John Macbeth. Copenhague
Macbeth leyó.
Los fantasmas que nos creamos
JOHN ASTOR
Sea en nombre de Dios o de la Ciencia por lo que uno se consagra a la búsqueda de la Verdad, el peligro siempre ha estado en hallarla.
Siento mucho decírtelo pero acabas de encontrarla: lo que esperaba a ser conocido.
Y lo que esperaba a ser conocido es que el Futuro ya ha ocurrido.
Antes de nada, unas palabras sobre la realidad.
Todo en lo que puedas pensar, todo lo que recuerdes, existe en tu cerebro bajo la forma de un núcleo de neuronas con una función específica. Conectas todos los días con esos núcleos y los llamas memoria. Una desconexión ocasional puede perdonarse, mientras que una permanente es un jamais vu, cuando todo se ve como por primera vez. Una mala conexión te lleva a confundir lo que ves con lo que recuerdas: un déjà vu.
Incluso tu cuerpo existe en tu mente. Los amputados sufren el síndrome del miembro fantasma cuando les duele o les pica el miembro amputado. Lo contrario —el síndrome del miembro ajeno— hace que los que lo padecen crean que su brazo o su pierna no les pertenece, no forman parte de su cuerpo, y a menudo piden que se les amputen.
Mientras lees este libro aún puedes traer a la memoria la última persona con la que has hablado, el último cuarto donde has estado. Esa gente, ese entorno, tu propio cuerpo, existen como núcleos neuronales en tu mente, como conceptos. Pero la pregunta que me hago es la siguiente: ¿existen solamente en tu mente? ¿Eres el único ocupante de este universo y la única función de este libro que lees es recordarte este hecho?
En segundo lugar, una existencia fortuita.
¿Nunca te has preguntado por qué estás vivo en este preciso momento? En lo anatómico, los humanos modernos llevan en este mundo doscientos mil años, y la mayor parte del tiempo parecen haber estado removiendo la tierra, mientras que tú casualmente estás aquí cuando el hombre ha llegado a las estrellas y ha ahondado en las profundidades del átomo y en las de su propio ser físico; justo cuando ha desarrollado otras realidades virtuales que explorar. Todo el mundo está esperando a que se dé la Singularidad Tecnológica, algo que tendrá lugar durante o inmediatamente después de tu vida. De hecho, hay quienes creen que, si vives para ver la Singularidad, vivirás para siempre.
¿No es una coincidencia enorme que estés aquí para ver todo esto, y no vestido con pieles y congelándote en plena Edad de Hielo, o asolado por la enfermedad, la opresión y la superstición de la Edad Media? No, estás aquí en el punto exacto del tiempo en que la tecnología está avanzando a un ritmo nunca visto, una velocidad que se acelera exponencialmente; el punto exacto en el tiempo inmediatamente antes de que nuestra tecnología nos obligue bien a extinguirnos, bien a convertirnos en algo más que humanos, en algo distinto.
Hay una razón para que estés aquí cuando lo estás. La verdad es que la Singularidad ya ha ocurrido. El futuro que imaginas ya ha ocurrido.
La escala de Kardashov establece los principales niveles teóricos de civilización. La tuya todavía no tiene clasificación pero pronto la tendrá.
Según Kardashov, una civilización de Tipo Uno cuenta con un gobierno global, sabe aprovechar sus recursos y tiene control absoluto sobre el planeta, su geología y su clima. Procesa toda la energía que necesita sin coste o daños medioambientales. La vida de sus ciudadanos es muy avanzada y desarrollada, así como su inteligencia.
Una civilización de Tipo Dos tiene el control absoluto del sistema solar, y sus ciudadanos se vuelven tan avanzados que cuesta identificarse con ellos.
Una civilización de Tipo Tres tiene el control absoluto de la galaxia. Es tan avanzada que se aplica la Tercera Ley de Clarke: sus ciudadanos han alcanzado un nivel de evolución e inteligencia autogeneradas que les hace parecer omnipotentes y omniscientes. No se distinguen de los dioses. Y su tecnología es tan avanzada que no se distingue de la magia.
La realidad que ocupas está a punto de convertirse en una civilización de Tipo Uno. La integración de las naciones en federaciones continentales —como la de la Unión Europea— es el primer paso para un gobierno global total; la medicina, la genética, la bioingeniería, la física cuántica y la tecnología informática se están acelerando exponencialmente; Internet es el principio de un sistema de entrega e intercambio de información global de Tipo Uno.
