Agradecimientos

Antes que nada, quiero dar mis más sinceras gracias a Linda Mair, mi esposa, por su inteligencia, su estilo, su agudo sentido de los negocios y de la escritura y, por encima de todo, por su asombrosa capacidad para aguantarme.

Aparte de a Linda, quiero dar las gracias a Barney Karpfinger, mi férreo agente literario, así como a Cathy Jaque, que dirige Asuntos Externos, por su lealtad, paciencia y energía. Mi gratitud también para Carole Baron, mi editora en Knopf, una consumada profesional que me enseñó que «un poco mejor» no es aceptable cuando se puede hacer «lo mejor»; Ruthie Reisner, la indispensable segunda de a bordo de Carole; Victoria Pearson, que ató todos los cabos sueltos; Jason Booher, que se miró el libro como solo él podía hacerlo; Cassandra Pappas, que dio el toque de gracia a las páginas; Emily Stroud, por un diseño gráfico absolutamente genial y una página web inigualable; y todos los correctores de pruebas a lo largo y ancho del mundo entero, por salvarme tantas veces de mí mismo.

Y, por descontado, gracias también a Sonny Mehta, que se la jugó con «lo raro» e hizo posible todo esto.