CCI

Quisiera contar ahora el final de Quincas Borba, que también enloqueció, gimió infinitamente, huyó desquiciado en busca de su amo y tres días después amaneció muerto en la calle. Pero es probable que, viendo la muerte del perro narrada en un capítulo especial, me preguntéis si es él o su difunto homónimo quien da título a este libro, y por qué más bien uno que otro —cuestión ésta preñada de cuestiones que nos llevarían muy lejos… ¡Hala! Llorad a los dos muertos recientes, si tenéis lágrimas. Si sólo tenéis risa, ¡reíd! Es lo mismo. La Cruz del Sur, que la bella Sofía no quiso mirar como una vez le pidió Rubião, está demasiado alta para discernir las risas y las lágrimas de los hombres.