Luxor

EL mensaje esperaba a Jalifa en cuanto colgó. Era el número de un móvil. Egipcio, le pareció. Lo marcó. Respondió la mujer. Le dijo que estaban a unas dos horas de Rosetta. ¿Podía subir costa arriba? Respondió que sin problemas. Había vuelos regulares de Luxor a Alejandría vía El Cairo.

—Pero en avión no puedo ir armado. Ni con identificación policial.

—Da igual —dijo ella—. Tenemos armamento suficiente. Mándenos un mensaje a este número en cuanto sepa el vuelo. Y ni se le ocurra jugarnos una mala pasada.

Jalifa no entendió la expresión, pero captó lo esencial. Empezó a decirle que nada más lejos de sus intenciones, pero ella ya había colgado. Se quedó un momento inmóvil; una minúscula señal luminosa parpadeaba en el interior de su cabeza. Estaba demasiado exaltado para hacerle caso, las emociones se lo llevaban por delante. Hacer justicia era todo lo que le importaba. Justicia por su hijo. Le daba igual cómo lo consiguiera. Apartó las dudas, cogió el teléfono y llamó a EgyptAir para reservar un billete hacia el norte.