No había ningún banco, ni puesto de director, ni liquidación; ¿pero cómo habría podido Palha justificar la separación diciendo la pura verdad? Por eso la invención, tanto más fácil cuanto que Palha amaba los bancos y se moría por dirigir uno. La carrera de ese hombre era cada vez más próspera y vistosa. Los negocios le marchaban viento en popa; uno de los motivos de la separación, justamente, era no tener que dividir con otro los futuros lucros. Además Palha tenía acciones en todas partes, pólizas de oro del empréstito de Itaboraí, y en sociedad con un poderoso había hecho uno o dos suministros para la guerra que le habían rendido grandes beneficios. Ya tenía apalabrado un arquitecto que le construiría un palacete. Pensaba vagamente en una baronía.