Fabel lo había presenciado todo. Había permanecido allí de pie mientras Anna era abatida a tiros. Había divisado los fogonazos y luego cómo se desmoronaba en el suelo. Tendría que haberse mantenido en su puesto, pero, sin pensárselo dos veces, bajó las escaleras corriendo y salió a la calle mientras pedía por radio a gritos una ambulancia.
Cuando llegó junto a ella ya había dos agentes MEK atendiéndola, aplicándole compresas a presión sobre las heridas de las piernas. Werner también estaba allí, apartando el pelo de la cara. Fabel sintió un mareo al ver cómo se teñían de color carmesí las gasas que le habían aplicado.
—Anna… —Cayó de rodillas a su lado—. Anna… lo siento.
Tenía la cara pálida, casi gris. Respiraba de modo superficial y acelerado, pero movió la cabeza y sonrió débilmente.
—La culpa no es suya. Es mía. Ahora ya estoy preparada para ese curso de control de la ira…
Llegó la ambulancia y los enfermeros se apresuraron a atenderla, ordenando a Werner y Fabel que retrocedieran. Dietz, el comandante MEK, se les acercó.
—¿Qué demonios estabais haciendo? —le gritó Fabel en la cara—. ¿Cómo coño has permitido una cosa así? Pedí vuestra intervención porque esto es justamente lo que no quería que pasara. —Señaló a Anna, rodeada de enfermeros.
—Antes de que sigas gritando, Fabel, te recuerdo que dos de mis hombres están muertos, y dos más se encuentran en estado crítico con graves quemaduras. La cagada no es mía, es tuya. ¿Por qué demonios no nos has dado la orden de abatirla antes de que llegase a la avenida? Ella sabía que debíamos disparar con cuidado si conseguía situarse entre nosotros y los edificios. Allí. —Señaló el parque con un dedo enguantado—. Allí era donde teníamos más posibilidades.
Werner, ya sin peluca, interpuso su corpachón entre ambos.
—Dejadlo ya, por el amor de Dios. Esto no sirve de nada, Jan. Tenemos otras tres bajas. El rehén está en estado crítico, con una bala en las tripas; hay un agente uniformado muerto y otro civil herido. Un desastre completo.
—¿Hemos encontrado ya el coche?
—No. No creo que sea difícil. Tiene el parabrisas destrozado.
—Esa hija de puta no se dejará llevar por el pánico ni emprenderá una huida a lo loco —dijo Fabel—. Yo creo que habrá dejado el coche cerca y habrá robado otro. Quiero que la sala de control del Präsidium nos informe de cualquier vehículo robado en un radio de cinco kilómetros. O de un Polo abandonado con graves desperfectos. Entre tanto, que todas las unidades móviles registren los callejones, las calles laterales y los solares… cualquier lugar donde haya podido dejarlo tirado. Pero estoy seguro de que lo encontraremos muy cerca. Y que detengan e interroguen a cualquier mujer que vaya sola a pie. Un mínimo de dos agentes. Extremando la cautela.
—Otra cosa —dijo Dietz—. Estoy prácticamente seguro de que le he dado. Hay sangre un poco más arriba, en la calzada. Creo que le he dado en la pierna.
—Tendrá que intentar buscar un sitio donde curarse. Todavía está aquí, Werner. Hemos de encontrarla.