¿Cómo iban a encontrar, sin embargo, a nuestro Rubião ni al perro si ambos habían partido para Barbacena? Ocho días antes Rubião le había escrito a Palha que lo fuese a ver; cuando Palha acudió a la casa de salud, comprobó que el enfermo razonaba claramente, sin la menor sombra de delirio.
—He tenido una crisis mental —dijo Rubião—. Ahora estoy bien, perfectamente bien. Le ruego que me haga salir de aquí. No creo que el director se oponga. Mientras, como quiero dejarle algunos recuerdos a la gente que me ha atendido, y que también ha atendido a Quincas Borba, ¿podría usted adelantarme cien mil reis?
Sin vacilar, Palha abrió la cartera y le dio el dinero.
—Intentaré hacerlo salir —dijo—. Probablemente haya que esperar unos días. (Estaba en vísperas de la fiesta). Pero no se preocupe. Dentro de una semana está en la calle.
Antes de irse conversó con el director, que le dio buenas noticias del enfermo. Una semana es poco, le dijo éste; para curarlo del todo aún necesito unos dos meses. Palha señaló que lo había visto muy sano; pero en todo caso mandaba el que sabía, y no había que precipitar el alta por más que hiciesen falta seis o siete meses.