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Nunca la he visto en la tele —dijo la vieja, mientras dejaba en la mesa la bandeja con café y galletas hechas al horno.

—Es un canal por satélite. —Sylvie sonrió y tomó la taza que le ofrecía. El café tenía un regusto acaramelado: Rondo Melange—. Veo que no tiene satélite. Nuestro canal abarca la mayor parte del norte. Debería ponerlo. ¿Es que no mira mucho la televisión?

—Oh, sí. La tengo todo el día puesta. Me hace compañía, ¿sabe? Y me encantaría tener satélite, pero no me lo puedo permitir. —La vieja se sentó—. ¿A quién decía que está buscando?

Sylvie calculó que la mujer no era tan vieja. Quizá setenta años. Pero como muchas mujeres de esa edad, se había abandonado. Estaba algo gorda y deformada, y su piel pálida se veía áspera y presentaba un disco eccematoso en la barbilla.

—¿Usted trabajó para el Ministerio de Seguridad? En los viejos tiempos quiero decir, Frau Schneeg —preguntó Sylvie.

—Ah, sí… —La mujer alzó las manos con una expresión que parecía totalmente desprovista de astucia—. Pero yo no tenía nada que ver con todo aquello. Ya me entiende, el fisgoneo y demás. Yo solo era una archivera.

—Entiendo, Frau Schneeg. —Sylvie sonrió—. Naturalmente. Pero usted trabajaba en los archivos del personal.

—Sí, pensiones, asignaciones salariales…

—Exacto. A ver si puede decirme si conocía a alguna de estas personas.

Sylvie puso la hoja sobre la mesa, junto a los pañitos bordados y las tazas de café.

—Yo no quiero verme implicada. Ya me entiende: la gente de aquí no sabe que trabajé en el ministerio. Me vine a Halberstadt cuando cayó el Muro. Tengo una sobrina aquí.

—Entiendo, Frau Schneeg —dijo Sylvie, frunciendo el ceño con seriedad—. Pero le prometo que nadie se enterará. Solo quiero encontrar a alguna de estas personas; nadie tiene por qué saber de dónde he sacado la información. Eso suponiendo que pueda ayudarme. Estoy buscando a gente que trabajara con el coronel Adebach o con el comandante Drescher…

—No sé…

—Mi empresa quedaría muy agradecida si usted nos ayudase —dijo Sylvie—. Estoy segura de que podríamos proporcionarle el receptor y la antena parabólica. Y algunas suscripciones…

Frau Schneeg miró a Sylvie fijamente. Luego dijo:

—Déjeme echar un vistazo a esa lista…