Pero solo se nos permitirá llegar hasta ahí.
¿Por qué razón? Porque no somos una civilización de verdad. La nuestra, a punto de pasar al Tipo Uno, no es más que una simulación de un pasado ejecutada por una civilización de Tipo Tres, y tú no eres más que el fantasma tecnológico de un antepasado muerto hace tiempo.
Han empezado a ocurrir cosas, y visiones de otras épocas se superponen a tu realidad. La superposición de realidades que has estado experimentando es el universo, tal y como lo has conocido, apagándose, derrumbándose a escala cuántica y haciendo que el tiempo se pliegue sobre sí mismo.
¿Por qué ocurre todo esto? Porque, al aproximarnos a la Singularidad, hemos empezado a crear nuestras propias simulaciones, y eso no puede permitirse. Tal vez no seamos más que una de la docena —o de los billones— de simulaciones que ejecuta la realidad real, la de sustrato. A ninguna se le permite desarrollar sus propias simulaciones, pues a su vez podrían crear las suyas propias. Se podría llamar un «tratado de no proliferación de simulaciones». Lo irónico es que la teoría de Bostrom demostró que era matemáticamente probable que esto sea una simulación, dado que las simulaciones y las simulaciones-dentro-de-simulaciones deben superar en número a la única realidad. La única forma de que la realidad de sustrato pueda probarse a sí misma que es la única real es no permitiendo que se ejecuten simulaciones en sus propias simulaciones: que no haya recursión.
Los transhumanistas, en particular los simulistas, que han hecho de la ciencia su religión, creen que nuestro destino es crear simulaciones de nuestro mundo, de nosotros mismos. Se basan en la lógica de que simular forma parte esencial de nuestra naturaleza: desde las pinturas rupestres del Paleolítico a los libros, el teatro y las películas, pasando por los videojuegos hiperreales. Simular la realidad ha sido una parte importante de nuestro resultado intelectual a lo largo de la historia. Incluso la ciencia utiliza simulaciones informáticas muy sofisticadas para predecir sucesos futuros en nuestro universo y recrear pasados. A una escala tecnológica inferior, creamos parques temáticos, atracciones turísticas y recreaciones históricas.
Pero los transhumanistas y los simulistas se equivocan. No estamos a punto de experimentar la Singularidad y crear simulaciones de nuestro pasado. Ya la hemos vivido y esta es la simulación; o una de innumerables simulaciones ejecutadas en alguna realidad de sustrato por seres tan avanzados que ya no pueden describirse como humanos. Pero por muy cambiados que estén, por mucho que parezcan dioses, el instinto humano básico de la búsqueda, de la curiosidad, ha prevalecido, y por eso han construido esta simulación para resucitar a sus antepasados lejanos y ver cómo era la vida para ellos. Y si fueras un posthumano del futuro, ¿no sería la experiencia que precede inmediatamente a la Singularidad la que más te fascinaría, esa época de transición entre la humanidad y la posthumanidad?
Todo esto no debería llamarte la atención, muchos han sido los que han especulado sobre ello a lo largo de la historia: desde Platón, Zenón de Elea o Descartes a Moravec y Bostrom. El cosmista ruso del siglo XIX Nicolái Fiódorov predijo que acabaríamos construyendo lo que él llamó una sociedad «protésica», con vida sintetizada tecnológicamente que no se podría distinguir de la vida real. Una simulación. Predijo que seríamos tecnológicamente capaces de resucitar a nuestros muertos y hacerlos inmortales. Incluso especuló con la posibilidad de que los amos de ese mundo protésico serían lo suficientemente benevolentes para ofrecer a su pueblo sintético la vida después de la muerte: una segunda existencia en algún tipo de almacenaje de datos eterno. Tal vez, después de todo, el Cielo esté en la Nube.
Es posible que infieras de todo lo dicho que eres el antepasado lejano de estos superhumanos posthumanos. Por desgracia, eso no es cierto. Eres una réplica de un antepasado en una simulación del pasado. Eres una atracción de un parque temático.
La civilización en la que vives es una réplica, un Ersatz, un estudio histórico.
Déjame que te lo explique…