XLIV

No vayáis a creer que el dolor era más genuino que la cólera: en sí mismos eran iguales; únicamente eran diversos los efectos. La cólera se había resuelto en nada; la humillación se expresó en legítimas lágrimas. Y sin embargo no le faltaban a la mujer ganas de estrangular a Sofía, pisarle los pies, arrancarle el corazón a pedazos, gritándole a la cara las crudas palabras que atribuía al marido… ¡Mera imaginación! Creedme: hay tiranos por intención. ¿No es posible? Por el alma de esta mujer acaba de pasar la tenue sombra de Calígula.