Conclusión

HACE veinticinco años que vivo en mi casa, en Francia.

He pasado página, se ha impuesto una nueva vida, pero he tenido que luchar para integrarme. La función pública me ha ofrecido esa segunda oportunidad. Tras diez años en la administración central del Ministerio de Asuntos Exteriores, conseguí un trabajo como secretaria bilingüe en el Instituto de Estudios de Seguridad, hoy una agencia de la Unión Europea. Además de ser francesa, me siento completamente europea.

Conocí a Robert, un suizo de lengua alemana que vivía en París, que es mi marido desde 1994. Él adoptó a mi familia, a Jean-Jacques y a sus hijas Aurélie y Alexandra Phou, a las que trasladé todo el amor que no pude prodigarle a mi añorada Jeannie.

Con este libro, quiero hacerme testigo de cargo del monstruoso régimen de los jemeres rojos y rendir homenaje a quienes me liberaron, los soldados del ejército regular vietnamita que estaba en guerra contra la ideología más sanguinaria de la época, el comunismo maoísta que inspiró a Pol Pot.

Desgraciadamente, los gritos, sean de hambre o desesperación, no logran que los desaparecidos vuelvan a la vida. Sólo rezo por que sus almas descansen en paz. Siempre los llevo conmigo, en lo más profundo de mi corazón, donde he sepultado, lejos de las turbulencias, todos esos recuerdos.