CXLVII

Una vez solo, Rubião se arrellanó en un sillón y vio pasar muchas cosas suntuosas. Estaba en Biarritz o Compiègne, no se sabe bien; al parecer, Compiègne. Gobernaba un gran estado, recibía ministros y embajadores, bailaba, comía —y hacía otras actividades que había leído en los periódicos y se le habían grabado en la memoria. Ni los ladridos de Quincas Borba lograron despabilarlo. Estaba lejos y alto. Compiègne se encontraba en el camino a la luna. ¡Rumbo a la luna!