Dicen que la cabeza piensa, pero el cuello dirige.
El juego de dirección de una bicicleta, es un mecanismo que continúa actuando esencialmente igual que en el que seguramente fue su primer prototipo, técnicamente mejorado y seguro (mayor durabilidad, precisión, suavidad,…), pero responde a la misma idea que la bicicleta draisiana (ver cap. 1) y que seguramente importó como solución de otro objeto o como componente de otro conjunto o sisa, natural o creado por el hombre.
En mi opinión, la dirección es el mecanismo que hizo pasar al objeto que nos ocupa, de juguete cortesano a vehículo útil (y por ende, a bicicleta). Fue, obviando las ruedas, claro, el mecanismo que inició la carrera tecnológica que tanto tiene que ver con nuestra manera de entender la bicicleta hoy. La dirección convirtió a un caballo de juguete en una máquina, concretamente en un vehículo mecánico personal. Un concepto inédito seguramente hasta que a la bicicleta se le incluyó esta articulación que permitía ya tratarla como una prótesis del conductor. En el momento en que la bicicleta incluye esta articulación, el conductor cambia totalmente su relación con la máquina y se convierte en ciclista, poniendo su relación con la bicicleta en un plano diferente.
Para explicar lo que significa el juego de dirección para el ciclismo, se me ocurre una afirmación que puede sernos útil:
«Si la bicicleta tiene juego de dirección, puedes utilizarla y pensar mientras en otra cosa. Si no lo tiene, no puedes hacerlo».
Bien: esta afirmación aparentemente tan inocente, demuestra que las bicicletas son realmente prótesis de las personas, y el juego de dirección es «eso» que hace que exista el ciclista como especie.
Suficiente para este capítulo.