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El estado de fuga es un desorden de memoria disociada que

se caracteriza por una situación de conciencia alterada y por

la interrupción de los aspectos fundamentales de la vida

cotidiana del individuo, tales como la identidad e historia

personales. El estado de fuga a veces se desencadena por

un suceso traumático y, por lo general, es de corta duración

(de entre unas cuantas horas a varios días). Sin embargo,

también puede llegar a durar varios meses o incluso años.

Durante este tipo de fuga, el individuo puede llegar a viajar

o deambular de manera inesperada y, en ocasiones, puede

incluso establecer una identidad nueva.

Sé muy bien lo que sucedió los siguientes diez días. Sé lo que hice y, en aquel momento, estaba muy consciente de ello. Estaba ahí, era yo, era yo mismo. Sabía perfectamente lo que hacía y por qué lo hacía.

Pero ahora que trato de recordar aquellos días (sin ayuda de mis iRecuerdos), lo único que me viene a la memoria son fragmentos de situaciones que no parecen tener nada que ver con mi forma de ser.

Fragmentos.

Fotos.

Momentos inconexos.

… en mi cuarto, sentado en el piso junto a la ventana abierta. Los rayos de la luz solar del mediodía entran y bañan mi cabeza. Tengo los ojos cerrados y en mi iCerebro zumban mil millones de palabras. Está escuchando llamadas telefónicas, leyendo correos electrónicos y mensajes de texto. Está escaneando el inframundo de Crown Town en busca de algo útil, algún dato incriminatorio… nombres, lugares, fechas, cualquier cosa.

Se siente bien verlo todo, escucharlo todo.

Pero no soy yo.

Es una aplicación informativa de la policía. Busca las ondas radiales, escanea las palabras, encuentra a los tipos malos: ladrones, traficantes, ladronzuelos, fugitivos, soldados, traidores, vendedores de drogas. Los encuentra y los delata de forma automática con la policía.

A todos ellos.

A la aplicación de mi iCerebro no le importa quiénes son ni lo que hacen, solo los ve como un blanco; gángsters en potencia de once años que distribuyen drogas y armas en bicicletas; chicos pandilleros (Cuervos y FGH) que se pelean entre sí solo por el puro gusto de hacerlo. Y luego, los otros chicos, los que solían ser gángsters en potencia, los que solían ser niños pandilleros y ladronzuelos, los que ahora se pasan la vida haciendo lo que siempre habían deseado: traficar con drogas, ganar un montón de dinero, vivir la vida… golpear y disparar y asesinar y violar…

A la aplicación de mi iCerebro no le importa a qué se dedican. No le importa si son pobres, si no reciben educación, si están aburridos, si son adictos, si se sienten abrumados, si se sienten solos o si, sencillamente, no conocen otra forma de vida mejor. Ne le importa si fueron parte de familias disfuncionales, si no tienen quién los guíe, si no tienen quién los ayude, si no cuentan con alguien quien les muestre lo que la vida puede llegar a ser en realidad. Tampoco le importa si son todo lo contrario, si son ricos, si fueron a la escuela ni si conocen una vida mejor.

A la aplicación, le vale madres.

Pero claro, a ella tampoco les cayo mal y ni siquiera los culpa. No los juzga. Para la aplicación ellos son solamente objetos.

La aplicación no tiene sentimientos.

Solo cumple su función.

Y yo solo dejo que lo haga. Porque siento que es la misión que me corresponde: por Lucy, por Abue, por mí…

Por todos nosotros.

Solo lo hago.

… iBoy patrulla Crow Town en la noche con su iPiel encendida. Fastidia negocios de drogas y peleas. Quema coches, derrite bicicletas y asusta a los Cuervitos. Atraca a los ladronzuelos, les roba sus armas, sus cuchillos y sus machetes.

… se mete en un departamento de Eden, Son las 03:15:44. Una madre ebria duerme en su cuarto, sus dos hijos lo hacen en el de junto. Me muevo en la oscuridad como un pálido fantasma que brilla, encuentro una mochila en la cocina. Saco del bolsillo la pistola automática de Troy O’neil, la limpio y la meto en la mochila.

