Myron intentó librarse de la imagen. No tenía otra opción. Pero no podía evitarla. No podía dejar de preocuparse. Preocuparse nunca había sido su estilo en el pasado, ni siquiera cuando se avecinaba una crisis. Ahora de pronto tenía una sensación rara en el estómago. Era verdad lo que decían. Cuanto mayor te haces, más te pareces a tus padres. Muy pronto le estaría diciendo a un chico que no sacase el brazo por la ventanilla o lo perdería.
Win se reunió con él delante del auditorio. Estaba en la clásica pose Win, la mirada tranquila, los brazos cruzados, totalmente relajado. Llevaba gafas de diseño y parecía ultraacicalado. Informal GQ.
—¿Problemas? —dijo Win.
—No.
Win se encogió de hombros.
—Creía que nos íbamos a encontrar en el interior —añadió Myron.
—Eso hubiese significado que tendría que oír más a Sawyer Wells.
—¿Tan malo es?
—Imagínate, peor que un dúo de Mariah Carey y Michael Bolton —respondió Win.
—Ay.
Win consultó su reloj.
—Ahora mismo debería acabar. Debemos ser valientes.
Entraron. El Cagemore Center era una enorme instalación con infinidad de salas de concierto y conferencias que se podían reducir a cualquier tamaño por medio de tabiques corredizos. Había una sala donde realizaban actividades de colonias para niños. Win y Myron se detuvieron y escucharon a los niños cantar: «El granjero en la nava».
El sonido hizo sonreír a Myron.
«… el granjero en la nava, el granjero en la nava, io io o, el granjero en la nava…».
Win se volvió hacia Myron.
—¿Qué es una nava? —preguntó.
—No tengo ni idea.
Win se encogió de hombros y entraron en el auditorio principal. Delante había una mesa que vendía la parafernalia de Sawyer Wells. Casetes, libros, revistas, carteles, banderines (aunque qué podía hacer uno con un banderín de Sawyer Wells superaba la capacidad imaginativa de Myron) y sí, camisetas. Títulos a cual más genial: La guía Wells para el bienestar, Las reglas Wells para el bienestar, La clave para el bienestar: Tú. Myron sacudió la cabeza.
El auditorio estaba abarrotado. Y la multitud tan callada, que hubiesen avergonzado al Vaticano. En el escenario, moviéndose de aquí para allá como Robin Williams en sus días de cómico, estaba el gurú de la autoayuda. Sawyer Wells, resplandeciente con un traje sin chaqueta, los puños de las mangas doblados una vez, tirantes de fantasía que le cortaban los hombros. Una buena presentación para un gurú de la autoayuda. El traje caro te hace apestar a éxito, mientras que sin la chaqueta y las mangas recogidas te dan un aire de tipo normal. Un conjunto perfectamente equilibrado.
—Todo va sobre ustedes —dijo Sawyer Wells a una audiencia embobada—. Si no recuerdan nada más de hoy, recuerden esto. Todo va sobre ustedes. Hagan que todo sea ustedes. Todas las decisiones son ustedes. Todo lo que ven, todo lo que tocan, es un reflejo de ustedes. No… más que eso, son ustedes. Ustedes lo son todo. Y todo es ustedes.
Win se inclinó hacia Myron.
—¿No es una canción?
—Creo que de los Stylistics. De principios de los setenta.
—Quiero que recuerden esto —continuó Sawyer—. Visualicen. Visualícenlo todo como si fuesen ustedes. Sus familias son ustedes. Sus trabajos son ustedes. Cuando caminan por la calle, aquellos árboles preciosos son ustedes. Aquellas rosas que florecen son ustedes.
—El baño apestoso en la estación de autobuses —dijo Win.
Myron asintió.
—Tú.
—Ven al jefe, al líder, al que gana el sustento, la persona de éxito, la gratificada. Esas personas son ustedes. Nadie puede dirigirles porque el líder son ustedes. Se ponen delante del oponente, y saben que ganarán porque ustedes son el oponente. Saben cómo vencerse a ustedes mismos. Recuerden, ustedes son el oponente. El oponente son ustedes.
Win frunció el entrecejo.
—¿Pero no sabes cómo derrotarte a ti también?
—Es una paradoja —asintió Myron.
—Tienen miedo a lo desconocido —continuó Sawyer Wells—. Temen al éxito. Tienen miedo a arriesgarse. Pero ahora saben que lo desconocido son ustedes. El éxito es ustedes. Correr riesgos es ustedes. Ustedes no tienen miedo de ustedes, ¿verdad?
Win frunció el entrecejo.
—Escuchen a Mozart. Den largos paseos. Pregúntense qué han hecho hoy. Háganlo todas las noches. Antes de irse a dormir, pregúntense a sí mismos si el mundo es mejor gracias a ustedes. Después de todo, es su mundo. Ustedes son el mundo.
