Todo eso pasaba ahora por la cabeza de Rubião, después del café, en el mismo lugar donde lo dejamos sentado, mirando hacia lo lejos, muy hacia lejos. Continuaba jugueteando con las borlas del batín. Al final decidióse a ir a ver a Quincas Borba y soltarlo. Era su obligación de todos los días. Levantándose fue caminando hacia el fondo del jardín.