CXLIII

Se hizo el paseo a Tijuca, sin otro incidente que una caída del caballo al bajar. No fue Rubião quien se cayó, ni Palha, sino la mujer de éste, que venía pensando en no sé qué y fustigó al animal con rabia; el animal se espantó y la tiró al suelo. Sofía cayó con gracia. Estaba singularmente esbelta vestida de amazona, un cuerpecito tentador de justeza. De haberla visto, Otelo habría exclamado: «¡Ah, mi bella guerrera!». Rubião, al comienzo de la excursión, limitóse a lo siguiente: «¡Es usted un ángel!».