CXCIII

El día siguiente de la fiesta doña Fernanda se levantó tarde. Fue al estudio de su marido, que ya había devorado cinco o seis periódicos, había escrito diez cartas y estaba rectificando la posición de ciertos libros en los estantes.

—Acabo de recibir esta carta —dijo él.

Doña Fernanda la leyó; era del director de la casa de salud; informaba de que Rubião había desaparecido hacía tres días, y de que a pesar de todos sus esfuerzos ni la policía ni él habían podido encontrarlo. «La fuga me asombra tanto más», finalizaba la carta, «cuanto que la mejoría era notable y se podía contar con que en dos meses más se habría recuperado del todo».

Doña Fernanda se quedó consternada; obtuvo de su marido que escribiera al jefe de Policía y al ministro de Justicia pidiéndoles que ordenasen las pesquisas más severas. Teófilo no tenía el menor interés en Rubião ni en su cura; pero quiso servir a su mujer, cuya bondad conocía de sobra, y además le gustaba cartearse con hombres de la alta administración.