—¡Qué calor hace! —digo en voz alta.
No hay ni un alma por la calle. Quién me manda a mí salir de casa a la hora de la siesta para ir a un videoclub. Tropiezo con una piedra. Si bien el baño me ha despejado, aún sigo un poco borracha.
¡Ahhh! ¡Ostras! ¡Ay, ay y ay!, ¡qué asco! Miro hacia abajo, incrédula. Alzo la vista y me veo reflejada en el cristal de una tienda. ¡Ay, Dios mío, que me muero! ¡Ay, santa madre, qué diablos estoy haciendo! ¡Ayyyy, si ésta no soy yo! ¡No me lo puedo creer! ¡Qué diablos estoy haciendo!
Me apoyo contra una pared. Mi respiración va a mil por hora y hace que el jadeo parezca cualquier cosa menos lo que es: estupefacción pura y dura.
¡He salido de casa con chanclas de plástico! ¡Con chanclas de ir por casa!
¡No me lo puedo creer! ¡Me he convertido en una CHONI! «¡Choni!, ¡Choni!», oigo el eco de mi cerebro multiplicado por cien.
Respiro hondo y cierro los ojos con fuerza, conjurando un poder para que me haga invisible en este mismo instante, pero no funciona. Mi paranoia va en aumento, pero sigo caminando velozmente.
Llego por fin a la puerta del videoclub. A trasluz veo lo inquieto que está José mientras se acerca a abrirme la puerta. Sonríe y luego retrocede hacia el mostrador para coger las llaves. Se le caen… ¡Venga, hombre!
Coge una y la introduce en la cerradura. Se nota que está nervioso porque se equivoca tres veces de llave antes de abrirme por fin.
¡Bingo!
—Ya me estaba achicharrando —protesto con tono pausado, ignorando aún lo que voy a hacer a continuación.
Por increíble que parezca, entro y ni siquiera le sonrío, sino que voy directamente hacia su boca. Meto mis manos debajo de su camiseta y le araño suavemente con mis uñas perfectas red passion su enorme espalda, hasta conseguir erizarle toda la piel.
Él frunce el ceño, sorprendido, y sólo le oigo decir:
—¿Tú no estarás…?
Sigo besándole lentamente, como si estuviera saboreándolo. Recuerdo nuestros besos, y un sentimiento dulce y de afecto revive en mí. José me mira; abre mucho sus enormes ojos negros y puedo notar que brillan de felicidad. Luego, los cierra, y yo también. Tiene unos gruesos labios rojos que se dejan morder placenteramente. Por fin, su tímida lengua reacciona, y el beso se hace intenso y apasionado.
Nuestras manos comienzan a jugar con nuestros cuerpos, moldeándonos de deseo. Puedo sentir el sudor de nuestra piel a través de las palmas. Aprieto su culo con fuerza y tiro de este hombre mucho más alto que yo, de pelo azabache, hacia mí. Siento su excitación. Esto me vuelve más loca, más ansiosa. Él me coge entre sus brazos y abre mis piernas con un solo movimiento que me resulta de lo más ardiente.
Rápidamente, me lleva hacia el fondo de la tienda. Los dos tirantes de mi vestido caen mientras José besa mi cuello y mis senos. Abre una puerta con los pies sin soltarme, y entramos en una habitación, donde me deja caer dulcemente en una cama. Mientras yo pienso que quizá él vive allí, él se deshace de mi vestido y de mis braguitas sin dejar de besar mis labios. De repente, noto cómo ese culito firme se aleja hacia la puerta mientras me dice algo que no logro entender porque la extraña habitación no para de darme vueltas. Oigo a lo lejos cómo José cierra la persiana de la tienda. Mis ojos luchan por mantenerse abiertos. ¿Dónde estoy? ¿Dónde diablos estoy?