En el aparcamiento Win frunció el entrecejo y guardó su revólver del calibre 44.
—Nadie sacó un arma.
Myron no dijo nada. Subió al coche. Win subió al suyo.
El móvil de Myron sonó antes de que pasasen cinco minutos. Era Hester Crimstein.
—Retiran los cargos —dijo la abogada—. Esperanza saldrá en libertad mañana. Ofrecen una exoneración total y una disculpa si prometemos no pleitear.
—¿Lo aceptará?
—La decisión le corresponde a Esperanza. Pero creo que estará de acuerdo.
Myron fue hasta la casa de Bonnie. Su madre abrió la puerta y lo miró furiosa. Myron pasó a su lado y encontró a Bonnie sola. Le mostró la nota. Ella lloró. Él la abrazó. Miró a los dos niños dormidos y permaneció en la puerta hasta que la madre de Bonnie le tocó el hombro y le pidió que se fuese. Él lo hizo.
Volvió al apartamento de Win. Cuando abrió la puerta, la maleta de Terese estaba junto a la entrada. Entró en el vestíbulo.
—Has hecho la maleta —dijo Myron.
Ella sonrió.
—Amo a un hombre que no pasa nada por alto.
Él esperó.
—Dentro de una hora me marcho a Atlanta —explicó ella.
—Ah.
—Hablé con mi jefe en la CNN. La audiencia está bajando. Quiere que mañana vuelva a estar en el aire.
—Ah —dijo Myron de nuevo.
Terese se tiró del anillo que llevaba en el dedo.
—¿Alguna vez has probado una relación a larga distancia? —preguntó.
—No.
—Quizá valdría la pena intentarlo.
—Quizá.
—Me han dicho que el sexo es fantástico.
—Ese nunca ha sido nuestro problema, Terese.
—No —dijo ella—. Nunca lo ha sido.
Él consultó su reloj.
—¿Has dicho sólo una hora?
Terese sonrió.
—En realidad, una hora y diez minutos.
—Vaya —dijo él y se acercó.
A medianoche Myron y Win estaban en la sala viendo la televisión.
—La echarás de menos —dijo Win.
—Este fin de semana vuelo a Atlanta.
Win asintió.
—El mejor escenario.
—¿Qué significa?
—Significa que eres el tipo lamentable y necesitado que se siente incompleto sin una novia constante. ¿Quién mejor que una mujer de carrera que vive a mil seiscientos kilómetros?
Más silencio. Miraron una reposición de Frasier en el Canal 11. La serie comenzaba a atraparlos a los dos.
—Un agente representa a sus clientes —dijo Win durante los anuncios—. Eres su abogado. No puedes preocuparte por las repercusiones.
—¿De verdad lo crees?
—Claro, ¿por qué no?
Myron se rio.
—Sí, ¿por qué no? —Miró otro de los anuncios—. Esperanza dijo que me estoy sintiendo cada vez más cómodo saltándome las reglas.
Win no dijo nada.
—La verdad es que lo llevo haciendo desde hace un tiempo —dijo Myron—. Soborné a unos agentes de policía para ocultar un delito.
—No sabías la gravedad del delito.
—¿Eso importa?
—Por supuesto que sí.
Myron negó con la cabeza.
—Pisoteamos la maldita línea de falta hasta que ya no la vemos nunca más —comentó en voz baja.
—¿De qué hablas?
—Hablo de nosotros. Sophie Mayor dijo que tú y yo hacemos las mismas cosas que ella hizo. Nos tomamos la justicia por nuestras propias manos. Rompemos las reglas.
—¿Y?
—Por lo tanto no está bien.
Win frunció el entrecejo.
—Venga, por favor.
—Los inocentes resultan heridos.
—La policía también hiere a los inocentes.
—No de esa manera. Esperanza sufrió cuando no tenía nada que ver con todo esto. Clu mereció ser castigado, pero lo que le ocurrió a Lucy Mayor fue a todas luces un accidente.
Win se golpeó la barbilla con dos dedos.
—Si dejamos a un lado el argumento sobre la relativa severidad de conducir borracho, al final no fue sólo un accidente. Clu decidió enterrar el cuerpo. El hecho de que no pudiera vivir con la culpa no es excusa.
—No podemos seguir haciendo esto, Win.
—¿Haciendo qué?
—Rompiendo las reglas.
—Deja que te plantee una pregunta, Myron. —Win continuó golpeándose la barbilla—. Suponte que tú eres Sophie Mayor y Lucy Mayor tu hija. ¿Qué hubieses hecho?
—Quizá lo mismo —admitió Myron—. ¿Eso lo convierte en correcto?
—Depende —dijo Win.
—¿De?
—Del factor Clu Haid: ¿puedes vivir contigo mismo?
—¿Se reduce a eso?
—A eso se reduce. ¿Puedes vivir contigo mismo? Sé que puedo.
—¿Estás cómodo con eso?
—¿Con qué?
—Con un mundo donde las personas se toman la justicia por su mano —dijo Myron.
—Dios santo, no. Yo no receto este remedio para los demás.
—Sólo para ti.
Win se encogió de hombros.
—Confío en mi juicio. También confío en el tuyo. Pero ahora quieres volver atrás en el tiempo y tomar una ruta alternativa. La vida no es así. Tomas una decisión. Era buena basada en lo que sabías. Algo duro, ¿pero no lo son todas? Podría haber funcionado de otra manera. Clu se podría haber beneficiado de la experiencia, convertirlo en una persona mejor. Lo que quiero decir es que no puedes preocuparte por consecuencias lejanas e imposibles de ver.
—Sólo preocuparme del aquí y el ahora.
—Precisamente.
—Y con lo que puedes vivir.
—Sí.
—Así que la próxima vez —dijo Myron—, debería optar por hacer lo correcto.
Win sacudió la cabeza.
—Confundes lo correcto con lo legal, o aparentemente moral. Pero no es el mundo real. Algunas veces los buenos quebrantan las normas porque saben que es lo mejor.
Myron sonrió.
—Cruzan la línea de falta. Sólo por un segundo. Sólo para hacer el bien. Después vuelven corriendo al territorio legal. Pero cuando lo haces demasiado a menudo, comienzas a borrar la línea.
—Tal vez se supone que hay que pintar la línea —dijo Win.
—Quizás.
—Haciendo balance, tú y yo hacemos el bien.
—Ese equilibrio podría estar mejor si no cruzásemos tanto la línea; incluso si esto significase dejar que unas pocas injusticias continuasen siéndolo.
Win se encogió de hombros.
—Tú decides.
Myron se echó hacia atrás.
—¿Sabes lo que me preocupa más de toda esta conversación?
—¿Qué?
—Que no creo que cambie nada. Que creo que probablemente tienes razón.
—Pero no estás seguro —dijo Win.
—No, no estoy seguro.
—Y sigue sin gustarte.
—Con toda claridad, no me gusta —afirmó Myron.
Win asintió.
—Es todo lo que quería oír.