CXCII

«Seis u ocho meses pasan deprisa», reflexionó doña Fernanda.

Y todos los fueron viviendo con los sucesos a hombros: la caída del gobierno, la subida de otro en marzo, el regreso de Teófilo, el debate sobre la ley de los ingenios, la muerte del novio de doña Tonica tres días antes de la boda. Doña Tonica derramó las últimas lágrimas, unas de amistad, otras de desesperanza, y los ojos le quedaron tan rojos que parecían enfermos.

Teófilo, en quien el nuevo gabinete había depositado la misma confianza que el antiguo, tuvo abundante participación en los debates de la sesión parlamentaria. Camacho escribió en su periódico que la nueva ley de los ingenios absolvía la esterilidad y los delitos provocados por la situación. En octubre Sofía inauguró sus salones de Botafogo con la fiesta más célebre de la época. Estaba deslumbrante. Ostentaba sin orgullo los brazos y la espalda. Ricas joyas; el collar era uno de los primeros regalos de Rubião, como prueba de que, en este género de atavíos, las modas duran más tiempo. Todos admiraban el donaire de aquella treintañera fresca y robusta; algunos hombres hablaban (con pena) de sus virtudes conyugales, de la profunda adoración que tenía por el marido.