—Si comienza a cantar We Are the World, utilizaré mi arma —afirmó Win.
—Pero tú eres tu arma —señaló Myron.
—Él también es mi arma.
—Correcto.
Win lo pensó.
—Si él es mi arma y mi arma le mata, es un suicidio.
—Asuman la responsabilidad de sus acciones —proclamó Wells—. Es una de mis reglas para el bienestar. Asuman las responsabilidades. Cher dijo una vez: «Las excusas no te salvarán el culo, vale». Escúchenlo. Créanlo con todo su corazón.
El hombre estaba citando a Cher. La multitud asentía. No hay Dios.
—Confiesen algo de ustedes a un amigo; algo horrible, algo que nunca querrían que nadie supiese. Se sentirán mejor. Continuarán viendo que son dignos de amor. Y dado que el amigo es ustedes, en realidad se lo están diciendo a ustedes mismos. Tengan interés por todo. Ansíen el conocimiento. Esa es otra regla. Recuerden que todo va de ustedes. Cuando aprenden otras cosas, en realidad están aprendiendo de ustedes mismos. Conózcanse mejor.
Win miró a Myron, su expresión era dolida.
—Vamos a esperar afuera —dijo Myron.
Pero la fortuna estaba con ellos. Dos frases más tarde Sawyer Wells había acabado. La multitud enloqueció. Se levantaron, aplaudieron, gritaron como el público en el Arsenio Hall.
Win sacudió la cabeza.
—Cuatrocientos dólares la sesión.
—¿Es eso lo que esto vale?
—Él es tu dinero.
Las personas se acercaron al escenario con las manos extendidas hacia el cielo en la vana esperanza de que Sawyer Wells pudiese inclinarse y tocarlos. Myron y Win miraron. La mesa con la parafernalia de Wells se vio ahora invadida como la fruta podrida por las moscas.
—La versión urbana de un predicador rural —comentó Win.
Myron asintió.
Por fin Sawyer Wells saludó y abandonó el escenario. La multitud continuó aplaudiendo y comprando. Myron casi esperaba que una voz anunciase que Elvis había dejado el edificio. Win y Myron se abrieron paso entre la muchedumbre.
—Ven —dijo Win—. Tengo pases para ir entre bastidores.
—Dime que estás de broma.
No lo estaba. De verdad que ponían «Pase de bastidores». Un guardia de seguridad vestido de paisano los miró con gesto agrio y observó los pases como si fuesen de la película de Zapruder del atentado a J. F. K. Satisfecho, los dejó pasar el cordón de terciopelo. Sí, cordón de terciopelo. Sawyer Wells vio a Win y corrió hacia ellos.
—¡Me alegro tanto de que haya podido venir, Win! —Se volvió hacia Myron y le tendió la mano—. Hola, soy Sawyer Wells.
Myron se la estrechó.
—Myron Bolitar.
La sonrisa de Sawyer tembló pero se mantuvo.
—Es un placer conocerle, Myron.
Myron se decidió por el ataque frontal.
—¿Por qué cambió el análisis de dopaje de Clu Haid para que pareciese que consumía heroína?
La sonrisa continuó allí, pero no estaba bien puesta.
—¿Perdón?
—Clu Haid. ¿El nombre le suena?
—Por supuesto. Como le dije a Win ayer, trabajé muy a fondo con él.
—¿Trabajó cómo?
—Para mantenerlo apartado de las drogas. Tengo una larga experiencia como consejero sobre ese tema. Fue la preparación que hice. Ayudar a los adictos.
—No es tan diferente de lo que hace ahora —comentó Myron.
—¿Perdón?
—Las personas con personalidades adictivas necesitan una adicción. Si no es el alcohol o las drogas, quizás es la religión, o la autoayuda. Lo que hacen es simplemente cambiar adicciones; confiamos en que sea una menos dañina.
Sawyer Wells asintió con entusiasmo.
—Es un punto de vista muy interesante, Myron.
—Vaya, gracias, Sawyer.
—Aprendí mucho de la fragilidad humana, de nuestra falta de autoestima, de adictos como Clu Haid. Como dije, trabajé muy a fondo con él. Su fracaso me dolió mucho.
—Porque fue su fracaso —apuntó Win.
—¿Perdón?
—Usted lo es todo, y todo es usted —explicó Win—. Usted es Clu Haid. Él falló, por consiguiente usted falló.
Sawyer Wells mantuvo la sonrisa. Pero fue diferente cuando miró a Win. Sus gestos eran más controlados, más precisos. Era uno de aquellos tipos que intentan imitar a la persona con la que conversan. Myron lo detestaba.
—Veo que llegó al final de mi seminario, Win.
—¿No comprendí bien el mensaje?
