El hecho de ir en bicicleta

Tenemos la bicicleta y tenemos las infraestructuras necesarias en un entorno agradable. Ahora sólo falta darle a los pedales, cada cual en el uso que le convenga: el deportivo, el lúdico o simplemente el uso como medio de transporte. Y ahí ya no hay tanta ciencia por descubrir. Entramos en el mundo de lo que quiere decir «ir en bici». En el mundo de el «hecho de ir en bicicleta». Ese es un mundo de actitud, de aprender a sufrir y a soportar dolor. El ciclismo es un entrenamiento de la vida misma.

Los efectos del ciclismo sobre el cuerpo humano, a nivel físico y mental han sido ampliamente estudiados. Las conclusiones son claras y una de las muchas maneras de contarlo es hacerlo a través de las palabras del cardiólogo Valentí Fuster.

Valentí Fuster (Cardona, 1943) es Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona, director de la unidad de cardiología del Mount Sinai, el centro más prestigioso de Nueva York, presidente de la Asociación Mundial de Cardiología. Cardiólogo y ciclista, ha contado en numerosas ocasiones lo beneficiosa que resulta la práctica del ciclismo. El mismo, como muchos de los que amamos este deporte, cada invierno se prepara para subir un puerto del Tour, sabiendo que el 50% es una cuestión mental. En efecto, siempre ha defendido de forma rotunda el uso de la bicicleta como medio de transporte, como un método preventivo de enfermedades cardiovasculares, antidepresivo y antiestrés. Para Valentí Fuster, el reto de afrontar una cima mítica de la ronda francesa supone una gratificación, una escapada hacia la libertad, algo así como poder aislarse de este mundo tan estresante en que nos ha tocado vivir.

Tourmalet, Galibier, Alpe d'Huez, Aubisque, Aspin, Peyresourde, Mont Ventoux… son algo así como maravillas que se exponen ante nuestros ojos y que esperan cada verano la visita de enamorados cicloturistas como él, o como cualquiera de nosotros o como tantos otros con los que te cruzas, te superan o superas en este tipo de ascensiones.

Al ciclismo no necesariamente se debe llegar de joven. Él mismo cuenta que empezó sólo hace algo más de 10 años. Para ello se entrena casi a diario, a veces con el rodillo, para fortalecer la musculatura, aunque durante las tres semanas de vacaciones de verano prefiere el fuego real y experimentar la satisfacción de subir a la bicicleta y completar, como mínimo, medio centenar de kilómetros al día.

Ascender al Tourmalet, necesita una cierta preparación, pero hay que tener claro que el 50% es una cuestión mental, de confianza en uno mismo. De todos los puertos que ha ascendido, la mayoría de los de los Pirineos y Alpes, no tiene ninguna duda al afirmar que el Mortirolo, situado en la Alta Valtellina, uno de los símbolos del Giro de Italia, se trata del puerto más duro de Europa, sin que ninguna montaña de la ronda francesa pueda rivalizar en cuanto a dificultad. El cardiólogo cuenta que en el Mortirolo uno se retuerce, se ahoga, se asfixia —comentario al que se une humildemente el autor de este capítulo— pero como en el resto de cumbres, en los momentos de dificultad, uno piensa que el esfuerzo ha valido la pena.

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Inicio de la ascensión al Mortirolo. La pendiente media sostenida del 10,5% y las rampas con pendientes del 20%, empiezan a asfixiar desde el primer kilómetro.

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Gino Bartali, Il Ginettaccio, vencedor de 3 Giros de Italia y Fausto Coppi, Il Campionissimo, vencedor de 5 Giros de Italia, 2 Tours de Francia y Campeón del Mundo (1953), grandes rivales ciclistas italianos en los años previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Su rivalidad dividía a los italianos en el terreno político, religioso y deportivo. Aunque por encima de esa rivalidad, sesenta años antes que Andy Schleck y Alberto Contador, compartían una gran amistad. Incluso equipo, donde muchas veces uno actuó de gregario del otro y viceversa. Bartali fue de los primeros ciclistas en utilizar el cambio de marchas Campagnolo que permitió por primera vez cambiar de plato sin tener que bajar de la bici y cambiar de posición manualmente la cadena.

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Atravesar los Pirineos por la ruta de los grandes puertos del Tour es una idea que reside en la mente de todos los grupos ciclistas que ruedan por carreteras y caminos cada domingo. El Tourmalet, el Aubisque o el Peyresourde son nombres míticos que resuenan una y otra vez en la cabeza, el corazón y los oídos de muchos aficionados.

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En palabras de Valentí Fuster, «la bicicleta me permite estar en contacto con la naturaleza, a la vez que constituye un vehículo ideal para luchar contra el estilo de vida imperante, a veces neurótico, ansioso y alocado, al que muchos se ven abocados; porque, por desgracia, el mundo va a una velocidad increíble, pero las personas cada vez nos movemos menos».

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Adaptación al medio. Soledad. Aprender a sufrir. Disfrutar. Contemplar.

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En ciclismo es habitual la expresión «aprender a sufrir». La ascensión de un puerto conlleva sacrificio físico y extrema satisfacción.

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Federico Martín Bahamontes (Toledo, 1928), «El Águila de Toledo», fue un ciclista profesional entre 1954 y 1965, periodo durante el cual logró 74 victorias. Consagrado como un especialista en la montaña, venció en el Tour de Francia 1959. En las fotos Bahamontes, finalizado el Tour, volviendo a Toledo con la maleta y la bicicleta