees. No hagas nada, ¿okey? No lo enfrentes y no te muevas, solo espera, confía en mi por favor, solo…
Hashim me aporreó la cabeza con la culata de la pistola y tuve que callar. El impacto me aturdió por un momento pero no sentí dolor. Cuando voltee a ver otra vez a Lucy me di cuenta de que no se movía, solo estaba hincada sin mirar a nada, mientras Ellman se acercaba otra vez a ella con el cuchillo.
Cerré los ojos.
Estábamos llegando. iBoy y yo estábamos llegando al ciberespacio, alcanzando la miríada de senderos que había entre las estaciones, de celda a celda, de celular a celular, alrededor del mundo. Estábamos conectándonos, conectándonos a miles de teléfonos, a millones de teléfonos, a miles de millones, y comenzamos a tener acceso a todos y a conectarlos, a darles la instrucción de que debían marcar a los seis números que estaban en la bodega.
Abrí los ojos.
Solo había pasado medio segundo y Ellman acababa de rasgar el camisón de Lucy. Ahora estaba jalando lentamente el cuchillo hacia arriba para cortar la blanca tela. Pero Lucy seguía totalmente inmóvil.
Cerré rápidamente mis ojos una vez mas y volví a mi interior. Tratando de ignorar los latidos de mis corazón. Ya teníamos listas todas las llamadas, eran un millón de millones de llamadas que estaban apunto de realizarse. Solo las estábamos manteniendo en espera y al mismo tiempo, nos estábamos enfocando en la energía eléctrica con la que contábamos. La concentramos, la dirigimos, la enviamos a través de las ondas de radio de la bodega, y las dirigimos a las baterías de los seis teléfonos celulares. Los cargamos, los sobrecargamos: los sobrecargamos con cada gramo de energía posible.
Y cuando volví a abrir los ojos, supe inmediatamente que algo pasaba. Bajo la amarillenta luz de la linterna pude ver que Ellman había rasgado por completo el camisón de Lucy por el frente y O’Neil la miraba ansioso. Ahora Ellman tenía el cuchillo bajo el cuello de Lucy y la conducía hacia él, pero entonces, se paralizó de repente. Luego vi que, detrás de él, O’Neil se sorprendió por un segundo y luego miró hacia su bolsillo. Puso la mano en este y luego la alejó de inmediato.
Su teléfono se estaba calentando.
Sucedía lo mismo con los teléfonos de los demás. Se veían agitados, comenzaron a mirar incrédulo sus bolsillos, y luego supe que tenía que cerrar los ojos por última vez y terminar con todo. Tenía que cerrar los ojos y reunirme con iBoy. Juntos les enviaríamos una descarga final de energía y liberaríamos todas las llamadas al mismo tiempo.
Y entonces, solo tendríamos que desear.
Desear que estallaran los teléfonos.
Y que cuando estallara el de Hashim, no nos alcanzara.
Hicimos una pausa para realizar un ajuste final. Luego abrimos los ojos y liberamos la energía.
Las cuatro explosiones sucedieron casi de manera simultánea. ¡BOOM! ¡BOOM! ¡BOOM! ¡BOOM!, y un instante después, sentí que algo me golpeaba con violencia. Por un momento pensé que la explosión de Hashim sí me había alcanzado, pero el dolor había sido mínimo. Cuando escuché el lamento de agonía y miré al suelo, vi a Hashim tirado. La parte posterior de sus pantalones había desaparecido, junto con todo su trasero. Entonces comprendí que la explosión lo había levantado del piso y que lo que me había golpeado había sido su cuerpo al caer.
Era un asco, había sangre por todos lados y trozos de piel quemada tirados en el suelo. Desde donde estaba pude ver la punta de un hueso roto que le salía a Hashim del sangriento y chamuscado cráter que tenía en el trasero.
Pero yo no tenía tiempo para mortificarme por eso.
Miré hacia arriba y revisé la bodega para asegurarme de que Tweet, Gunner y Marek habían quedado fuera de combate. Cuando vi que todos estaban heridos con seriedad o posiblemente muertos, como en el caso de Gunner, volteé hacia donde estaba Ellman, O’Neil y Lucy.
Ella seguía arrodillada y miraba la carnicería que la rodeaba con completa incredulidad. Ellman y O’Neil solo estaban parados flanqueándola, demasiado conmocionados para moverse. Sin embargo, yo estaba seguro que la impresión no les duraría para siempre, en particular a Ellman. Tenía que actuar pronto.
—¡Lucy! —grité de repente—. ¡LUCE!
Cuando Lucy salió del estado de shock y me miró, vi que Ellman también volteaba en mi dirección.
—¡Muévete, Lucy! —grité— ¡Aléjate de él!, ¡AHORA!
Ellman se recuperó del shock con mucha rapidez y volteó a ver a Lucy. Trató de sujetarla antes de que se moviera pero no lo hizo a tiempo. Lucy ni siquiera se había tomado la molestia de ponerse de pie, solo se tiró hacia un lado y giró por el piso. Ahora se estaba poniendo de pie con dificultad y dando de tropezones por la bodega para llegar hasta mí.
—¡Detenla! —le gritó Ellman a O’Neil.
O’Neil titubeó por un instante pero luego se lanzó tras ella. Supongo que ese fue el momento en el que pude haberles gritado y advertido. Pude haberle dicho a O’Neil que dejara de correr y que se quedara donde estaba. Luego pude haberles recordado a ambos lo que les acababa de hacer a los otros y pedirles que se preguntaran por qué no les había sucedido lo mismo a ellos. Pero tarde o temprano se darían cuenta que la única razón que no había hecho que explotaran sus teléfonos era porque estaban demasiado cerca de Lucy.
Pude haberlo hecho.
Pero no lo hice.
Solo cerré mis ojos un instante para hacer lo que tenía que hacer y los abrí de nuevo para ver cómo explotaba la parte frontal de los pants de O’Neil. ¡BOOM! Fue como si las piernas se le hubieran torcido y desatornillado mientras corría; se le vencieron en medio de un baño de sangre y luego se desplomó gritando y gimiendo mientras se sujetaba la entrepierna. En ese momento Lucy cayó al suelo junto a mis pies sin aliento y sollozando, con las rodillas llenas de cortadas y sangre. Nos miramos y sonreímos en medio de la aflicción, luego miré hacia arriba para ver a Ellman, No se había movido todavía, solo estaba de pie viendo con curiosidad a O’Neil. Creo que en ese momento supo que todo había terminado, que le había llegado su hora.
Y estaba en lo correcto.
Esperé a que me mirara. Y cuando lo hizo, cuando fijó sus vacíos ojos azules en los míos, me encontré con su mirada durante un segundo o dos.
Y luego observé, sin emoción alguna, cómo explotaba su pecho.