Me alejo de Eden House y llamo a la policía.

—Departamento tres, piso catorce de Eden House —les digo—. Yusef Hashmin tiene una pistola en una mochila que está en la cocina.

… y en otros departamentos, otras noches, otros sonidos de gente que duerme. El pálido fantasma planta una bolsa de heroína por aquí, una de cocaína por allá…

… incontables iHoras que paso trabajando en la computadora de mi cabeza. Envío mensajes de texto falsos y fotografías fotoshopeadas, subo videos a YouTube, divulgo mentiras tremendas en chat rooms y blogs. Las mentiras se convierten en rumores, los rumores, en hechos: Nathan Craig es un soplón; Big y Little Jones son terroristas; DeWayne Firman posteó un mensaje en MySpace en el que dice que Howard Ellman es un maricón…

… Domingo 11 de Abril, 19:47:51. Tom Harvey está sentado en una banca de la zona infantil pensando en Lucy. No la ha visto como en una semana y sabe que todo es culpa de iBoy. iBoy y Lucy ya tienen el habito de enviarse por lo menos un par de mensajes en Bebo todos los días. Y a Tom se le sigue olvidando que él no es iBoy y que él no es quien habla con Lucy todo el tiempo. También se le olvida que Lucy no está al tanto de todo eso y que, por lo tanto, se estará preguntando por qué no ha ido Tom a verla.

O tal vez no se lo pregunta.

Para Tom es muy desconcertante saltar entre iBoy y él mismo todo el tiempo; tratar de recordar quién es y quién debería ser. Y cuando piensa en Lucy, casi siempre siente que ella lo engaña con él mismo. O tal vez al revés. Como si ella lo engañara pero sin saber que el otro chico al que ve (o vaya, al que le escribe en Bebo), en realidad ni siquiera es otro chico. Es Tom.

Cierra los ojos.

Hay un nuevo mensaje en Bebo para Lucy.

hey, iBoy, ¿ya te enteraste de todo lo que ha estado sucediendo en el conjunto?

no, ¿qué?

ya sabes, que las pandillas se han estado peleando entre sí y que la policía ha terminado arrestándolas. se puede leer en todos los periódicos, están atrapando a todos los traficantes y hay rumores de que hay por ahí un supermán pateándoles el trasero a todos los cuervos y los fgh. ¿no te habías enterado?

¿yo?, ¿por qué habría de enterarme?

ajá, sí, ¿por qué habrías de enterarte tú? Por cierto, me dijo ben que ayer le dieron una paliza a nathan craig, que, al parecer, estuvo bastante fuerte. dice ben que unos de los chicos más grandes se enteraron de que había dado el pitazo sobre un negocio y que le dieron una lección.

¿ah si?

ajá, además, los policías cacharon a Yusef con una pistola, dewayne desapareció y nadie la ha visto durante días, qué gracioso, es cómo si todos los que tuvieron algo que ver con lo que me pasó, estuvieran atravesando una muy mala racha.

¿en serio? debe de ser algo así como karma.

ajá, bueno… tú solo ten cuidado, ¿ok?

Agirl xxx

yo siempre tengo cuidado. te veo después.

iBoy xxx

Justo en ese momento, cuando iBoy se sale de Bebo, Tom se levanta y ve a un montón de FGH que caminan por Crow Lane. Sabe que son FGH porque casi todos llevan puesta ropa de Adidas, una costumbres que tienen. Son como ocho o nueve y se dirigen al sur. Poco a poco se alejan de la zona infantil y se acercan más a Fitzroy House. La mayor parte tiene como entre dieciséis y diecisiete años, pero también los acompañan varios niñitos y un par de chicas.

Las chicas captan la atención de Tom.

Tienen como trece o catorce y ambas estarán vestidas con falditas y mini tops. Ambas se esfuerzan por que parezca que se están divirtiendo mucho. Gritan, ríen y juegan con los chicos. Pero hay algo en ellas que a Tom le parece extraño. No está seguro de qué se trata, pero se da cuenta de que la situación es bastante rara. Es la forma en la que los chicos las miran, es una mirada fría y vacía a pesar de que les sonríen. También es la forma en que las chicas se miran entre sí, como tratando de darse confianza, como diciendo, «es solo un poquito de diversión, ¿no?»

