Durante la mañana me costó mucho concentrarme en las clases. Me obsesionaba todo lo ocurrido en los dos últimos días. Había algunas cosas de las que me acordaba que me hacían sonreír y otras que me obligaban a ponerme colorada.

No obstante, de lo que siempre me acordaba era de Danielle y de cómo había cambiado.

¿A qué sería debido? Parecía como si parte de ella estuviera ahora contenida con todas sus fuerzas y eso debía suponerle un esfuerzo enorme. No tenía nada de particular si se consideraba que siempre estaba muy tensa y su humor no era nada bueno. ¿Por qué lo hacía?

No era necesario en absoluto. Era una mujer maravillosa, de auténtico ensueño, y casi llegaba a parecer que no quería que eso se viera.

Meneé la cabeza.

—¿No es usted de mi opinión? —Tenía junto a mí al profesor de Historia, que me miraba con fijeza. No sabía a qué se refería. Por supuesto, yo no había escuchado nada de lo que había dicho. Sólo soñaba con Danielle.

—¡Sí, sí, por supuesto! —exclamé, aunque lo normal era que discutiera mucho con él.

También él se quedó extrañado ante mi pacífica reacción, pero no podía hacer mucho contra eso.

—En su opinión, ¿cuál fue el desencadenante de la Guerra de Secesión? —preguntó.

Ahí no me podía coger. La guerra civil americana era mi tema favorito.

—Intereses económicos, creo —dije, mientras echaba mi silla hacia atrás.

—La opinión general tiende a decir que fue el tema de los esclavos —replicó, mientras sonreía con malicia. Pensaba que me había atrapado.

—Pues la opinión general se equivoca, al menos en parte —respondí—. Si tenemos en cuenta que los esclavos no eran más que una mercancía, está muy claro que mi respuesta ha sido la adecuada.

—¿Estaría dispuesta a contestar eso en el examen? —preguntó, mordaz.

—Si aparece el tema, por supuesto —repliqué—. Hay mucha bibliografía que lo corrobora.

Así que su «opinión general» no era tan general como decía. A lo mejor sólo era su propia opinión.

—Así no va a llegar usted muy lejos —repuso, disgustado, mientras se volvía hacia su mesa.

«En todo caso, bastante más lejos que tú», pensé. Estaba segura de que no llevaría una vida aburrida en una escuela, siempre contando lo mismo durante treinta años. ¿Cómo iba a hacer una cosa así, si estaban por medio el azul del mar Egeo… y los maravillosos ojos de Danielle?

Empecé a soñar otra vez.