El regalo

Es mi cumpleaños. Cumplo veintinueve añitos. Él ya ha dejado a Paula y yo soy la mujer más feliz del mundo. A partir de ahora dormirá todas las noches a mi lado, y seguramente desnudos los dos, como amantes primerizos. ¡Por fin llevaré una vida normal y quién sabe si hasta formaremos una familia como mi amiga Mónica! Así, entraré de cabeza en su selecto club de marcas de pañales y cremas para el culito. ¡Qué ilusión!

Olvidaremos de un plumazo y para siempre a la familia Marín.

Convenimos en que esa misma mañana, y como regalazo de cumpleaños, Mat renunciaría y por la noche cenaríamos juntos.

—Estás especialmente preciosa esta noche, princesa —dice él mientras me coge de sopetón en el pasillo de casa, entrando por sorpresa antes de lo que me esperaba.

—¡Dime que has renunciado! —le suplico.

—Sí, claro. ¿Quedamos en eso, no? —contesta haciéndose el gracioso.

—¿Y qué ha dicho el señor Marín? Te ha hecho una contraoferta seguro, porque conmigo lo intentó…

—Ven aquí, reina mía, que no me has dado tiempo de decirte algo muy importante.

Mis piernas tiemblan. Es que yo lo sabía; todo iba a cambiar. ¡Ay madre!, ¡por fin Cupido está de mi parte! ¡Me pedirá matrimonio!

¡¡¡Y yo diré que sí!!!

—¡Síiii! —grito y comienzo a dar vueltas por la casa, sonriente con mi vestidito rojo de vuelo, envuelta en aires de felicidad.

—Ven —me dice Mat, y me coge de la cintura, me roba un beso y pone en mi mano una minúscula caja—. ¡Feliz cumpleaños, princesa!

Y cuando creo que mi sueño se va a hacer realidad y por fin seré la señora Molina, casada con Mat Molina, abro la minúscula caja blanca y suelto un forzado:

—¡Oh! ¡Qué bonitos pendientes!

—Es lo que querías, ¿no? Son de esa marca de los bolsos que tanto te gusta.

—Mat, dime la verdad: ¿me lo has comprado tú o has mandado a Gema? —inquiero, pensando que Gema, su secretaria, tiene muy buen gusto. Pero, claro, no es el flamante anillo de diamantes que grita a los cuatro vientos «¡estoy comprometida!».

—No arruines este momento con tus paranoias. Salgamos a cenar, que veintinueve años sólo se cumplen una vez.

Y aunque igualmente todo marcha de maravilla, lo peor está a la vuelta de la esquina.