MISA NEGRA

I

Versos

Así ardiera mi carne en la foguera

Así mordiera el amargor de la cicuta,

o en la horca yo muñera, y si así fuera,

aun así, nada me enluta

y me declaro desde agora

de las putas la más puta.

En el nombre del amor

todo se entrega al verdugo

Para él facemos el pan

y sólo nos da el mendrugo

Para él parimos los fijos.

Todo en nombre del amor.

Si no sabe facer pan

si no puede parir fijos

—para una su arte es poca

y para la otra, nulo—,

que trague pan por la boca

y faga niños por el culo.

El amor para mí era

la enfermedad, el tormento,

daga que hiere y lacera.

Si por cantar al amor

no vide más que lamento

y de males de amor moría.

Os dijeron ¡cocinad!

Aquí os dejo mi receta

que de agora y para siempre

dejará de ser secreta.

Tomaos por desayuno

cuando el sol salga y se yerga

de veinte zagales, uno

de luenga y de gorda verga

y buena leche bebed

que para saciar la sed

mejor que éste, ninguno.

Y a la hora de la misa

dando el cura su monserga,

hostia ni vino consiento

y tomo por sacramento

su divina y presta verga.

II

El primer verso es la síntesis de la tragedia. Es una declaración de principios y, a la vez, una predicción de su destino. Inés de Torremolinos no solamente fue de las putas, la más puta; no solamente fue la más cara y la más codiciada de las putas de España. En el larguísimo año de 1559 —más largo que su vida entera—, fundó la casta de putas más perfectas del Mediterráneo. No había que educarlas como a princesas, no había que cultivar su espíritu en el desamor, ni su cuerpo en la abstinencia de placer, ya que nunca habrían de padecer de amor, ni ser esclavas del placer. En el larguísimo año de 1559, Inés de Torremolinos no solamente ejerció y enseñó la prostitución con maestría. Se convirtió en una ferviente evangelizadora de la emancipación de los femeninos corazones. En el larguísimo año de 1559, Inés de Torremolinos hizo con su cuerpo una fortuna muchas veces superior a la que había heredado de su padre y de su difunto marido. Construyó los más espléndidos burdeles y reclutó sus pupilas entre las almas más castigadas. Desde jovencitas irremediablemente enamoradas hasta religiosas de los conventos, todas escuchaban las inflamadas arengas de Inés de Torremolinos. Cada una de ellas tenía en sus propias manos el verdadero albedrío de ser, por fin, dueña de su propio corazón.

Más de mil quinientas mujeres trabajaban en los burdeles de Inés de Torremolinos. Más de mil quinientas mujeres habían tomado el camino de la emancipación y abjurado de la maldición que significaba el Amor Veneris. La ablación la practicaba, en todos los casos, la misma Inés de Torremolinos. Ni un solo hombre participaba de las enormes ganancias que dejaban los lupanares. Era aquél un verdadero ejército de femeninas voluntades.

III

Los versos de Misa Negra llegaron a ser un temible catecismo. No había una sola mujer que, al escucharlos, pudiera evitar sentirse aludida en alguna de las estrofas: las solteras y las casadas; las viudas y las religiosas; las enamoradas y las desengañadas. Misa Negra, por cierto, era un título que aludía a la totalidad de las mujeres, por cuanto se refería a los aquelarres, a los tenebrosos ritos iniciáticos de las brujas. Y, ciertamente, las brujas estaban bien descriptas por la autoridad; en los Catálogos sobre arpías y hechiceras, podía encontrarse la perfecta caracterización de la brujas: “La que hace mal a la otra; la que muestra intento dañino; la que mira de reojo; la que mira de frente con desenfado; la que sale de noche; la que cabecea de día; la que anda con ánimo triste; la que ríe con exceso; la disipada; la devota; la espantadiza; la valerosa y grave; la que confiesa con frecuencia; la que jamás confiesa; la que se defiende; la que acusa con el índice; las que poseen conocimientos de sucesos lejanos; las que conocen los secretos de la ciencia y las artes; las que hablan diversidad de idiomas”.

La prostitución no era delito que pudiera penarse. Pero sí, desde luego, la brujería. El Catálogo de arpías y hechiceras tenía para cada zapato su horma.