El señor Teague ya acepta visitas
Lemon llamó a Nick el lunes por la tarde mientras este se dirigía en coche a la BIC para presentar informes y demás papeles. El incidente en casa de Danziger había generado nuevas investigaciones por parte de PISTOL, y tanto la presunta participación de Danziger y Coker en el atraco de Gracie, como la súbita desaparición de este último, habían atraído a medios informativos de todo el país. Y ahora se cernían todos sobre la sede de la BIC en Powder River Road. De camino, Nick iba pensando en Coker, en Charlie, en Kate, en Rainey y en lo que Reed había dicho de matar a Rainey si la cosa llegaba a un punto crítico. Metida en la cabeza tenía también la letra de una canción de Billy Ray Cyrus: Where’m I gonna live when I get home…
Dicho de otro modo, su plato estaba lleno y lo que contenía era muy poco apetecible. De repente vio iluminarse la pantalla del móvil, Lemon Featherlight, así que lo cogió y pulsó RESPONDER.
—Nick, ¿cómo ha ido la cosa?
—Pues según se mire. Seguimos teniendo la custodia de Rainey. Kate está contenta; yo no.
Lemon asimiló la información y luego dijo:
—El chaval fue demasiado lejos, ¿eh?
—Y que lo digas, Lemon. He visto chicos pasados de rosca, pero este los supera a todos. ¿Tienes un minuto?
—Sí. Solo te llamaba para ver cómo había ido.
—Estoy conduciendo. Espera… ¿Qué pasó con lo de las cestas?
—Aparca y te lo cuento.
Pausa.
—Vale. Estoy en el arcén.
—¿Yo primero?
—Sí. Me interesa mucho.
Lemon le hizo un resumen, pero lo básico era ya de por sí muy estrafalario. Terminó mencionando la conexión con la antigua leyenda cheroqui sobre la comedora de almas que habitaba en Crater Sink.
—¿Tú eso te lo crees? —le preguntó Nick.
—Lo que sí creo es que las cestas son reales. Cómo llegaron hasta ahí y qué pasó antes de que llegaran, de eso no tengo la menor idea.
—A lo mejor tu amiga de la universidad es capaz de resolver el enigma.
—Estaba contentísima. Ya se imagina ganando el Premio Nobel. Dice que van a ponerles mi nombre a esas cosas. Bueno, ya sabes, en plan latinajo.
—Me alegro por ti.
—Oye, otra cosa…
—Te escucho.
—¿Recuerdas a la conductora de tranvía que me ayudó a bajar a Rainey por las escaleras de…?
—Doris Godwin, me acuerdo perfectamente. Estaba buenísima, dijiste.
—Eso también, sí. Cuando estábamos allí arriba hizo un montón de fotos, girando sobre sí misma…
—Y eso ¿por qué?
—¿Por qué? Porque estaba cagada de miedo. Le parecía que en el bosque había algo. Bueno, pues me envió los archivos al día siguiente. Ponen los pelos de punta, Nick. Te interesa ver esas fotos.
—¿Qué salía?
—Muchas personas. El bosque entero estaba lleno de gente, mirándonos a nosotros. No sé, quizá eran centenares. Llegaban hasta el fondo del bosque. Bueno, tal vez había más, miles de personas. Y estaban allí quietas, de pie, bajo aquellos árboles antiquísimos.
—¿Qué quieres decir? ¿Como fantasmas o zombis?
—No, no. Simples ciudadanos, gente de Niceville. Gente normal que verías por la calle. Pero estoy mirando las fotos y van vestidas de manera muy diferente. Quiero decir de estilo. Unas como de hace un siglo, otras con ropa de ayer mismo. Ah, y la mayoría son hombres, aunque hay un par de ancianas también. Incluso varios vaqueros de la época; soldados de ambos bandos, confederados y unionistas. Ahora que me fijo, diría que algunos hombres podrían ser indios. Cheroqui o creek, a juzgar por la indumentaria y por las pinturas…
—¿Impostores?
—No creo. Doris estaba francamente asustada. Y yo también. Parecen fantasmas salidos de fotografías antiguas. Pero el caso es que no lo son.
Nick se quedó un momento callado.
—Todo encaja.
—¿Con qué?
—Pues con la rareza general de Niceville.
Nick le explicó lo que le había sucedido a Reed en Candleford House y lo que Beryl Eaton le había explicado en la sede de los archivos de Sallytown.
—¿Que Reed vio a Clara Mercer?
—Él está bastante convencido de que sí.
—Uf. ¿Y cómo se lo tomó?
—Ya te lo he dicho, saltando por la ventana desde una cuarta planta. Tiene suerte de seguir con vida.
