PERIODISTA Y ESCRITOR SUDAFRICANO fallecido prematuramente a los 66 años de edad, la obra de James McClure (Johannesburgo, 1939 - Oxford, Inglaterra, 2006) ha ido ganando con el tiempo, acreditando hoy una calidad reconocida universalmente.
Y, sin embargo, apenas ha sido publicada en España. De las ocho novelas que componen el ciclo protagonizado por el teniente Tromp Kramer y el sargento Mickey Zondi, de la Brigada de Homicidios y Robos de Trekkersburgo, únicamente tres han sido traducidas al español —The Steam Pig [El cerdo de vapor] (1971), The Caterpillar Cop [El leopardo de la medianoche] (1972) y The Artful Egg [El huevo con truco] (1984)— y la primera y la última ya han sido descatalogadas.
Muy alejado de los fríos nórdicos que animan la moda de la novela policíaca actual, el traductor Ramón García lo ha definido como «el último gran hard-boilef», el último gran autor de novela negra. Pero si algo caracteriza a McClure, aparte de eso, de su compromiso con la novela criminal más crítica, es la riqueza de matices de su literatura, que lo convierte en un escritor inclasificable.
Paco Ignacio Taibo II, que lo conoció y editó, escribió que «pocas novelas de tema criminal pueden compararse con las del sudafricano James McClure. Cuando parece que está estableciendo un marco para una tradicional novela enigma, rompe el esquema y nos encontramos ante un autor que bordea el surrealismo, cuando creemos que estamos ante un narrador de literatura de “procedimiento criminal”, rompe el esquema y nos coloca ante una novela sociológica de riquísimas raíces; cuando creemos que estamos leyendo una literatura criminal hiperrealista, McClure desata el humor y nos envuelve. ¿Cómo llamarlo? No sé, pero sin duda se trata de algo nuevo y evidentemente brillante».
Observador profundo y obsesivo de la realidad social sudafricana durante la época del apartheid, McClure rompe con muchos de los esquemas del género y demuestra que todavía hay un gran espacio de investigación literaria para la narrativa policíaca. Su ironía, potencia narrativa y capacidad para reflejar sin concesiones la podredumbre de la sociedad racista y violenta de su país le condujeron al exilio en Inglaterra, pero ofrecieron a los lectores un puñado de novelas prodigiosas, de esas que atrapan de tal modo que uno desearía que nunca acabasen.
De la serie de Kramer y Zondi permanecen inéditas en español The Gooseberry Fool (1974), Snake (1975), The Sunday Hangman (1977), The Blood of an Englishman (1980) y esta, La canción del perro (1991), que es la última y al mismo tiempo la primera no por una paradoja bíblica, sino porque publicada más tarde que todas las demás relata el episodio en el que el duro y afrikáner policía Kramer conoce al sagaz y humilde Zondi, que enseguida se convertirá en su sargento cafre, en su compañero indispensable para indagar en las cocinas de las grandes casas propiedad de los potentados ingleses y en las orillas y alcantarillas de una sociedad brutal y racista por la que de vez en cuando cruza de refilón la sombra de Nelson Mandela.
El 28 de junio de 2006, el diplomático británico David Mathieson escribía en el obituario publicado en El País: «Con James McClure siempre hubo una paradoja entre el escritor y la persona. Era un maestro de la novela negra, tratando el lado más oscuro del ser humano, porque, como él comentaba, “el crimen te dice mucho acerca de una sociedad”. Sin embargo como persona era un conversador muy divertido, muy abierto y risueño. Combinaba el agudo poder de observación de un periodista con el amor del novelista por lo absurdo y lo irónico. Esa combinación le convirtió en un gran fabulador, con una base de valores muy sólidos».
«Un gran narrador, un enorme y sutil narrador», afirmaba el traductor Ramón García tras conocer la muerte de McClure.
Y como muestra de todo ello, sólo hay que pasar unas páginas para comenzar a disfrutar de La canción del perro, magníficamente traducida al español por Susana Carral. Produce un placer doble poder leerla y editarla.
El Editor