La mañana de la boda la casa empezó a bullir de actividad y emoción en cuanto todos se levantaron. El desayuno estaba preparado en la mesa de la cocina para que cada cual pudiera servirse. Collin y Victoria salieron con el suyo al jardín para no estorbar a nadie. A Gracie le estaban haciendo la manicura y la pedicura en su habitación. La peluquera llegó para peinar a todas las mujeres de la casa. Victoria solo quería un sencillo moño italiano, así que sería la primera.
La boda no se celebraba hasta las siete de la tarde, pero durante todo el día hubo gente que pasaba por la casa. Desde que llegaron las damas de honor, a la hora de comer, Victoria no pudo ni acercarse a su hermana, así que las dejó solas y decidió ayudar a su madre en lo que pudiera. Sin embargo, todo parecía estar asombrosamente controlado. El vestido de novia de Gracie estaba extendido en la cama de su madre. Su padre había quedado relegado a la habitación de invitados para vestirse, y todo el mundo parecía tener algo que hacer. Recibieron un millón de llamadas y entregas de paquetes, y Collin se prestó voluntario para contestar al teléfono y abrir la puerta. El padre de Victoria desapareció un buen rato y luego regresó, pero no dirigió la palabra a Victoria en todo el día, y tampoco a Collin. La noche anterior se había tragado una dosis de su propia medicina, y Victoria se alegraba por ello. Ya iba siendo hora. Collin lo había hecho muy bien, con estilo y delicadeza. Bajo su protección su padre se lo pensaría dos veces antes de volver a atacarla.
A eso de las cinco de la tarde empezó la cuenta atrás. La peluquera le arregló el pelo a Grace. Todas las damas de honor ya estaban listas, y a las seis en punto se pusieron sus vestidos. Victoria respiró hondo y también se vistió. Una de las damas de honor le subió la cremallera mientras otra tiraba de la tela y ella escondía barriga. No se miró al espejo. Ya sabía cómo le quedaba el vestido. Aun con el peso que había perdido, apenas podía respirar, sus pechos habían quedado completamente comprimidos y sobresalían por el borde del escote palabra de honor. Le iba realmente estrecho y la cremallera casi no cerraba. Victoria era muy consciente de que debía de quedarle fatal, pero no le importaba. Collin la quería y, aunque no fuera el mejor vestido para ella, ¿qué importaba? Había encontrado unos zapatos de satén marrón de tacón alto que iban a juego y se los puso.
De pronto parecía una mujer altísima. Pero una mujer guapa. Sentía que en el último año había encontrado su verdadera identidad, no solo a causa de Collin, sino también gracias al esfuerzo que había hecho por liberarse del pasado y del daño que había sufrido. Lo de Collin había sucedido porque ella estaba preparada. Había sido ella quien había provocado cambios, y él había llegado después. Esos cambios no habían sido obra de él. De pronto se sentía segura de sí misma, incluso con ese vestido que le quedaba tan mal. Estaba guapa e irradiaba un brillo interior. Se puso un poco más de colorete, y el tono de la tela ya no deslució tanto la palidez de su piel.
Fue a ver a su hermana, y se encontró a su madre pasándole por la cabeza el complicado vestido de encaje. Christine llevaba un vestido de tafetán beige oscuro con una chaqueta, y estaba elegante y recatada. Todavía era una mujer guapa, aunque a veces a Victoria se le olvidaba. Y en cuanto el enorme vestido blanco de encaje cayó sobre el delicado cuerpo de Gracie, su hermana pareció una princesa. Llevaba también su anillo de pedida, que parecía el faro de un coche, y los pendientes de diamantes que le había regalado Harry. Su madre le había entregado un collar de perlas con cierre de diamante como regalo de boda. Gracie parecía demasiado joven para llevar todas aquellas joyas encima, y Victoria se acordó de cuando, siendo niñas, jugaban a disfrazarse. Aun así estaba preciosa. Era la novia perfecta. Unos minutos después su padre entró y se le saltaron las lágrimas. Estaba sobrecogido por la visión de su niña vestida de novia. Siempre había sido su pequeña. Y siempre lo sería. Como también era la niña de Victoria. Gracie miró a su alrededor, a toda su familia. Estaba a punto de echarse a llorar, pero su madre le advirtió que no estropeara el maquillaje. Para Gracie, era como si estuviera a punto de abandonarlos definitivamente e iniciar su andadura por un mundo que era un mar de aguas desconocidas. Algo así inspiraba miedo, sobre todo para una chica tan joven, que parecía vulnerable, frágil e infantil con ese vestido mientras su madre no dejaba de arreglarle el largo velo sobre la cabeza.
Victoria y Christine la ayudaron a bajar la escalera sosteniéndole la cola en alto. Después Gracie subió al coche con su padre para ir a la iglesia donde se casaría con Harry. Jim se emocionó mientras el coche se alejaba, y su pequeña se inclinó para darle un beso. Ella tenía un padre al que Victoria nunca había conocido pero que le habría encantado tener. En cambio, tenía a Collin en su vida.
Victoria y su madre se subieron entonces a la limusina que estaba esperando para llevarlas a la iglesia. Collin había salido algo antes, y se encontrarían allí.
Cuando llegaron a la iglesia, todo sucedió siguiendo el orden establecido. Harry esperaba en el altar. Las damas de honor precedieron a Gracie con sus elegantes vestidos marrones, y Victoria caminó por el pasillo justo delante de su hermana. Su mirada se encontró con la de Collin al pasar junto a él, que le sonrió y la miró con orgullo. Su padre acompañó a Gracie por el pasillo de la iglesia dando pasos solemnes y contenidos.
