II

¡Qué abismo hay entre el espíritu y el corazón! El espíritu del exprofesor, avergonzado de sus pensamientos, cambió de rumbo buscando otro asunto, una canoa que iba pasando; el corazón, sin embargo, se permitió seguir palpitando de alegría. ¿Qué pueden importarle la canoa y el canoísta, que sus ojos acompañan atónitos? Él, el corazón, dice que, ya que su hermana Piedade tenía que morirse, fue una suerte que no se casara; habría podido nacer un hijo o una hija… —¡Linda canoa! —¡No hay nada igual! —¡Qué bien obedece a los remos del hombre! —¡Lo cierto es que están los dos en el cielo!