www.cenital.net, 2008
España ha forjado una generación de universitarios que se jodieron los mejores años de sus vidas aprendiendo mucho porque les dijeron que la formación académica iba a ser su mejor apuesta de futuro. Luego empezaron a trabajar en unas condiciones infames porque les dijeron que todo era empezar. Acto seguido se hipotecaron para toda la vida porque les dijeron que eso sí era invertir de cara al futuro. Y, ahora que su futuro se va al garete, muchos se preguntarán qué se ha hecho de sus sueños, de su juventud y de su futuro.
Cuando las cosas se pongan realmente mal, muchos querrán que les expliquen por qué sus casas, sus sueldos y sus títulos ya no valen absolutamente nada. En Grecia, con todas esas revueltas ya está pasando precisamente eso, en España pronto será peor. Mucho peor.
Como dicen en mi barrio, nunca jodas con el que no tiene nada, porque no hay peor enemigo que aquel que ya nada puede perder. En este diciembre del 2008, el diez por ciento de los sin techo de Madrid y Barcelona son titulados universitarios, licenciados en miseria aplicada por la universidad del libre mercado. Y eso es sólo el principio.
Porque se aproximan oleadas inmensas de despidos y embargos, pronto empezarán a perder sus empleos y sus casas los mileuristas. Después de la terrible deflación, la inflación se disparará. Se hundirán la bolsa y la moneda. Y entonces veréis lo que puede llegar a hacer cuando se encabrone la generación mejor formada y más expoliada de toda la historia de Europa.
Una generación que vive en un país en el que se suicidan diez personas al día, según el Instituto Nacional de Estadística. Cuatro de esos suicidas son menores de veinticinco años. Me pregunto cuántos jóvenes podrían comenzar a autodestruirse tras llevarse a otros por delante.
Hablo de gente que sabe muchas cosas y que ha demostrado que puede aprender mucho y bien. Hablo del daño que puede hacer tu vecino al estallar cuando se sienta acorralado en todos los sentidos. Hablo de ese chavalote de León que ya lleva tiempo pensando en vaciar un saco de cianuro en la tolva de la depuradora de aguas potables de su ciudad. Hablo de esa chica de Tarragona que hace una semana estuvo a punto de lanzarle una bombona de butano al Audi de su jefe, cuando esperaba al ralentí, bajo su balcón. Hablo del informático de Donosti que va a colgar en Internet siete bases de datos contables cuyo contenido al divulgarse hará que todos sus ex compañeros de trabajo pierdan sus empleos. Hablo de ese encofrador de Logroño que tiene una ballesta de pesca submarina en casa y que sabe que si la dispara fuera del agua el arponazo podría perforarle el cráneo al interventor de su banco por mucho que el vidrio tras el que se parapeta se haya diseñado para rechazar el fuego de un fusil de asalto. Hablo de ese ingeniero de Alicante que trató de huir de la precariedad laboral convirtiéndose en un transportista autónomo y ahora carga en su camión varias toneladas de hormigón de su propiedad que ya nadie le quiere comprar, y que sabe que, con la inercia que alcanza su vehículo cuando circula con el remolque lleno hasta las trancas y a ciento veinte por hora, no habrá muro que consiga detenerlo si embiste algo como el reactor nuclear de Vandellós.
Hablo de terroristas formados en una sala de estar, de la venganza del ciudadano expoliado que se convierte en kamikaze, de lo peligroso que es mandar a la miseria a una generación entera de población psicotizada. Hablo de una hornada de gente que es incapaz de fraguar una revolución porque sólo ha visto en la televisión un tipo de acontecimiento supuestamente revolucionario: el atentado. El macabro e inclemente trabajo de cuatro desesperados contra todos los demás. La guerra asimétrica.
Hablo de vidas que son peores que una condena penitenciaria.
Hablo para ti porque sé que, si estás leyendo esto, tal vez seas de los míos. Y ahora puedes ir pensando en cómo vas a cargártelo todo cuando te jodan la vida de una vez por todas y para siempre… O puedes unirte a mi grupo.
Mi nombre no importa. Soy el fundador y corresponsal de un grupo antisistema que está preparándose para decrecer de forma neoprimitivista, hacia una economía de subsistencia autosuficiente. Estamos montando una ecoaldea en forma de cooperativa agraria. Buscamos nuevos socios que quieran unirse a nuestro proyecto. Te ofrecemos la oportunidad de hacerlo porque pensamos que tal vez dentro de poco ya no te quede ninguna oportunidad en la vida.
Y porque pensamos que a ti nunca te han ofrecido la oportunidad de hacer algo verdaderamente valiente. Ya ves, siempre hay una primera vez para todo. Tic tac tic tac tic tac.