Es la forma en que algunos de los chicos no dejan de mirar hacia atrás mientras los otros mantienen rodeadas a las niñas, sin dejar que se alejen…

Algo no anda bien.

Tom se levanta de la banca y comienza a seguirlos.

No reconoce a ninguno y está seguro de que ellos tampoco lo conocen a él. Son FGH y los FGH no se mezclan con los chicos de este lado del conjunto. Por eso ni siquiera se molesta en encender su iPiel, solo los sigue como el ordinario Tom.

Durante un tiempo no pasa nada.

Los chicos y las chicas continúan caminando, y cuando se acercan mas a Fitzroy House, las niñas como que se quieren echar para atrás. Tratan de defenderse y volver un par de veces. Pero ellos las sujetan y las jalan por el camino. Todos siguen riendo y carcajeándose, hasta las chicas. Tom se pregunta si no se habrá equivocado. Tal vez sí se están divirtiendo un poco. Tal vez las chicas solo están dándose a desear un poco. «O tal vez —piensa Tom de repente—, tal vez solo eres tú. Quizá solo sea el hecho de que eres un empedernido y patético romántico que cree que a la gente se le debe tratar con respeto. Porque vaya, a ti te crio una abuela soltera que se gana la vida escribiendo cursis historias de amor, ¿no es así? Y ella solía leerte esas historias de amor antes de dormir…».

«Dios —piensa y hace una pausa momentánea—, ¿acaso se trata de eso?, ¿de toda esa onda del caballero de armadura brillante?, ¿del superhéroe?, ¿de poner a los malos en su lugar, de salvar a damiselas en peligro, de cercenar dragones maléficos?, ¿es eso lo que estoy tratando de hacer?»

No es un pensamiento muy agradable. De hecho, es algo vergonzoso. Y por un minuto o dos, Tom considera con mucha seriedad darse la vuelta y regresar a casa. ¿Por qué no? Solo olvídate de las chicas, van a estar bien. Solo olvídalas. Olvídate de todo. Solo da la vuela, regresa a casa y pasa el resto de la noche viendo porquerías en la televisión con Abue.

Y está a punto de hacerlo, a punto de dar la vuelta e irse a casa…

Pero entonces, ve la camioneta.

Es una camioneta Transit blanca que se acerca a toda velocidad por Crow Lane desde el lado norte. Cuando se acerca a los FGH, cuatro de ellos sujetan a las chicas y las arrastran hacia un lado de la calle. Al principio las chicas creen que ellos solo quieren jugar otra vez, llevarse pesado, reírse un rato. Entonces las chicas gritan, los insultan un poco; forcejean y los enfrentan, pero en realidad no lo hacen muy en serio. Siguen pensando que se trata de un juego. Sin embargo, Tom sabe que no lo es. Lo sabe por el cambio de actitud del rostro de ellos. Tienen los labios tensos, se mueven de manera rápida y furtiva, mirando hacia todos los lados, verificando que no haya testigos.

Tom enciende la iPiel; cuando la camioneta se detiene a un lado de la calle, él ya va corriendo. Las puertas de atrás se abren y dos FGH más saltan de la parte de atrás y comienzan a ayudarles a los otros a jalar a las chicas a la camioneta. Ellas por fin se dan cuenta de que va en serio, fatalmente en serio. Más de doce tipos las están arrastrando hacia la parte trasera de una camioneta y ya nadie se ríe. Las chicas entran en pánico y tratan con desesperación de zafarse. Patalean, se retuercen, forcejean y tratan de gritar para pedir ayuda. Pero dos de los chicos les están tapando la boca.

iBoy corre lo más rápido que puede, sus pies golpean el pavimento con fuerza. Está como a diez metros de la camioneta cuando uno de los chicos lo ve y advierte a los demás. Se detienen para enfrentarlo y cuando se dan cuenta de que lo que los persigue es una especie de mutante fluorescente con capucha, se quedan parados, demasiado asombrados para actuar. Pero en ese momento, uno de ellos, un tipo con piel macabramente blanca, asqueroso y desagradable sobremanera, les gritó.