—Y ¿dónde está ahora?
—Lo creas o no, al volante de un Interceptor. Marty lo ha rehabilitado después del tiroteo en casa de Charlie.
—Eso todavía no me cabe en la cabeza. De Coker aún, pero ¿Charlie?
—Mira, de Charlie mejor no digas nada. Murió a resultas de una bala que era para Mavis Crossfire. Supongo que eso debería contar. Lo he hablado con Mavis y ella cree que tal vez podemos cargarle todo el mochuelo a Coker.
—Y la idea ¿de quién fue?
—De Coker.
Silencio.
—Qué ciudad, tío.
—¿Niceville?
—Sí. No hay otra igual.
—Eso no te lo discutiré, Lemon. Oye, tengo que…
—Ya. Solo una cosa más. ¿Dónde está Rainey? ¿En alguna clínica?
—Camino de WellPoint. Kate lo lleva a…
—¿Kate está sola con él…?
—Eso creo. Después de la vista, en el despacho del juez, ella y yo discutimos por el chaval y me dijo que me marchara. Eso hice. Estaba allí Tig Sutter…
—¿Kate iba directamente a WellPoint?
—Esa era la idea, sí. Oye, Lemon, ahora tengo mucha prisa. Dentro de un par de horas la BIC será un hervidero de periodistas sedientos. ¿Tú estás bien?
«Seguramente no hay nada que temer, ella no irá a casa de Sylvia, lo llevará a WellPoint y no pasará nada».
—Sí, sí, estoy muy bien. Es que este asunto me pone bastante nervioso.
—No me digas. Bueno, envíame esos archivos. Te llamo más tarde.
Lemon colgó la llamada y dejó el aparato a un lado. Se quedó mirando la pantalla, lo cogió otra vez y marcó el número de Kate.
Después de seis tonos, salió el buzón de voz.
—Kate, soy Lemon. Si oyes esto…
«¡Déjate de historias!».
«¡No hay tiempo!».
Kate podía estar en cualquier parte, pero solo había un sitio al que no debía ir. No sola, desde luego, y mucho menos con Rainey. Pisó el acelerador y se incorporó al tráfico, calculando que tardaría unos quince minutos en llegar.
Diez, si quebrantaba todas las normas.
Decidió quebrantarlas todas.
Lemon aparcó su camioneta frente al 47 de Cemetery Hill, en la otra acera. Aquella mole de piedra tenía idéntico aspecto que el viernes anterior. La moteada luz del sol en el tejado de pizarra, el viento haciendo cantar las ramas de los robles. Calle abajo, un perro ladraba. El rumor del tráfico en Bluebottle. En algún patio, chavales que gritaban. El Envoy de Kate no estaba por allí.
Probó a llamarla de nuevo. Tres tonos y el buzón de voz. ¿Estaría ya dentro de la casa?
Lemon decidió ir a ver.
Se apeó de la camioneta, cruzó la calle y se detuvo frente al camino particular. Allí estaba todavía la luz oscura. Avanzó unos pasos y la luz se solidificó en dos volúmenes separados que, poco a poco, fueron tomando la forma de los hermanos Shagreen. Estaban allí plantados los dos, sin vida pero vivos.
—¿Está ahí Rainey Teague?
—Vete de aquí —dijo el rubio.
Lemon sacó una Smith & Wesson negra y apuntó al que había hablado.
No hubo reacción por parte de ninguno de los dos. Lemon puso el pie en el primer escalón. El rubio se aproximó, mucho más sólido ahora. La luz moteada que iluminaba el tejado le daba en la cara y los hombros.
—Vete ahora mismo.
Lemon apuntó con el revólver a la cabeza de la cosa. Entonces oyó un motor a su espalda y una voz de mujer que gritaba sin parar:
—¡Lemon!
Lemon se volvió y allí estaba Kate, al volante del Envoy. Rainey estaba en el asiento del copiloto, inclinado al frente para mirar.
Lemon retrocedió por el camino, pero sin enfundar su revólver. Cruzó la calle hasta el todoterreno y apoyó las manos en el marco de la ventanilla.
—Gracias a Dios, Kate. Pensaba que no te encontraría.
—Qué mal aspecto tienes, Lemon. Estás blanco como la nieve. ¿Qué ocurre? ¿Por qué tienes esa pistola?
Lemon estaba mirando a Rainey, que se había sentado hacia atrás y ahora miraba al frente. Sin dejar de observar al chico, Lemon dijo:
—Kate, te he estado llamando. Y Reed también. Tu teléfono está desconectado.
—¿Yo? Si lo tengo aquí mismo…
Sacó el móvil de un compartimento exterior de su bolso y presionó la pantalla.
