Las bicicletas públicas aparecieron en Ámsterdam en 1968. Se trataba de unas bicicletas muy simples y robustas que se podían dejar y recoger gratis en cualquier lugar. Otras ciudades europeas implantaron sistemas parecidos, que tuvieron un éxito relativo debido a problemas de vandalismo y mantenimiento. En 1995 se implantó a gran escala un sistema con pago de monedas en Copenhague, que aún funciona, y en 1997 en Rennes la contrata del mobiliario urbano y la publicidad ofreció como un plus el establecimiento de un sistema de bicicletas públicas. Este fue el inicio de la competencia entre los dos gigantes mundiales de la publicidad y el mobiliario urbano, Clear Channel y JC Decaux, para desarrollar un modelo de gestión que llegó a su forma actual con la contrata de Lyon en 2005. Desde este año se han implantado, tan sólo en Francia, una veintena de instalaciones de este estilo y una cuarentena en España.
El sistema Vélib de París, introducido 2007. Cuenta con un terminal muy completo desde el que se pueden comprar, con tarjeta de crédito, los abonos diarios, semanales y anuales. Dispone ya de 20.000 bicicletas y 1.600 estaciones.
Pero lo que empezó como un complemento del mobiliario urbano se ha convertido en un fenómeno de movilidad, y las empresas operadoras de sistemas de transporte público están desembarcando en el sector, con la consecuencia de que empiezan a aparecer esquemas integrados de transporte público en los cuales el soporte de pago de los abonos de transporte es el mismo que el de las bicicletas públicas. Además, se ha observado que la implantación de un sistema de bicicletas públicas impulsa también el uso de la bicicleta privada, consolidando su incorporación a las políticas globales de gestión de los desplazamientos urbanos.
El Bicing de Barcelona, introducido en 2007. Las bicicletas se anclan en bases fijas y al acercar el abonado su tarjeta sin contacto al sensor, la pantalla le indica el número de bicicleta que debe recoger, que se desbloquea automáticamente. Los abonos son anuales, y por la primera media hora no hay pago adicional. Actualmente cuenta con unas 400 bases, 6.000 bicicletas y 180.000 abonados (11% de la población).
Los sistemas de bicicletas públicas han desarrollado también un nuevo concepto: el transporte público individual. Hasta ahora, el transporte público ha sido asociado a transporte colectivo (tren, autobús…) mientras que el transporte privado se asociaba a individual (coche, moto…), con la notable excepción del taxi, un transporte público individual. Los sistemas de bicicletas urbanas han desarrollado una compleja tecnología mixta de gestión de flotas, mecánica, telemática, implantación urbana… que tiene por delante un futuro prometedor, al permitir disociar los conceptos de uso (individual) y propiedad (colectiva). Y este concepto será clave para el desarrollo del coche eléctrico, de cuyo futuro ya pocos tienen dudas. En efecto, el coche eléctrico urbano es un vehículo poco interesante para su disfrute en propiedad, por su poca autonomía y versatilidad, pero el desarrollo de flotas públicas promovidas por fabricantes y administraciones será probablemente la mejor forma de acelerar su implantación.
Berlín, 2005. Implantación del sistema de bicicletas públicas de la DB (compañía de los ferrocarriles alemanes). El abonado envía un mensaje telefónico con el número de la bicicleta que quiere coger y recibe otro mensaje con un código que le permite desbloquear la bicicleta. No existen bases fijas de bicicletas, sino que éstas se pueden dejar en cualquier lugar visible de la vía pública.