www.cenital.net, 2008
Las personas solemos definirnos y agruparnos por nuestras motivaciones; y nuestras motivaciones se distribuyen apilándose en una jerarquía piramidal muy cabrona. Según la pirámide de Maslow, lo primero que nos motiva, tras las necesidades fisiológicas, es la seguridad.
Queremos sentirnos a salvo, cómodos, tranquilos. Especiales.
El problema hoy día es que la seguridad se ha convertido en un espejismo, en una alucinación colectiva. La fragilidad de todo acecha tras una cortina de humo que pronto se disipará. El omnipresente abaratamiento de costes nos ha sumido en una precariedad general que amenaza con enviarnos a todos al infierno. Cualquier día de éstos aparecerá un Huracán Katrina que arrasará hasta el último pueblo del planeta mientras el ciudadano medio se pregunta desde el epicentro del cataclismo cómo demonios ha podido fraguarse un horror de semejante envergadura sin que nadie pudiera verlo venir ni resolverlo a tiempo.
Mientras tanto vosotros sois reos del sistema a cambio de falsa seguridad, adictos a la tranquilidad barata y resultona, a la sensación de control, paz y estabilidad. Os gusta dormir pensando que siempre habrá dinero en el banco y que, si se produce un atraco justo el día en que vais a sacarlo de allí, el vigilante jurado os defenderá de los malos. Como si no supierais que en el triste negocio de la seguridad privada un vigilante de sucursal bancaria cobra menos de mil euros al mes, y que por ese dinero nadie se juega el cuello. Como si no supierais que vuestros bancos hace ya tiempo que se han quedado sin efectivo real. Como si no supierais que, cuando todo el mundo trate de sacar su dinero a la vez, los bancos quebrarán y millones de personas perderán sus ahorros. Como si la España de estos tiempos no os estuviera recordando cada día más a la Argentina del «corralito».
Vosotros no queréis realidad, queréis tranquilidad. Ilusión de seguridad. Buen rollo y mucha fiesta. Que alguien se ocupe de que no sucedan cosas malas. Que os defiendan. Y que pongan fútbol, toros, cotilleos.
Queréis eso y vuelos de bajo coste que os hagan cruzar el charco a gran altitud y a más de trescientos kilómetros por hora. En el fondo sabéis que ni los ángeles os salvarían si se produjera un accidente en pleno crucero, pero os gusta que antes de despegar una azafata sueca os explique en cuatro idiomas dónde están las salidas de emergencia y cuál es la forma de proceder en caso de accidente. Y que os metan mascarillas de oxígeno y chalecos salvavidas bajo los asientos, como si os fueran a servir de algo. Ni tan siquiera os habéis dado cuenta de que la mayoría de esos chismes ni siquiera funciona como cabría esperar. Comprobadlos y veréis. Parecen salidos de uno de esos bazares chinos en los que todo vale un euro. Son puro atrezo.
Queréis triple airbag en vuestro próximo coche de plástico coreano, pero nada de pensar en que eso no sirve de mucho yendo a la velocidad a la que os ponéis en cuanto os sueltan por la autopista. Queréis una póliza de seguros para la casa, otra a todo riesgo para el coche, otra para la salud y otra para que os sigan pagando cuando os quedéis sin empleo; pero lo cierto es que luego nunca hacéis todo lo necesario para mantener a buen recaudo el trabajo, el coche y la salud. Queréis la comida bien esterilizada y os estáis hinchando a comer carne mutante y verduras infestadas de pesticidas tóxicos que se acumulan en vuestro cuerpo. Queréis asumir riesgos y que las aseguradoras corran con ellos porque para eso estáis pagando. Pero no os gusta pensar que las reclamaciones no resucitan a los muertos, no arreglan las vidas.
Os gusta creer que si algún día sucede algo malo y tenéis que llamar a la policía o pedir una ambulancia tendréis a mano el móvil, bien cargada la batería, buena cobertura, mucho saldo para efectuar llamadas, buen nivel de ruido ambiental para sostener la conversación, la línea despejada y atención inmediata y diligente por parte de todos esos funcionarios que conducen bajo las sirenas. Basta con poner a prueba a cualquier número de emergencias, pongamos llamando a la policía durante un sábado por la noche, pongamos pidiendo una ambulancia desde el corazón de un atasco de tráfico. Basta con poner un poco a prueba a los servicios de emergencias y se constata la grosera incapacidad del sistema para garantizar vuestra seguridad ante escenarios de lo más habitual en vuestras vidas.
Todo es una ilusión de seguridad en vuestro mundo. Verificadlo. Echad cuentas. Aceptadlo. Id pensando en cómo van a sobrevivir los ciento veinte mil habitantes de la isla de Lanzarote cuando la desaladora que les da de beber deje de recibir puntual el petrolero y medio que necesita para mantenerse en funcionamiento cada mes. Sumad todo el combustible que contienen los depósitos de los doscientos cincuenta millones de vehículos que componen el parque automovilístico norteamericano, os dará algo así como ochenta millones de barriles de petróleo en circulación. Teniendo en cuenta que la reserva estratégica de Estados Unidos es de apenas noventa millones de barriles de crudo, bastaría con cortarle accidentalmente al Tío Sam el suministro de combustibles durante una semana para inmovilizar su flota de transporte y paralizar en el acto toda su economía, su producción y su ejército. Así de precario es todo, en estos tiempos que corren, porque lo cierto es que la mayor reserva estratégica de crudo, la de Estados Unidos, está al quince por ciento de su capacidad. Fue diseñada para garantizar la estabilidad del país, pero ahora está en su mínimo histórico, lo mismo que los depósitos de oro de Fort Knox. ¿Eso no huele?
Os gusta pensar que por mucho que las cosas se pongan realmente feas, siempre habrá dinero para alguien dispuesto a trabajar, dinero que siempre tendrá valor para alguien dispuesto a vender, y que siempre habrá comida para comprar; en definitiva, que las cosas irán bien.
Ya no recordáis cómo iban de bien las cosas cuando los hombres eran hombres, las personas confiaban en sí mismas y se labraban su propia seguridad y su propio porvenir por sus propios medios.
Todavía podéis bajaros del mundo. Podéis ser autosuficientes, cultivar vuestra propia comida, construir vuestra propia casa, hacer vuestro propio jabón, pan, ropa, riqueza. Podéis dejaros de pajas mentales y de teles de plasma que os tratan como si ya no os funcionara el cerebro, de interminables torres de oficinas en las que os jodéis la vida reordenando abstracciones ajenas, de terrorismos terroríficos que no hacen ni la mitad de muertos al año que vuestras queridas carreteras, de atentados supuestamente perpetrados por unos personajes sobre los que no entendéis nada. Podéis rechazar un mundo que pasa sus días pidiendo prestado para adquirir los valiosos recursos naturales y materias primas con los que luego produce ingentes montañas de basura. Mascotas electrónicas. Interiorismo impersonal. Sexo virtual. Cheques regalo. Realities irreales. Comida con la que enfermar.
Podéis retiraros a las montañas, volver a la tierra, abandonarlo todo antes de que sea demasiado tarde.
Nosotros somos apenas media docena de individuos libres, quizás pronto seamos los primeros hombres libres de la era postindustrial. Estamos preparándonos para constituir nuestra propia comunidad al margen de la economía de mercado, al margen de la dinámica energética actual.
Tú puedes unirte a nosotros. No nos importa si no tienes dinero o si eres absolutamente incapaz de valerte por ti mismo. Nos basta con que apuestes por nosotros. Pulsa aquí para hacerlo. Te estamos esperando.