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No sabía que estaría hoy de vuelta —dijo Ivonne, entrando con una bandeja de café y un montón de papeles y dejándolo todo sobre la mesa de Sylvie—. ¿Qué tal le ha ido por el Este?

—Muy bien. Estoy a punto de dar con la persona que buscaba. La que tiene todas las respuestas. Solo voy a quedarme unos días en Hamburgo. ¿Estos son los documentos?

—Sí. Todo lo que me pidió. La información que he logrado sacar sobre Gennady Frolov y todo lo que he encontrado sobre las empresas de NeuHansa que me indicó. Y el último número, junto con varios atrasados, de la revista que me había pedido: la que organizó la protesta en el Kiez la noche del asesinato de esa estrella pop británica. Por cierto, Andreas Knabbe la está buscando. Debería responder de vez en cuando a los mensajes del móvil. De hecho, debería responder alguna vez al móvil. —Ivonne puso una expresión torturada—. Cuando digo que Herr Knabbe la está buscando, quiero decir en plan airado y con toda la artillería preparada. Me parece que no le gustó nada que no estuviera aquí para cubrir la explosión de esa bomba en el puerto. Según se rumorea, Gennady Frolov era una de las personas que estaba cenando en el restaurante.

—¿Frolov? —Sylvie frunció el ceño—. Suena como si el blanco hubiera sido él. ¿Qué quiere? Knabbe, digo.

—Probablemente su cabellera. Ah, otra cosa. Algo raro ha sucedido en Altona, no lejos de donde usted vive. Hace cuatro días cortaron la calle y hubo un montón de policías en un par de apartamentos. Y después, nada.

—¿Cuál es la versión oficial?

—Por ahora, ninguna.

—Entonces es que quieren ganar tiempo —afirmó Sylvie—. No van a dar información falsa, así que están tratando de mantenerse en silencio tanto como puedan. ¿Quién lo está cubriendo?

—Ese bicho raro… Brandt. —Ivonne arrugó la nariz con asco—. Ya sabe cuál digo, el que huele mal.

—Ese no se encontraría el culo ni con las dos manos; mucho menos va a destapar una historia —dijo Sylvie—. ¿Algo más?

—No… ¿Debería haber algo?

—Es solo que estaba esperando un mensaje. ¿No ha llamado o enviado un email un tal Siegfried?

—No, que yo sepa.

En cuanto se quedó sola, Sylvie empezó a hojear la información que Ivonne había reunido. Estaba pasando las páginas del último número de Muliebritas cuando le llamó la atención un anunció: un extracto de la Saga de Njál.

Los cielos están manchados con la sangre de los hombres,

Mientras las valquirias cantan su canción.

«Vaya, pensó. Esto sí que es una coincidencia endiablada».