—No, no es eso. Pero un hombre crea su propio mundo. Es lo que quiero transmitir. Usted es lo que crea, lo que percibe. Asume la responsabilidad. Es el componente más importante de la guía Wells al bienestar. Asume la responsabilidad de sus propias acciones. Admite el error. ¿Sabe cuáles son las dos frases más hermosas del mundo?
Win abrió la boca, se detuvo, miró a Myron, sacudió la cabeza.
—Demasiado fácil —dijo.
—Soy responsable —continuó Sawyer—. Es culpa mía. —Se volvió hacia Myron—. Dígalo, Myron.
—¿Qué?
—Venga. Es fantástico. Diga: soy responsable, es culpa mía. Deje de pasar la pelota en su vida. Dígalo. Venga, yo lo diré con usted. Win, usted también.
Myron y Sawyer dijeron:
—Soy responsable. Es culpa mía.
Win permaneció en silencio.
—¿Se siente mejor? —dijo Sawyer.
—Fue casi como el sexo —opinó Myron.
—Sí, puede ser muy poderoso.
—Sí, bueno. Escuche, Sawyer, no estoy aquí para criticar su seminario. Quiero obtener información del análisis de dopaje de Clu. Fue amañado. Tenemos pruebas que lo demuestran. Usted ayudó a realizar aquel análisis. Quiero saber por qué hizo que pareciera que Clu tomaba drogas.
—No sé de qué me habla.
—La autopsia demuestra de forma concluyente que Clu no había tomado drogas por lo menos desde hacía dos meses antes de su muerte. Sin embargo, a usted le dio un resultado positivo hace tan sólo dos semanas.
—Quizá la prueba fue defectuosa —dijo Sawyer.
Win hizo un chasquido.
—Diga: «Soy responsable. Es culpa mía».
—Deje de pasar la pelota en su vida —añadió Myron.
—Venga, Sawyer. Es fantástico.
—No es gracioso —protestó Sawyer.
—Espere —dijo Win—. Usted es todo, por lo tanto usted es el análisis.
—Y usted es un tipo positivo —señaló Myron.
—Por lo tanto el resultado del análisis fue positivo.
—Creo que ya he escuchado bastante —dijo Sawyer.
—Está acabado, Wells —afirmó Myron—. Hablaré con la prensa.
—No sé nada de lo que me habla. No sé nada de un análisis amañado.
—¿Quiere oír mi teoría? —preguntó Myron.
—No.
—Usted deja a los Yankees y se va a trabajar para Vincent Riverton, ¿correcto?
—Yo no trabajo de forma exclusiva para nadie. Su empresa pública mi libro.
—También es el archienemigo de Sophie Mayor.
—Usted no lo sabe —dijo Sawyer.
—Él vivía para ser propietario del equipo. Cuando ella se lo adquirió, él se cabreó. Sophie acabó siendo todo lo que Nueva York quiere en un propietario porque se ocupa de sus propios asuntos. Ella ha hecho una única cosa, comprar a Clu Haid, y fue algo hermoso. Clu lanza mejor de lo que nadie podía soñar. Los Yankees comienzan el camino hacia la grandeza. Entonces aparece usted. Clu no pasa el análisis. Sophie Mayor parece incompetente. Los Yankees se derrumban.
Sawyer pareció recuperarse un poco. Algo en lo que Myron acababa de decir le había dado un poco de aire. Curioso.
—Eso no tiene el menor sentido.
—¿Qué parte?
—Todo —dijo Sawyer. Sacó pecho—. Sophie Mayor fue muy buena conmigo. Yo trabajaba como consejero en drogadicción en los centros de rehabilitación de Sloan State y Rockwell cuando ella me dio la oportunidad de prosperar. ¿Por qué iba a querer perjudicarla?
—Dígamelo usted.
—No tengo ni idea. Creí firmemente que Clu tomaba drogas. Si no lo hacía, entonces el análisis dio un resultado incorrecto.
—Usted sabe que los resultados se comprueban dos veces. No hubo error. Alguien tuvo que amañarlo.
—No fui yo. Quizá debería hablar con el doctor Stilwell.
—¿Pero usted estaba allí? ¿Lo admite?
—Sí, estaba allí. Y no continuaré dignificando sus preguntas con respuestas.
Dicho esto, Sawyer Wells dio media vuelta y se alejó.
—Creo que no le caemos bien —dijo Myron.
—Pero si todo va de usted, entonces nosotros somos él.
—¿Entonces no se gusta a sí mismo?
—Triste, ¿verdad?
—Por no decir confuso —opinó Myron.
Fueron hacia la salida.
—Por lo tanto, ¿adónde vamos, Oh Motivado? —preguntó Win.
—Starbucks.
—¿Hora del latte?
Myron sacudió la cabeza.
—Hora de enfrentarse a FJ.