—Pues sí, está desconectado. Pero yo…
—¿Rainey ha estado a solas en el coche?
Kate se volvió para mirar al chico, que continuaba con la vista fija al frente, respirando por la boca y muy pálido.
Cain le estaba perforando el cerebro.
este es peor aún que los otros puede ver
—Hemos parado un rato para almorzar. Le he dejado en… Rainey, ¿has desconectado tú el móvil?
—No. Yo no lo he tocado para nada.
Seguía con la vista fija al frente.
—¿Por qué has venido, Kate? —preguntó Lemon—. ¿No tenías que estar en WellPoint?
—Es probable que Rainey pase la noche allí y necesitaba varias cosas. Un DVD de sus padres. Dice que seguramente estará en el lector que tenía Sylvia en la casa. Después iremos a la clínica.
Lemon miró a Rainey.
—Kate, tendré que enseñarte una cosa. Es posible que no puedas verlo, pero creo que Rainey sí. ¿De acuerdo?
—Pues claro, ¿de qué se trata?
—Ya lo verás. Aparca y ven conmigo.
Lemon cogió a Rainey por el codo con fuerza y lo condujo hacia el camino particular de la casa. Kate los siguió. Cuando Lemon y Rainey llegaron al pie de los escalones, las formas de los Shagreen volvieron a aparecer. Lemon notó que todo el cuerpo de Rainey empezaba a vibrar.
este tío puede ver mátale mátale puede ver
—Kate, ¿tú ves algo en el rellano?
—¿En el rellano?
—Sí. ¿Ves algo?
Kate se acercó unos pasos.
Uno de los Shagreen bajó un peldaño.
Lemon le apuntó con la Smith y dijo:
—No.
Rainey estaba mirando, completamente traspuesto.
sí acaba con ellos cárgatelos a los dos
—Bueno, pues veo que… que estás hablando con alguien —dijo Kate—. Una especie de sombra, ¿no?
—¿Es todo lo que ves?
—Puede que haya dos. La luz del sol parece que… es como si se doblara.
—Rainey, explícale a Kate lo que ves.
ahora hazlo ya
Rainey no dijo nada.
Lemon apoyó el cañón del arma en la sien de Rainey. Kate alargó el brazo para apartarla.
—Pero, Lemon, ¿qué haces?
—Dile a Kate lo que ves, Rainey, o te mato ahora mismo.
Rainey despedía un olor ácido; su respiración se alteró. Luego miró a Lemon con algo diferente en sus ojos y sonrió. La que habló no fue su voz, sino la de una mujer.
—nos pertenecen.
—¿Quiénes?
—son guardianes son un regalo.
—¿Un regalo de quién?
—de la nada.
—¿De la nada?
—la nada nos los dio en crater sink.
Lemon retiró el revólver de la sien del muchacho.
—¿Qué habría pasado si Kate hubiera subido esos escalones?
ya has dicho demasiado no respondas
Kate se movió para ver mejor a Rainey. No había nada humano en aquel rostro. El chico abrió mucho la boca, aspiró una bocanada de aire y la retuvo.
—Cielo santo.
Lemon estaba mirando a las apariciones del porche. Estas, a su vez, lo miraban a él, inmóviles como lápidas, los rostros inexpresivos. También ellos despedían aquel hedor. Hasta Kate pudo notarlo ahora.
Volvió la cabeza hacia el porche. La luz se combó y fluctuó, se tornó oscura, y entonces ella pudo ver claramente las figuras: los hermanos Shagreen, o al menos sus pellejos. Se volvió hacia Rainey, que la miraba con una sonrisa extraña, y luego hacia Lemon.
—Esto tenemos que arreglarlo, Lemon —dijo.
Él la miró con una expresión fría y distante.
—¿Y cómo piensas que podemos arreglar una cosa así, Kate? Esto no hay quien lo arregle.
Kate estaba mirando a Rainey de hito en hito, y en sus ojos vio la nada. Era la nada lo que tenía delante, y la nada le devolvía a su vez una mirada inerte. Estaba en el cuerpo de Rainey y habría que sacarla de allí, aunque Kate no sabía siquiera si tal cosa era posible.
Pero había que intentarlo.
—Es preciso que él vuelva.
—¿Quieres decir a WellPoint?
—No. A Glynis Ruelle.
la cosecha no ahí no podemos ir
De pronto, la voz que hablaba dentro de Rainey calló, se hundió en su cerebro y se escondió. Rainey puso los ojos en blanco y, acto seguido, se desplomó como muerto.
Lemon lo cazó al vuelo.
—Hay que llamar a Nick, Kate.
Ella negó con la cabeza.
—No —dijo, sin más.