Piedra sobre piedra
Media mañana del sábado. Lemon y la experta de la Universidad de Virginia estaban en el depósito de cadáveres del Lady Grace, a cada lado de una camilla de acero inoxidable. En la mitad había una de las cestas de hueso que los submarinistas de los guardacostas habían arrancado de las raíces sumergidas en la ribera de Patton’s Hard. La cesta estaba iluminada por una potente lámpara halógena cenital. Tenía un aspecto extraño, casi extraterrestre, y sin embargo vagamente humano a la vez. Esta en concreto tenía un color gris metálico.
Como todas las demás, consistía en lo que parecían costillas humanas nacidas de un espinazo central, con los extremos tocándose ligeramente. Dentro de la jaula así formada, y descansando sobre una hilera de objetos cilíndricos estrechos parecidos a vértebras, había una forma gris más grande, más o menos esférica, con arrugas en la superficie que recordaban a los canales que en tiempos se pensó había en Marte.
Enfrente de Lemon Featherlight, al otro lado de la camilla, estaba una nórdica despampanante, casi tan alta como él, una valquiria de largos cabellos de un tono rubio que casi resplandecía, de tan claro como era. Tenía los ojos azul lavanda grandes y bastante separados, y la nariz larga, estrecha y aguileña. Se llamaba Helga Sigrid y había nacido en Reikiavik, pero ahora trabajaba como antropóloga forense en la Universidad de Virginia en Charlottesville.
Helga le estaba explicando, en lenguaje comprensible para un lego en la materia (su explicación previa había sido tan técnica que a Lemon casi se le incendió la materia gris), qué era lo que tenían delante.
—Fósiles —dijo con voz bien timbrada y un característico acento islandés, o eso supuso Lemon que era, pues nunca había oído hablar con acento islandés—. Los fósiles se producen cuando la materia mineral sustituye a la materia orgánica a lo largo de un lento proceso. Cada molécula de materia mineral reemplaza y duplica la molécula de materia orgánica que ha consumido. Se podría decir que lo mineral utiliza la forma del objeto orgánico como un molde, de ahí que al final del largo proceso tengamos algo que parece un ser vivo, pero que, por arte de magia, se ha convertido en piedra. Y, en el fondo, así es. Como en este caso.
—Entonces ¿esto fue una cosa viva en otro tiempo?
Ella negó con la cabeza.
—No. Para decirlo con precisión, lo que estuvo vivo en otro tiempo fue la materia viva que en su momento tenía exactamente este aspecto. Pero lo que vemos aquí no es orgánico y no lo ha sido nunca. Es piedra. O, en todo caso, una especie de piedra.
—¿Una especie?
—Bueno… —La experta frunció el ceño—. Por eso quería que hablásemos. ¿Es usted el propietario de este… fósil?
Lemon tuvo que meditar la respuesta.
—El propietario, exactamente, no…
—Lo preguntaré de otra manera: ¿le compete a usted conceder a la universidad el privilegio de llevar estos objetos a Charlottesville para estudiarlos más a fondo?
«Si no a él, ¿a quién?», pensó Lemon.
—Sí. Supongo que sí.
Ella recibió la respuesta con una sonrisa.
—Me alegro mucho. Nunca hemos visto objetos como estos. Ni nosotros ni nadie. Son total y absolutamente únicos. Esto es un hallazgo sin precedentes, señor Featherlight. Es algo histórico. Van a ser objeto de estudios científicos durante años. Se escribirán ensayos y artículos sobre ellos. Es… sencillamente emocionante.
—Ya, pero ¿qué son? Quiero decir en origen.
Ella frunció el ceño otra vez.
—Ahí está el enigma, ¿no? He examinado el interior de una de estas costillas y no hay duda de que la estructura molecular que los minerales sustituyeron era de un hueso humano. En este caso concreto, lo que estamos mirando es un fósil de un varón de raza blanca y excelente salud que murió, aproximadamente, a los cuarenta o cuarenta y cinco años. El objeto esférico que hay dentro de la jaula muestra las características externas de un cráneo humano, pero ha sido deteriorado por fuerzas geológicas que no alcanzo a comprender. Será necesario hacer resonancias magnéticas y TAC para tener una idea clara de lo que hay dentro. Por otra parte, el proceso de fosilización tarda miles de años, y sin embargo lo que tenemos aquí parecen restos fosilizados de un humano muy reciente. Es decir, un humano exactamente igual que el tipo de humano surgido de la garganta de Olduvai hace trescientos mil años y que se diseminó por todo el planeta. Me refiero al hombre moderno. Homo sapiens. Idéntico a usted. Es un enigma. Una fuerza que no comprendemos lo ha modificado. En fin, ya le digo, es de lo más apasionante.
