Ella perdía y recuperaba la consciencia mientras se apoyaba en la espalda de Gao Ma, con los brazos enrollados fuertemente alrededor de su poderoso cuello. Cuando cruzaron el río Corriente Favorable, abandonando un condado y entrando en otro, sentía que todos los lazos que había entre ella y su pasado, entre ella y su hogar, entre ella y sus familiares —si es que todavía seguía considerándolos como tales—, se habían cortado de un solo golpe. Dejó de escuchar los gritos de su padre y de su hermano, pero sentía que todavía estaban a su espalda. Lanzados con dardos dorados, bailaban en el aire antes de volar por el río y se enganchaban en las puntas de los arbustos de yute. Con los ojos cerrados, se pudo concentrar en el sonido que emitía el cuerpo de Gao Ma mientras atravesaba el campo de yute, tan densamente tupido que incluso detenía el viento, creando un suave sonido de olas oceánicas.
El yute se movía agitado, rompiéndose como el agua para dejar un pasillo por el que poder atravesarlo para después cerrarse al instante. Había momentos en los que Jinju se sentía como si se encontrara navegando en un pequeño bote —algo que nunca había hecho en la vida real— y cuando abrió los ojos tuvo ante sí un panorama extraordinariamente colorido. Así que los cerró de nuevo y sintió el sosiego que se apoyaba sobre la base del agotamiento. La respiración agitada de Gao Ma sonaba como los soplidos de un temible toro mientras corría a través del yute, como una interminable extensión de grilletes suaves y flexibles contra los cuales forjaban un camino fijo —al menos, así es como ella se sentía—. En su mente, un sol enorme del color del bronce se hundía lentamente en un cielo velado en la punta de un universo caótico. Un racimo de palabras desconocidas inundaba el aire —ella ni las entendía ni recordaba dónde las había oído antes— y se desvanecía con la misma rapidez con la que apareció, dejando tras de sí la majestuosa presencia del cielo y la tierra. El yute se doblaba dulcemente con el fresco viento del anochecer y después se ondulaba ligeramente antes de enderezarse con lentitud: era como un mar de color escarlata. Ella y su hombre se habían transformado en un pez que se había olvidado de nadar.
El yute, todos los arbustos de yute estáis en su camino, y en el mío. Vuestros labios verdes se amohínan y vuestros astutos ojos de ébano miran de soslayo; os reís con inusitada alegría y estiráis las piernas con los rostros sonrientes, extremidades traicioneras.
Gao Ma se tropezó y cayó al suelo y, mientras su cuerpo amortiguó la caída de Jinju, esta sintió cómo el yute cedía bajo su peso. Un mar de yute aumentó y golpeó por encima de ellos como las olas de la marea, tragándolos completamente. Sin atreverse a abrir los ojos, trató de sumergirse en un estado de letargo. Los sonidos del mundo se perdieron en la distancia hasta que todos sus sentidos se agudizaron para captar la suavidad del yute.