Ecoaldea, 2014
Ala mañana siguiente a la llegada de Raúl y Verónica al poblado, los pequeñuelos de la aldea, casi todos nacidos allí, se reunieron bajo el toldo que hacía las veces de escuela, junto al gallinero. Teo jugó con ellos y les habló, les hizo reír y los escuchó, como cada día. Y, a última hora de la mañana, justo cuando Destral se preparaba para partir de viaje junto con los dos recién llegados, Teo puso a los pequeños a moldear figuras de arcilla. Expresión plástica. Alfarería básica. Cosas de M1guel. Cosas útiles.
—Niños, ¿sabéis que hubo una vez en la que caminamos sobre la luna? ¿Que Destral antes de fundar este sitio trabajaba moviendo una estrella y mirando el mundo desde arriba? No es un cuento, es la verdad. Destral miraba islas en medio del océano y miraba ciudades iluminadas por la electricidad. Vio tantas cosas estando en lo alto que decidió poner los pies en el suelo…
Los chavales oían aquello y se encogían de hombros. Moldear la arcilla se les hacía mucho más divertido que escuchar un catecismo.
Corazón hizo una taza y la pintó con el polen de una flor de ajo. Alma moldeó una vasija y envolvió su exterior con un bonito empedrado de guijarros blancos. Ángel formó un estúpido monigote con el barro. Y Luna hizo otra cosa. Hizo una especie de ¿botijo? y luego lo pintó de negro con el hollín de la hoguera. Acto seguido, lo puso boca abajo para presentarlo.
—Luna, ¿eso qué es? —le preguntó Teo.
—Una luna negra —contestó ella.
Luna era la nena más guapa de toda la aldea. Cinco añitos. Nació con los ojos gris luna, ahora los tenía azul oscuro.
—¿Una luna negra? —le preguntó Teo, divertido.
—Sí. Como la de anoche.
—Anoche hubo luna nueva. La luna nueva os la expliqué hace poco. Es cuando la luna desaparece, no cuando se vuelve negra. Es sólo que se esconde.
—Pero es que esta luna no es la que se esconde, ésta es la que se pasea. No es de las que hacen luz o no hacen luz, es de las que llevan un hombre debajo.
—¿De las que llevan un hombre debajo?
Teo no entendía nada.
—De ésas que van encima de una cesta de mimbre. En la cesta de mimbre va el hombre que saca fotos a las casas. ¿Destral no trabajaba sacando fotos a las casas?
Teo abrió mucho los ojos y la boca. Comprendió.
—Lunita, ¿cuándo has visto tú eso? ¿Anoche?
Luna asintió.
—Papás respiraban fuerte y frotaban en vez de soñar y yo no podía dormir. Salí a mirar cómo respiraban fuerte y frotaban los gatos y entonces pasó por encima de mi cabeza una luna negra en la que habían atado una cesta de mimbre. Volaba como un pájaro, aquel hombre de color gris luna, montado en la cesta de mimbre de la luna negra. Y apuntaba con una cámara de fotos como la de M1guel a todas las casas. Hacía fotos. A mí me gustan las fotos. ¿Cuándo volveremos a hacernos una?
Teo se llevó las manos al shofar que colgaba de su cuello. Estuvo a punto de hacerlo sonar, pero en el último momento se volvió hacia Corazón. Corazón era el hijo de Saig’o.
—Corazón, ¿tu padre te deja subir a las murallas?
—Zí.
—Pues quiero que lo busques, que lo encuentres y que le digas que venga aquí ahora mismo. Es importante. Y dile que traiga a Destral también.