—¡Ustedes súbanlas a la camioneta! ¡Los demás vayan a traer a ese maldito! —El sonido de su voz pone a todos en acción.

Seis de ellos se dan la vuelta y forman una especie de línea detrás del asqueroso tipo. Se interponen entre iBoy y la camioneta. Los demás siguen jaloneando a las chicas para subirlas. iBoy sabe que ya no le queda mucho tiempo. Si logran subirlas y acelerar, será demasiado tarde.

Es por ello que no desperdicia tiempo en pensar qué hacer, solo lo hace.

Sigue corriendo, va derecho contra el Asqueroso. Justo cuando lo alcanza, éste de saca una navaja del pantalón. iBoy aúlla como loco y se avienta contra el tipo; arroja una enorme descarga de electricidad. Se escucha un ¡CRACK! ensordecedor que atraviesa el aire. Por un instante, todo desaparece en medio de un rayo cegador color azul eléctrico. La energía y el calor son tan intensos que a iBoy se le achicharra el vello del brazo.

Se queda parado ahí durante algunos segundos en espera de que desaparezca de sus ojos la imagen del rayo. Luego mira al suelo y ve varios cuerpos ahí. Son siete. Algunos están semiconscientes, se quejan débilmente, tosen, escupen y se tallan los ojos. Pero la mayoría están noqueados. Los cuerpos yacen en el suelo en una inmovilidad absoluta. El Asqueroso es al que peor le va. Está tirado a unos dos metros de iBoy con la cara quemada y las cejas ardiendo todavía. Su chamarra de nylon se fundió con su piel, y le sale sangre de las orejas, nariz y boca.

iBoy mira a los otros, a los que están en la camioneta con las chicas. Los dos que le quedan más cerca están arrodillados y todavía se cubren la cabeza con las manos. Otros dos ya van corriendo hacia Fitzroy House. Los últimos dos siguen sujetando a las chicas pero no hacen el intento de moverse.

—Déjenlas ir —dice iBoy.

Las sueltan y ellas se tambalean hasta donde está iBoy.

—¿Están bien? —les pregunta.

—Ajá, creo que sí —dice una de ellas mientras contempla los cuerpos que yacen en el piso. La otra no dice nada, solo llora.

—¿En dónde viven? —le pregunta iBoy a la primera.

—En Disraeli.

—¿Pueden regresar solas a casa?

Ella asiente.

—¿Segura?

—Ajá.

—Entonces vayan —les dice con gentileza—. Van a estar bien, solo vayan directamente a casa, ¿de acuerdo?

Ella lo mira titubeante. iBoy se da cuenta de que su mirada está llena de preguntas: ¿quién eres?, ¿qué eres?, ¿qué les hiciste?

—Creo que lo mejor será que lleves a tu amiga a casa —le dice iBoy—. Está conmocionada.

—Ajá, sí, claro —dice la primera niña y luego se acerca más a su amiga y la abraza. Le dice algo para animarla, se enjuga las lágrimas y luego mira a iBoy.

—Gracias —le dice sonriente—, en serio, quien quiera que seas, gracias.

Él le sonríe.

La chica asiente, da la vuelta y entonces ambas comienzan a caminar de regreso a casa.

iBoy las observa por un momento y se asegura de que estén bien. Luego da la vuelta y mira a los dos chicos que quedan en la camioneta. No se han movido.

—¿Están esperando algo? —les pregunta.

Ellos niegan con la cabeza.

—Bueno, entonces lárguense.

Ellos se van corriendo.

iBoy rodea la camioneta por el frente. La puerta del conductor está abierta pero no hay nadie ahí. El conductor debe haber huido en algún momento. iBoy se inclina, saca las llaves y las deja caer al suelo. Coloca el dedo en la ranura y da un jalón rápido. El tablero se ilumina, el motor retumba y luego comienzan a salir unas chispas de debajo del cofre. En tan solo unos segundos, sale humo del motor y aparecen unas llamaradas azules.

iBoy cierra la puerta de la camioneta, escupe al suelo y se va.

No mira hacia atrás.