Los novios pronunciaron los votos, Harry puso una alianza de diamantes en el dedo de Gracie, y luego los declararon marido y mujer. Victoria lloró cuando se besaron. Los recién casados recorrieron el pasillo hacia la salida radiantes de felicidad. Había sucedido, todo había pasado. La boda que los había vuelto locos durante un año entero había terminado. La recepción fue tan espectacular como querían sus padres y como Gracie había soñado. Cuando empezó el banquete, después de las fotografías y las presentaciones de respetos, la novia se acercó a dar un beso a Victoria. Quería disfrutar de un minuto con su hermana mayor.
—Solo quiero decirte que te quiero. Gracias por todo lo que has hecho por mí toda la vida. Siempre te has preocupado de mí, incluso cuando me porto como una niña mimada o como una tonta… Gracias… Te quiero… Eres la mejor hermana del mundo.
—Tú también, y siempre estaré contigo cuando me necesites. Te quiero, cariño… Espero que seas feliz.
—Yo también —dijo Gracie en voz baja, aunque no sonó tan segura como le habría gustado a Victoria.
Pero si el matrimonio no funcionaba, se enfrentarían a ello y encontrarían la solución. A veces las cosas no podían preverse con antelación, por mucho que uno se esforzara.
Collin estaba sentado junto a Victoria a una mesa larga, con todas las damas de honor y el séquito del novio. Victoria pronunció su discurso y todo el mundo aplaudió. Collin y ella bailaron toda la noche. Harry y Gracie cortaron el pastel. Victoria incluso bailó una vez con su padre. Jim estaba muy digno y apuesto con su esmoquin y su pajarita negra, y por una vez no le hizo ningún comentario desagradable: solo bailaron mientras él la hacía dar vueltas por la pista, y luego se la entregó otra vez a Collin. Fue una boda exquisita, y Gracie una novia preciosa. Para gran alivio de Victoria, aquella noche al menos, y puede que siempre si tenían suerte, Gracie y Harry parecían felices. No había forma de saber si duraría, ni para ellos ni para nadie. Lo único que podían hacer era esforzarse al máximo.
Estaba bailando con Collin cuando anunciaron que Gracie iba a lanzar el ramo y pidieron a todas las mujeres solteras que se reunieran en la pista de baile. Gracie se había subido a una silla y estaba esperando a que todas las solteras se acercaran. La madre de Victoria pasó junto a ella cuando estaba a punto de unirse a las demás y le lanzó una mirada recriminatoria.
—Déjalas que se lo queden ellas, cariño, son más jóvenes que tú. Todas se casarán algún día. Tú ni siquiera sabes si lo harás.
En una sola frase había descartado a Collin como posibilidad real, y no solo le había dicho que seguramente acabaría siendo una solterona, sino que además no se merecía ese ramo. Una vez más su madre creía que era indigna y no encontraría el amor, solo porque ellos no la habían querido. Victoria empezó a retroceder de nuevo hacia los invitados mientras Gracie le hacía señales para que se acercara. Sin embargo, el mensaje de su madre había sido muy convincente. Collin había visto que Christine le decía algo, y la cara de Victoria después, pero estaba demasiado lejos para oír nada. Fuera lo que fuese, se dio cuenta de que había dejado a Victoria destrozada y vio cómo se encerraba en sí misma, allí de pie, con los brazos inertes a los lados, mientras la novia se preparaba para lanzar el ramo. Gracie, sin dejar de mirar a su hermana, apuntó bien y movió el brazo como un lanzador de béisbol para que el ramo volara por encima de la gente como un misil que iba directo a Victoria. Aun así, el ataque de su madre había sido devastador. Victoria estaba paralizada y no podía levantar el brazo.
Collin no dejaba de mirarla, igual que Gracie, deseando que levantara la mano y alcanzara el ramo. Lo único que tenía que hacer era estirar un brazo para atraparlo, solo debía creer que lo merecía. Collin sintió un dolor punzante al comprender la agonía que estaba viviendo Victoria, y en voz bien alta exclamó las palabras que él estaba repitiéndose en silencio.
—¡Te mereces todo, mi amor! —le gritó a Victoria, aunque estaba demasiado lejos.
Y entonces, como si ella en efecto lo hubiera oído, en el rostro de Victoria se formó una sonrisa. En una fracción de segundo levantó el brazo, atrapó el ramo y lo alzó en alto para recibir los vítores de todos. De Collin del que más. Victoria lo buscó entonces con la mirada, y él levantó los pulgares de ambas manos para felicitarla, justo cuando Harry cogía en brazos a su mujer para bajarla de la silla y subir a cambiarse de ropa. Aquella misma noche salían hacia París con el avión privado de su padre.
Collin se abrió camino entre los invitados para reunirse con Victoria, que sonreía de felicidad cuando llegó junto a ella. Todavía no sabía qué le había dicho su madre, solo que le había dolido, pero esa vez no quería preguntar. Lo único que deseaba hacer era protegerla de esas heridas para siempre. Victoria seguía abrazada al ramo.
—Un día de estos le daremos buen uso —dijo él mientras se lo quitaba de las manos con cariño y lo dejaba en una mesa.
Entonces se la llevó a la pista de baile y la abrazó mientras empezaban a bailar sin parar. Era una mujer hermosa. Siempre lo había sido, solo que antes no lo sabía y ahora sí. Cuando levantó la mirada hacia él, Victoria supo lo mucho que la quería Collin.