Epitafio

www.cenital.net, 2011

Voy a cerrar definitivamente este blog.

Porque, cuando estemos matando piojos en nuestros corrales a la luz de un candil, se hablará de los años en los que nos estuvimos repartiendo los billetes del Monopoly del mismo modo en que hoy se habla del día en que el hombre pisó la luna en directo.

Logros que vio una generación y jamás comprendió la siguiente. Daguerrotipos deslustrados e irrepetibles. Material de archivo para becarios amargados. Las revistas porno del abuelo. Relumbrones de los minutos de gloria que la historia nos ha reservado. Batallitas de hombres finiquitados, de jubilados del empleo de la vida que vieron pasar el tren de la gloria de largo y con todos sus vagones vacíos como planes de pensiones. Y YouTube nos mirará devorar a nuestras mascotas justo antes de cerrar sus mil ojos para siempre.

Daremos la espalda a la esperanza y volveremos la mirada al suelo, donde podremos hurgar en interminables huertas cubiertas de compost apestoso, sobre las que el pan se ganará, apretando las azadas y apartando las moscas, como se hacía antes de que comenzaran a apilarse las mentiras y las hipotecas. Entonces, llegarán a nuestras casas los inviernos interminables en los que mondaremos patatas para nuestros hijos enfermos y guardaremos las pieles para nosotros mientras les hablamos a los churumbeles de los días de gloria, sabiéndonos viejos a los cuarenta y tantos. Patéticos como estrellas de cine que han sido olvidadas y ahora beben para olvidar lo que han sido.

Un día moriremos y la historia recordará a los senadores romanos como a unos civilizados hijos de puta, a los soldados nazis como a unos despiadados hijos de puta y a nosotros como a unos descerebrados hijos de puta.

El tiempo nos pondrá a todos en el sitio que nos corresponde.

Nuestra historia languidecerá inconclusa hasta perder todo su discurso, como un blog abandonado.