Capítulo 9

Hayden se hallaba tumbado en el coy, rumiando lo sucedido aquel día y pensando en el motín que había estado a punto de estallar, el levantamiento o como quiera que pudiera llamarse. Incluso la negativa a dar la vela hasta ver satisfechas las demandas constituía, por definición, un motín, aunque seguramente se habrían producido infinidad de casos similares y, en la mayoría de ellos, se habrían satisfecho las exigencias de la dotación.

Se preguntó entonces qué sabía el primer secretario acerca de las circunstancias de la Themis. ¿Estaba al corriente del descontento de la tripulación? ¿Consideraba que Hayden podía remediarlo? ¿Acaso no entendía que el primer teniente, por competente que fuera, carecía de poder sin el apoyo y la confianza absoluta de su capitán? Los tenientes se limitaban a representar al capitán cuando éste no se hallaba presente; no poseían mayor autoridad que la que les confiara su oficial superior. Las continuas amonestaciones de Hart a sus oficiales en presencia de la marinería iban minando la poca autoridad que éstos tuvieran, además de constituir una constante traba al desempeño de sus responsabilidades a bordo.

Qué distinta su situación actual de la posición que había tenido a bordo de la Tenacious, a las órdenes del capitán Bourne. ¡Aquel oficial no había olvidado lo que suponía ser un simple teniente! Jamás criticaba a sus oficiales en presencia de la tripulación, sino que hablaba con ellos en privado acerca de cualquier asunto que no se hubiese resuelto a su gusto. Guiaba a sus oficiales, los ayudaba y les exigía mucho, eso por descontado, pero nadie se quejaba de ello: la oficialidad era consciente de lo que su capitán ofrecía a cambio. Para licenciarse en la escuela de Bourne había que alcanzar un conocimiento concienzudo del oficio. Hayden jamás había creído posible verse tan ninguneado por su propio capitán.

El sueño lo eludió un buen rato y su pensamiento acabó recalando en Henrietta Carthew. Recordó sus ojos, el rubor de sus mejillas, la delicada curva de su cuello. Al poco rato tuvo un sueño que lo envolvió como una ola, y el lento balanceo del barco se transformó en el acto carnal: Henrietta se hallaba debajo de él y se alzaba con cada ola hasta que él sentía el contacto de sus suaves pechos. Y entonces a su alrededor no hubo más que agua, cálida, infinita, y resuellos, y jadeos.