«Parece que los comprara en una fábrica misteriosa», pensó Rubião mientras bajaba del morro. «Nunca los había visto como hoy.»
Luego vino el traslado a la casa de Botafogo, una de las que había heredado. Hacía falta amueblarla, e incluso en esto el amigo Palha prestó a Rubião gran ayuda, guiándolo con buen gusto, con conocimiento, acompañándolo a tiendas y subastas. A veces, como sabemos, iban los tres; porque, aseguraba Sofía, hay cosas que sólo una mujer sabe elegir. Rubião aceptaba agradecido y prolongaba las compras todo lo posible, consultando sin objeto, inventando necesidades, todo para estar más tiempo cerca de la joven. Ella se movía con soltura: hablaba, explicaba, demostraba.