CLXXXIX

Salieron. Antes de poner el pie en la acera, Sofía miró a uno y otro lado por si pasaba algún conocido; afortunadamente la calle estaba desierta. Al verse fuera de la pocilga recuperó el uso de las buenas palabras, el arte delicado y maravilloso de ganarse a los otros, y amorosamente tomó a doña Fernanda del brazo. Hablóle de Rubião y de la gran desgracia de su locura; y también del palacete de Botafogo. ¿Por qué no iba con ella a ver las obras? Sólo era cuestión de comer algo y partir en seguida.