—Parece como si lo hubieran… consumido.
—En efecto —dijo ella—. Da esa impresión. Como si hubiera sufrido un largo proceso que lo transformó en lo que ahora vemos. No suele ocurrir que nos lleguen cuerpos tan intactos. Es como si los huesos se hubieran fundido entre sí mediante algún tipo de energía, de calor. Los animales contribuyen a esparcir los huesos. El viento y las mareas colaboran también. La erosión. La arena. No obstante, aquí tenemos gran número de restos humanos fosilizados e intactos. Ha dicho que había más, ¿verdad? ¿Muchos más?
—Sí. Los submarinistas vieron que había cestas así por toda la ribera. Cientos de ellas; unas a la vista y otras sepultadas bajo el entramado de raíces.
La mujer estaba como extasiada, casi a punto de desmayarse. Lemon pensó que, si ella se lo pedía, él no dudaría un segundo en acudir al rescate.
—¿Tantas? ¡Es increíble! Pues habrá que sacarlas de allí. Será preciso organizar una excavación en toda regla. Este descubrimiento, señor Featherlight, pondrá a su ciudad en el primer plano de la investigación antropológica. Ya me imagino estos restos bautizados con su apellido…
—Pero humanos sí que son, ¿verdad?
—Oh, desde luego. No cabe la menor duda. Si es que estamos hablando de restos fosilizados, porque aquí no hay materia orgánica. De lo contrario, tendríamos que resolver también el enigma de a qué clase de cultura pudo pertenecer esta persona y, luego, determinar cuáles eran sus prácticas mortuorias concretas; y una vez completados nuestros estudios, devolver esta reliquia a la tierra de un modo acorde a esos rituales y esas creencias religiosas. Pero aquí no se nos complica tanto la cosa, puesto que estamos ante réplicas de algo que en tiempos fue humano, y no ante esas tristes figurillas que han encontrado en las ruinas de Pompeya. Por lo que he podido observar, sospecho que estos objetos han ido acumulándose durante cientos de años, si no miles, a lo largo de ese río tan bonito. Mediante qué proceso fueron consumidos (o, por emplear un término más teatral, «devorados»), será una fascinante línea de investigación.
Terminada su perorata, que había recitado casi sin tomar aire, pareció que la antropóloga tuviera ganas de abrazar a Lemon.
—Es un descubrimiento absolutamente extraordinario, como le digo, señor Featherlight. El más importante de toda mi carrera. ¿Usted no está emocionado?
No es que no lo estuviera, que sí lo estaba y por otros motivos, pero Lemon tardó un poco en procesar lo que la valquiria le estaba diciendo.
Es decir, que algo se comía seres humanos y luego escupía los restos al río Tulip. Y, fuera lo que fuese, lo había estado haciendo durante muchísimo tiempo. Cientos o quizá miles de años, según la valquiria. Los indios cheroqui tenían un nombre para eso. Tal’ulu, la Comedora de Almas.
Y Tal’ulu vivía en Crater Sink.
Estaba sentado en su camioneta pensando en todo lo que esto podía implicar, cuando le pitó el móvil.
Doris Godwin
Doris Godwin. El nombre le vino a la mente enseguida. Era la conductora de tranvía que lo había ayudado a bajar a Rainey del Tallulah’s Wall.
Pulsó RESPONDER.
—Doris…
—Señor Featherlight, bueno, Lemon, ahora estoy un poco alterada. Igual podrías ayudarme. Por cierto, ¿cómo está tu chico?
La respuesta de Lemon fue precavida.
—Parece que tuvo una especie de ataque. Le van a hacer pruebas por si hubiera algún problema neurológico…
—¿En serio? Pues yo tengo varios, ahora mismo. Menudo día. ¿Puedo enviarte unos archivos?
—Claro. Por supuesto. ¿Ahora mismo?
—Sí. Los tengo todos a punto.
—Vale. Pues cuando quieras.
—Los estoy enviando. Verás, lo que te pido es que te fijes bien en las imágenes y me llames esta noche. No puedo seguir al teléfono porque ahora estoy trabajando, ¿sabes? Estoy en la rotonda que hay al final de Upper Chase Run, pero dentro de nada arranco otra vez y no podré recibir llamadas personales. Termino a las cinco.
Los archivos se estaban descargando. Lemon se acordó de que mientras él atendía a Rainey en Crater Sink, Doris se había incorporado para sacar fotos del bosque. En aquel momento él no podía prestar atención. Ahora sí.
—Santo Dios —dijo, una vez hubo visto las fotos de Doris.
—Eso mismo dije yo. ¡Llámame esta noche!
—Descuida.