Los recortes permanentes de combustible llevarían al mundo a una depresión económica que duraría décadas. Millones de personas perderían su trabajo al implosionar la industria. Los tractores del campo se quedarían paralizados por falta de gasolina, desencadenando hambrunas masivas. Estallarían guerras por los recursos. Y los que vivieran en el extrarradio, al no tener coche, caminarían arduamente hasta el supermercado más cercano; no para comprar ropa barata china transportada a través de medio planeta, sino para llevarse cristal y alambre de cobre del edificio abandonado.
PAUL SALOPEK